Capítulo 2

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Tú decides.

¡Bien! Pues eso haría. Y es que existían límites para la humillación ¿Qué esperaba ese demente? ¿Qué fuera corriendo a donde le ordenaba? ¿Y si de nuevo quería verlo despojarse de su ropa? Habría que ser estúpido para repetir lo mismo.

—Ni loco— mencionó en voz alta y volvió dentro donde todo parecía ir tomando orden poco a poco.

Con ayuda de los vecinos habían podido hacerse de sábanas para el futon y tenían un refrigerador diminuto en el que podían guardar algo de comida. Las sillas rotas fueron remplazadas por dos bancos de madera que les regaló la señora Yang y una mesilla decorativa que obtuvieron de manos del amargado del 58 como le llamaban todos.

Dan suspiró apoyado en la puerta y su abuela con fama de tener el sueño ligero, le sorprendió al encender una lamparilla.

—¿Pasa algo?

—Abuela ¿Recuerdas esa película del escritor que le pedía a su ayudante desnudarse mientras escribía su libro?

—Vi tantas películas en el hospital que ya ni recuerdo.

—Vamos, trata de pensar. Ese loco que desnudaba a la chica y la miraba para inspirarse a escribir.

—Creo saber de cuál me hablas, pero he olvidado el nombre.

—¿Qué hay de ese sujeto? ¿Piensas que estaba loco?

—Lo estaba. Al final se obsesionó tanto que la miraba en sus sueños o se tocaba con la alucinación creada por su mente.

—Exacto, era un enfermo— los dos asintieron iluminados por la lamparilla. Dan enrojeció ante el recuerdo de la humillación de esa mañana ¡Él se había sacado la ropa frente a otro hombre! Un loco que de la nada le había querido ver el trasero y le había susurrado tan cerca que terminó poniéndole la piel de gallina.

¿Qué hiciste? ¿Qué hiciste? Se reprendió con golpes en la cabeza y su abuela muy espantada saltó de entre las sábanas para encender todas las luces y mirarlo de manera acusatoria.

—¿Pasa algo?

—Pensaba en algo sin sentido.

—¿Quién te llamó? ¿Eran esos hombres? ¿Te amenazaron con aparecer por aquí?

—No eran ellos. Será mejor que vayamos a dormir— tomó el control de la situación, la obligó a volver a la cama, esponjo la almohada para ella y se recostó en el otro futon mordiéndose las uñas.

Así volvió a leer la dirección que Joo Jaekyung había enviado para él, el teléfono marcaba una distancia de 38 minutos en taxi y a punto de salir de la cama para ir a ese encuentro, pensó que era mejor rendirse. Debía abandonar esa falsa oportunidad de entrenar con el mejor del mundo, para el caso daba lo mismo si aprendía de él o aprendía de ese sujeto con barba que inspiraba confianza y tranquilidad, el hombre se parecía tanto al Jesucristo en las estampitas de su abuela, que empezó a pensar que quizá el simple hecho de coincidir con alguien como él, era una especie de aparición divina con la que la vida le gritaba "Deja de pensar en Joo Jaekyung y sigue la luz"

Será mejor dormir. Se dijo y se abrazó de su almohada para no pensar más en el asunto.



A la mañana siguiente llevó a su abuela al tratamiento programado, ella solía terminar débil y con muchísimas nauseas después de los procedimientos, así que la señora Yang como buena amiga y vecina, les abría las puertas de su casa y se ofrecía para cuidar a su abuela. Dan le sostuvo la mano durante un rato y la vio quedarse dormida, miró la hora y pensó en aparecerse por la pizzería para pedir perdón por su ausencia y solicitar de regreso su empleo. No lo hizo en realidad, contrario a eso miró la fecha y confirmó que estaba a diez días de recibir la visita de los prestamistas, no había tiempo para perderlo, así que se echó a correr y en las puertas del gimnasio percibió un aura distinta, un ambiente silencioso y solitario en el que incluso pensaba que faltaban autos en el estacionamiento.

¿Y si fuera cierto? (Jinx)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora