Gema.
Una semana en París había pasado volando, pero el tiempo con ellos comenzaba a volverse monótono en un lugar que no nos pertenecía. Fue entonces que decidimos cambiar de destino, extendiendo nuestro viaje hacia mi isla privada. Naturalmente, ni Christopher ni Vladimir estaban dispuestos a ceder e ir a un lugar que perteneciera al otro, así que la Isla fue el terreno neutral perfecto.
Cuando llegamos a la villa de Gelan, ambos se encargaron de subir su equipaje y el mío. Era lo mínimo que podían hacer, después de todo. El sol estaba radiante, perfecto para relajarme, así que decidí ponerme un bikini negro y salir a tomar un poco de sol en una tumbona. Me recosté boca abajo, disfrutando del calor en mi piel.
Vladimir fue el primero en salir y, como era de esperar, soltó una de sus bromas.
-Jamás había visto una vista tan buena -dijo, con una sonrisa torcida en su rostro.
No pude evitar reírme. Sabía que me veía espectacular, no necesitaba que me lo recordaran, pero siempre me resultaba entretenido que lo hicieran de todos modos.
Vladimir tomó el protector solar y empezó a aplicármelo en la espalda, sus manos deslizando el aceite con cuidado... aunque se tomaba ciertas libertades que no le pedí, especialmente con mi culo. Pero no me importó. Estaba en mi elemento, y nada de eso podía molestarme.
Eventualmente, me dejé llevar por la relajación y me quedé dormida.
Cuando desperté, lo primero que vi fue a Christopher, acostado a mi lado, observándome fijamente con esa intensidad que siempre llevaba consigo. Me sonrió, y antes de que pudiera decir algo, apartó mi cabello de mi rostro con suavidad.
-Eres hermosa -murmuró, con ese tono bajo que solía usar cuando quería conseguir algo.
Rodé los ojos antes de responder, como si fuera lo más obvio del mundo.
-Eso ya lo sé.
Seguí acostada boca abajo, sintiendo el calor del sol en mi piel. Luego, sin moverme mucho, le pedí a Christopher:
-Desátame el bikini.
Sin decir una palabra, obedeció. Sentí cómo sus dedos hábiles desataban la parte superior y, como era típico en él, no pudo resistir la tentación de pasar sus manos por mi espalda desnuda, bajando hasta mis glúteos.
-Tal vez duerma un poco más -murmuré, sintiendo el sueño volver a mí.
-Hazlo -aspecto él en un tono protector-. Yo te cuidaré.
Antes de dejarme caer nuevamente en la oscuridad del sueño, eché un vistazo rápido a Vladimir, que estaba en el agua, nadando como si fuera dueño del océano. Era gracioso, casi enternecedor, cómo trataban de impresionarme en su propio estilo.
La próxima vez que abrí los ojos, ya era de noche, y estaba en mi habitación. Me levanté, me di un baño rápido y bajé a la cocina para preparar algo de cenar. La comida no era lo mío, pero no estaba dispuesta a rendirme sin intentarlo.
Comencé a cocinar, o al menos eso intentaba, pero en menos de lo que canta un gallo, todo estaba quemado. Perfecto, pensé con irritación. Volví a sacar más ingredientes de la nevera, intentando una vez más.
El segundo intento no fue mucho mejor. La maldita comida se volvió a quemar, y esta vez me frustré de verdad. ¡Era ridículo! Podía construir armas de precisión letal, diseñar tecnologías avanzadas, pero cocinar... era como intentar volar sin alas.
-Soy alguien que construye cosas impresionantes -murmuré, enojada conmigo misma-. La mujer más inteligente del mundo, con un IQ de 300. Estoy por encima de todos, y mi único defecto, si se puede llamar así, es que no sé cocinar.
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Renacida.
FanfictionSe me había dado una segunda oportunidad y no estoy dispuesta a desperdiciarla es por eso que me volveré indestructible