Capítulo Trece

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– Sí, sí – dijo Cami –. Sos el chico del otro día, estuviste con…

Le pisé el pie por debajo de la mesa y le sonreí disimuladamente.

– Con nosotras, nos llevaste al hotel porque dijiste que el lugar era peligroso.

– Sip – dijo él asintiendo –. Lo recuerdo.

– Me dormí en el asiento de atrás. Alta vergüenza.

– No te preocupés – dijo él.

– Nunca te dije gracias por traernos, gracias – dijo Cami.

– No hay de qué.

¿Por qué tenía que ser así? Tan correcto, tan formal, tan… Me volvía loca con una sola palabra, y su sonrisa, su voz. No había chance para no enamorarme de ese hombre.

– Montevideo es muy chiquito al parecer – dije.

– Oh, demasiado – me contestó Saulo –. Siempre nos encontramos con gente conocida por ahí, no debe pasar lo mismo en Buenos Aires.

– A veces – dijo Cami –. Pero más que nada en la facultad.

– Sí, es verdad – dije.

En eso que hablábamos vino el mismo mozo a traernos el menú. Pedimos una pizza cuatro quesos con unas cervezas.

– Qué ricas que están – dijo Cami mientras sacaba su tercera porción.

– Te dije que son las mejores pizzas de Montevideo.

– Es cierto – dijo Enzo –. Las mejores pastas están a unas cuadras, por si quieren ir.

– Todo acá está a unas cuadras – murmuré entre dientes.

– ¿Qué?

– Nada, nada – le dije a Cami.

– ¿Y ustedes cómo se conocieron? – preguntó mi amiga.

– En la secundaria, nos conocimos a los quince, en un quince. Estábamos los dos que queríamos rajar de ahí porque nos aburrimos, entonces nos pusimos a hablar – dijo Saulo.

– Fue re loco, porque encima estábamos en la misma clase – continuó Enzo

– ¿Y ustedes?

– De toda la vida – dijo Cami –. Misma escuela, mismo barrio. Después nos fuimos de Mendoza a Palermo, ella para estudiar y yo porque quería irme a Buenos Aires.

– Mirá, son ambas mendocinas.

– Prefiero que me digan rioplatense.

– ¿Por qué?

– Cosas de la vida – dijo Camí y tomó un sorbo de cerveza.

Por suerte ninguno de los dos volvió a preguntar. Se cambió de tema rápido y a mí me entraron ganas de ir al baño.

– Voy al baño – dije, levantándome de la mesa –. Ya vuelvo.

– No hay drama – dijo Saulo.

Le dediqué una última mirada a Enzo, que me miraba con esos ojos profundos, estaba bastante serio. Su rostro reflejaba la mirada de un cazador, y yo me sentía su próxima presa.

Fui al baño de damas y me tardé unos minutos. Me miré al espejo y me retoqué el labial. Estaba yo sola allí dentro. Me quedé mirando mi reflejo, intentaba rehacer esa mirada que había visto en él, pero no me salía. Yo no tenía mirada de cazadora, pero tampoco era una mirada inocente. Retoqué mi labial y abrí la puerta de la salida.

Cuando me dirigía fuera del pasillo de los baños, sentí un agarre fuerte en mi brazo que me llevó directo hacia dentro del baño otra vez. Lo siguiente que escuché fue el seguro de la puerta, para que nadie más entrara.

                                      *

Nuevo Cap! Este es más cortito, pero igual espero que les guste. Gracias por apoyar la historia!

VISTA AL MAR | Enzo VogrincicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora