“¿Te acordás que te conté sobre una tía que tengo acá? Bueno, se enteró que estoy acá y quería que la fuera a ver. Así que si no me encontrás estoy con mi tía”Había recibido ese mensaje de Cami hacía unas dos horas, pero estaba tan encantada con el paseo al lado de Enzo que no me había percatado del celular.
Volví a mi habitación en dónde Enzo miraba el mar.
– La vista es hermosa.
– Sí – dije –. Esta mañana me desperté con el sol, nunca me había despertado con el sol de esa forma. La vista es magnífica, ya llené mi galería con el amanecer.
– Lo mismo hubiera hecho yo – comentó.
– Cami se fue a la casa de una tía. Así que más facturas para nosotros.
– ¿Sabías que se iba a ir?
Negué con la cabeza mientras una sonrisa se escapaba de mis labios.
– No tenía idea, acaba de escribirme. ¿Querés tomar algo? Podemos llamar a recepción.
– Un café con leche está bien para mí – me dijo.
– Está bien.
Llamé a recepción y les pedí lo que íbamos a tomar. Esperamos a que llegara el pedido en la mesita del balcón y nos quedamos viendo el mar.
– Soy de Mendoza, mi familia es de allí – empecé a contarle –. Tenemos las montañas, son tan imponentes cuando las ves. Conozco muchos lugares que están en el medio: Potrerillos, Cacheuta, El Sosneado, El Valle de Uno… Pero aún así, no siento lo que siento cuando veo el mar.
– A mí me pasa exactamente al revés: Veo las montañas y lo único que quiero es ir a escalarlas y pasear entre ellas. Dormir con el canto de las cigarras y los grillos. Me gustaría vivir en la montaña.
Golpearon la puerta de la entrada y supimos que eran los dos cafés. Los recibimos y llevamos a la mesilla.
– ¿Qué vas a hacer cuando regresés a tu país?
– Seguramente estudiar, o empezar a trabajar en algún puesto pequeño para tener plata y seguir ahorrando.
– ¿De qué te gustaría trabajar? Siguiendo la corriente de puestos pequeños.
– Siempre quise trabajar en una heladería, porque es mi postre favorito. Pero no duraría ni un día, me echarían por comer demasiado helado.
Reímos un rato. Enzo contó un poco de su vida y después me pidió que siguiera contando un poco de la mía.
– Sos tan hermosa – me dijo después.
Yo no podía borrar la sonrisa de mis labios, parecía realmente estúpida, pero la atracción que sentía hacía él cada vez se hacía mayor.
– También sos muy lindo – le dije –. Sobre todo cuando decís cosas lindas.
Se le escapó una risita.
– Nunca había visto a una mujer tan linda como vos.
– Eso es lo que tenemos las argentinas – bromeé.
– El mito es cierto entonces.
– ¿Qué mito? – pregunté.
– Que en Argentina están las mujeres más lindas del mundo.
– Y yo no sabía que los uruguayos eran tan chamuyeros.
– No soy chamuyero – dijo con un toque de humor –. Digo la verdad.
– Okay. Te voy a decir una cosa. Yo no soy buena con los halagos ni nada de eso, pero… Podría decir que tenés los ojos más lindos que he visto.
Él sonrió, su sonrisa, otra de las cosas que me volvía loca.
Nos acercamos poco a poco hasta fundirnos de nuevo en un beso. Su boca con aroma a café se desplazaba por mis labios como si fuera manteca. Cuando de pronto el beso se volvió un poco brusco y acelerado. Entonces él dejó mi boca y bajó por mi cuello.
Un gemido salió de mi boca y mi mano se puso directo en su nuca. Tiré un poco de su pelo largo mientras sentía su lengua recorrer mis clavículas y bajar un poco la manga de mi vestido. Guié sus manos hacia mis cadera para que reposaran ahí.
Pero no era suficiente, ambos queríamos más de otro. Fue cuando nos levantamos de las sillas, dejando el café a la mitad. Cuando Enzo me levantó en sus brazos, puso sus manos en mi culo para que no me cayera. Fue cuando ambos caímos en la perdición del otro
*
Quedó picante la cosa! Jajaja. Disfruten! Besos!
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VISTA AL MAR | Enzo Vogrincic
RomanceCuando la amiga de Romina la invita a pasar unas hermosas vacaciones en Montevideo, ella se imagina unas tardes en la playa y las noches bailando. Pero un chico de ojos negros y voz seductora va a poner su mundo de cabeza y ella tendrá que tomar una...