capitulo 52

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Gema.

Mis tacones resonaban contra el piso de concreto mientras caminaba hacia la celda. El lugar era oscuro, lúgubre, el aire pesado y húmedo. Perfecto para lo que estaba a punto de hacer. Al entrar, la vi: Rachel James. Sucia, tirada en el suelo como un animal, con una cadena apretada alrededor de su tobillo. Lo que se merecía.

-Te ves de la mierda, Rachel -le dije, cruzándome de brazos, disfrutando cada segundo de su miseria.

Ella levantó la mirada, sucia y despeinada, pero todavía con esa maldita chispa de arrogancia en sus ojos.

-Aún así me sigo viendo hermosa, Gema. Jamás te verías así.

Reí por lo bajo. Pobrecita. Aún en el barro, creyéndose algo.

-Quizá tengas razón -le respondí, fingiendo pensarlo por un segundo-, pero yo me veo hermosa cuando entro a mis empresas multimillonarias, cuando los hombres se quedan boquiabiertos al verme caminar por la Central como la ministra más joven en ganar. Y... bueno, cuando entro en la habitación de Christopher para follar, también me veo hermosa.

Su rostro se descompuso en ese momento, y no pude evitar sonreír. Sus ojos se llenaron de lágrimas, esas mismas lágrimas que había derramado tantas veces frente al penhause de Christopher, esperando algo que nunca iba a recibir.

-Llora, llora todo lo que quieras -me burlé-. Todo lo hiciste por llamar su atención, ¿no? Y no lo lograste. Yo, en cambio... lo único que hice fue rechazarlo, y mírame. Lo tengo en la palma de mi mano.

Rachel rompió en llanto, su cuerpo temblando de rabia y dolor. Me incliné un poco hacia ella, disfrutando cada lágrima.

-¡Jamás podrás ser la mujer de Christopher! -me gritó con odio, las cadenas sonando mientras intentaba levantarse.

Suspiré, como si sus palabras me dieran lástima. Me acerqué un paso más, la miré directamente a los ojos.

-No solo seré su mujer, Rachel. Voy a ser la madre de sus hijos.

El shock en su rostro fue simplemente exquisito. Las lágrimas fluyeron con más fuerza, y su desesperación fue palpable. Había ganado.

-De hecho -continué, como si fuera un detalle menor-, tuvimos una pequeña pelea. El intenso del Morgan quiere casarse y embarazarme ya, pero... bueno, aún tengo muchas cosas que hacer antes de pensar en algo tan... limitante.

Sus ojos se agrandaron, llenos de incredulidad. El dolor en su rostro era casi tangible.

-Yo quería casarme con él... -dijo entre sollozos-. Y tener sus hijos...

Mi risa resonó en la celda. Era como música para mis oídos.

-Claro que sí. Pero... aquí estás, llorando como una niña mientras yo tengo todo lo que tú soñabas.

Rachel se desplomó, sollozando más fuerte. Patética. Me acerqué, inclinándome para mirarla más de cerca.

-Deja de llorar. Sé una buena perdedora, Rachel. -Le di un golpecito en la cabeza, burlona-. Además, soy muy caritativa. Voy a acabar con tu dolor.

Me enderecé, lista para hacer lo que tenía que hacer. No había lugar para las sobras en la vida de Christopher, y Rachel James era exactamente eso. Una sombra patética de lo que alguna vez creyó ser.

Me acerqué lentamente a ella, saboreando cada paso que daba hacia su inevitable final. En mis manos sostenía dos fierros electrificados, el "regalo" perfecto que le había traído. Se los clavé en ambas piernas, atravesando la carne con facilidad. Rachel gritó, un sonido agudo y desgarrador, mientras su cuerpo se sacudía por la corriente que fluía a través de ella. Cada retorcimiento era como una sinfonía que me deleitaba más y más.

Renacida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora