Capítulo Ocho

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– Menos mal que dijiste que estaba cerca – le comenté.

– Está cerca, en auto, pero está cerca.

Conducía por una ruta que estaba pegada al mar. Era precioso aquel paisaje, con el sol pegando en la playa y el mar tranquilo.

Acabábamos de cenar, y como él prometió, no dejó que yo pagara. El almuerzo estuvo delicioso. Enzo no apartó los ojos de mí ni un segundo mientras me preguntaba cosas de mi vida en Argentina. Minutos después estábamos arriba del auto y era él quien hablaba.

– Mis abuelos me llevaban seguido al teatro, hasta que un día les dije: “Quiero ser actor”. Me inscribí en obras de la escuela para niños del kinder. Con el paso del tiempo se fue haciendo más serio, hasta que me presenté para el papel de Numa en la Sociedad de la Nieve, y ahora estoy acá – me contó –. ¿Ya la viste?

– No – le dije entre risas, mientras sentía la brisa fresca revolver mi pelo hacia atrás –. Te dije que no tengo Netflix, tendré que verla pirata.

– Eso me rompe el corazón.

– Sí, vas a perder mucha plata.

Nos reímos un rato, mirando hacia el este. Enzo manejaba rápido, pero no tanto como para ponerme nerviosa. Después de unos minutos llegamos al teatro. Enzo estacionó al frente de este y nos bajamos del auto. Al verlo, quedé con la boca abierta: era gigantesco, con una estructura que parecía salida de Grecia. Me quedé atónita por lo hermoso e imponente que parecía.

– Me parece que te ha gustado – dijo detrás de mí.

– Lo amo, es impresionante.

– Es más impresionante por dentro. Vení, vamos.

Entramos al lugar y él tenía razón. El dorado de las paredes con el escarlata de los asientos generaban a la vista un placer que soy incapaz de comprender. No había casi gente, por lo que no había ninguna obra que apreciar.

– Es el teatro más antiguo de Sudamérica – me contó él –. Fue inaugurado en 1856.

– Mirá el techo, es muy majestuoso. La pintura… las figuras… es bellísimo. ¿Quién lo hizo?

– La pintura del techo la hicieron Carlos Herrera y Pío Collivadino.

– Era argentino, Pío – le dije –. Conozco su arte, es parecida a la de Van Gogh.

– Así es – dijo –. El techo es mi parte favorita de él, sobre todo los once nombres de los artistas.

Me fijé en los apellidos escritos en este, que estaban alrededor de la araña de cristal: Verdi, Racine, Mozart, entre otros.

– ¿Cuándo es la próxima obra?

Él suspiró y puso los brazos en jarra.

– Sinceramente… no sé – dijo –. Seguro hay un horario en la entrada.

– Vamos – le dije –. Quiero ver alguna obra antes de irme.

No había ninguna obra hasta febrero, lo cual me resultó un poco extraño, pero no pudimos hacer nada.

– Es una pena – dije.

– Sí lo es – dijo él –. Lo siento.

– No pasa nada, si vuelvo algún día, quizás pueda ver alguna obra.

Nos quedamos mirando las publicidades que estaban pegadas en la entrada un rato más, solo unos segundos. Había carteles políticos, de la municipalidad, de algún que otro perro perdido y demás.

– Me encantó la salida – dije –. Gracias, de verdad.

– Me gustaría que esto no terminara acá. Si querés puedo enseñarte más lugares.

Tampoco quería que la parte del día con él terminara, estaba deseosa de más sorpresas.

– ¿Querés venir al hotel? – dije –. Está Camila en la habitación, podemos tomar mate con facturitas…

Él se sorprendió ante mi pedido, pero luego sonrió.

– No tomo mate – me dijo.

– ¿Cómo que no tomás mate?

– No, pero te acepto las facturas. Por acá cerca está la mejor panadería de Montevideo, al menos para mí.

– Dale, ahora yo invito – le dije –. Quiero devolverte lo del almuerzo.

– Como usted diga.

Fuimos a la panadería que dejó y compré media docena de facturas. Recorrimos el mismo camino por la orilla del acantilado que daba vista al mar. Llegamos al hotel en cuestión de minutos y subimos por el ascensor. Abrí la puerta de la habitación con la tarjeta y ambos entramos.

Me sorprendió el silencio que habitaba el cuarto, así que fui a ver si Camí seguía dormida. Para mí sorpresa, cuando abrí la puerta ella no estaba en la cama. Tampoco estaba en el baño y había dejado la TV encendida en un canal de telenovelas turcas.

                                        *
Nuevo cap! Disfruten besos!

VISTA AL MAR | Enzo VogrincicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora