Gema.
Venir a Londres no me entusiasma. Marie quiere verme, esa mujer que tanto ansía controlar la vida de su hija. Pero conmigo no va a lograrlo.
Al salir del avión, veo a unos hombres formados en posición de saludo militar. Me acerco al ministro: alto, con una presencia imponente. Claro, para alguien que no fuera yo, podría ser intimidante.
—Ministro —lo saludo con el típico gesto militar.
—Es bueno verte, Gema —extiende su mano, y acepto el gesto.
Supongo que él tenía algún tipo de cercanía con la antigua Gema, la que ya no soy.
—¿Recuerdas a Christopher? —me presenta al otro hombre.
Me observa detenidamente, sus ojos grises casi desafiantes. Es atractivo, sí, pero después del rubio con el que estuve, nadie ha logrado cautivarme.
—Coronel —respondo, sin más.
Nos dirigimos al auto. Parece que iremos juntos los tres. Christopher se sienta a mi lado, y noto cómo su mano roza la mía. La aparto sutilmente.
—Supongo que querrás ver a tu madre —interviene el ministro.
No quiero verla, pero…
—Sí, aunque eso será después de terminar mis asuntos —respondo, fría.
El coronel no deja de mirarme, intentando intimidarme. Me sostengo en su mirada, alzando una ceja con una sonrisa. Lo veo fruncir el ceño, claramente molesto.
—Quiero que vengas a cenar a casa hoy —agrega el ministro.
No tengo problema, después de todo es una oportunidad para hablar de trabajo.
—Por supuesto —respondo, desviando mi atención hacia la ventana mientras observo las calles de Londres.
La casa del ministro es una mansión, hermosa y ostentosa. Lo sigo al interior.
—Toma asiento —me indica el sofá.
Observo cómo ambos intercambian una mirada, como si quisieran comunicar algo en silencio. Que hablen si tienen algo que decirme.
—¿Deseas algo de beber? —pregunta una sirvienta.
Ambos piden su bebida.
—¿Y tú, Gema? ¿Quieres algo? —me consulta el ministro.
—Un whisky está bien.
Bebemos y conversamos de trivialidades, aunque esperaba que tocáramos el tema que realmente me interesa: el trabajo.
—No tenía idea de que te interesaba la física termonuclear —dice el coronel, rompiendo el silencio.
—No me interesa, me apasiona —respondo, con una sonrisa altiva mientras tomo otro trago.
—Curioso. La última vez que hablamos, no querías estudiar nada —comenta el ministro.
Estos dos son muy curiosos para mi gusto. Me gustaría que la velada terminara pronto.
—Fue hace años. Cambié de parecer —aclaro, con una frialdad que espero los haga detener sus preguntas.
La sirvienta anuncia que la cena está lista, y nos dirigimos a la mesa. El coronel, por supuesto, toma asiento junto a mí.
—Voy a ser sincero, Gema. Christopher se postula para ministro y queremos que te unas a la campaña —revela el ministro.
Ahora entiendo el motivo de la invitación. Necesita mi apoyo porque tengo influencia en la opinión pública. Pero no me interesa, solo quiero concretar el contrato y regresar a casa.
—No creo que pueda; tengo mucho trabajo y misiones pendientes. Pero mencionaré algo positivo a la prensa —comento, mirando a Christopher.
—No lo necesito —replica, tajante.
—No lo parece, coronel, dado que, al parecer, necesitan mi ayuda —le respondo, con una sonrisa burlona.
Christopher me dirige una mirada de desprecio, mientras yo continúo comiendo con tranquilidad.
—Podría pedir tu traslado —amenaza el ministro.
Esta gente no entiende lo que significa un "no".
—Puede hacerlo, pero dudo que le interese. No voy a dejar a medias algo en lo que he trabajado durante meses —le contesto, sin perder la compostura.
—Gema, estar aquí no será tan malo. Estarías cerca de tu madre y serías la capitana —intenta convencerme, o más bien, manipularme.
Pero no quiero estar cerca de esa mujer.
—¿Podemos discutirlo luego? —pido, diplomáticamente.
—De acuerdo. Estamos interesados en tus armas, ya que son de la mejor calidad y calibre —menciona finalmente.
Por supuesto que lo son. No vendo basura.
—Es bueno saberlo —respondo, sin más.
La cena transcurre tranquila. Quedamos en que mañana iré a la central.
Cuando me despido, el ministro insiste en que me quede en el penthouse de Christopher.
—No es necesario, tengo un departamento aquí —digo.
Compré un departamento y un auto, no dependo de nadie.
Finalmente, me despido y el chofer me lleva a mi residencia. Al llegar, hago mi rutina antes de acostarme, pero el teléfono suena antes de poder dormirme.
—Hola —respondo.
Era de esperarse que Emma le comentara que estoy aquí.
—¡Hola, cariño! —dice alegremente.
Siempre tiene ese tono lleno de energía. Es contagiosa, pero agotadora a veces. No sé cómo lo hace.
—Emma te avisó que estoy en Londres, ¿cierto?
—Lo sabía. Iré para tu cumpleaños —anuncia.
Lo había olvidado, falta solo un mes. Supongo que no estará tan mal pasarlo en Londres.
—Está bien —respondo.
Hablamos durante horas, hasta que finalmente Emma se une a la llamada. Conversar con ellos me hace sentir… más cómoda. Son lo más cercano a una familia que tengo.
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Hola!
Espero que le guste el capítulo nos vemos en la próxima actualización
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Renacida.
FanfictionSe me había dado una segunda oportunidad y no estoy dispuesta a desperdiciarla es por eso que me volveré indestructible