Capítulo: 6

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Selene no sintió el más mínimo atisbo de frio en toda la noche, ella logro dormir plácidamente entre los brazos de Castiel, disfrutando del calor que su cuerpo emanaba. Incluso aunque su odio hacia el era demasiado grande para ser ignorado, el frio mortal que logro sentir en aquella ocasión pudo más.

Sin embargo, cuando la hermosa cazadora abro los ojos con la llegada de un nuevo día, la ausencia de Castiel era evidente. El licántropo no se encontraba por ningún lugar, solo un lejano aroma de su piel desnuda se había quedado impregnada en su cuerpo.

Molesta por no haber logrado percibir el momento exacto en el que el lobo abandonaba su habitación, ella salió de la cama y luego de higienizarse con un cubo con agua fría que encontró junto a la pequeña ventana, salió del cuarto.

—Tienes que ser mas rápida, no me gusta que la servidumbre demore—escupió Dimitri con una mueca oscura en sus labios.

Selene se detuvo abruptamente. Ella no esperaba encontrarse al rey de los licántropos allí, en la entrada de su cuarto, con los brazos cruzados sobre su torso mientras se reclinaba contra la pared detrás suyo.

Aquellos ojos de un profundo azul se encontraban clavados en ella sin la más ligera intención de mover su atención.

—Lo lamento, mi fuerte no es la servidumbre... pero si me das una daga puedo demostrarte lo bien que se me dan las manualidades—canturreo ella en respuesta, de modo audaz y afilado.

Sin embargo, la mirada de Dimitri siguió posada en el rostro de ella de manera inalterada, aquella frialdad posada en sus facciones de forma ruda y casi brutal.

¿Qué demonios le ocurría?

—Te recomiendo que no le permitas a Castiel distraerte hasta altas horas de la madrugada.

—El no me mantuvo despierta hasta altas horas de...—comenzó a quejarse ella, pero al instante se percato del detalle—¿Tu como sabes que Castiel vino a mi cuarto anoche?

Durante una fracción de segundos, en la mirada de Dimitri ondulo algo. Un brillo semejante al miedo y la vergüenza de ser descubierto.

Pero antes de que la cazadora fuera capaz de darle nombre y sentido al mismo, la emoción se esfumo de sus facciones y la frialdad volvió a imponerse en su rostro de manera casi rudimentaria.

—Tu cuerpo apesta a él, te puedo oler a metros de distancia.

—Yo... no hice nada con él, solo me mantuvo caliente—comenzó a decir ella con nervios, pero al instante se arrepintió de sus propias palabras—. Calor físico, yo tenia mucho frio y estaba por morir de hipotermia... Castiel me envolvió con una manta y me dio calor, solo eso.

Selene podía sentir como su rostro ardía ante la vergüenza de lo que había dicho, pero un parte dentro suyo la empujaba a dar aquella absurda explicación, incluso aunque sabia muy bien que no tenía por qué darla.

A fin de cuentas, ella no era mas que una simple prisionera.

—Ya lo sé, Selene, puedo olerlo también. No tienes que dar explicaciones al respecto—respondió Dimitri apartándose finalmente de la pared—. Solo procura mantener a mi hermano lejos de tu cama.

>—El no es un caballero, no tiene honor ni honradez, intentara deslizarse entre tus piernas a la primera oportunidad que se le presente—el rey lobo comenzó a caminar por el pasillo, y Selene lo siguió de manera casi instintiva.

—¿Acaso no estas enterado, Dimitri? Ya no quedan nobles caballeros en el mundo, y por eso, le permitiré entrar a mi cuarto siempre que tenga frio... me rehúso a morir de hipotermia en ese calabozo—se quejó la cazadora caminando junto al hombre.

Dimitri la observo de soslayo sin dejar de caminar por el pasillo del castillo. Cuando nadie observaba a Selene, su belleza parecía incrementarse aún más.

—No será necesario, Selene, me asegurare de que esta noche no pases frio—respondió Dimitri antes de detenerse finalmente en la entrada de una enorme habitación—. En cuanto a ti, espero que hayas descansado bien.

—De maravillas—canturreo ella con una sonrisa arrogante surcando sus labios—, estoy lista para cualquier clase de tortura que me impongas.

Por primera vez desde que lo había visto, la sonrisa de Dimitri afloro en sus labios. Aquella sonrisa tan exquisita y perfecta, puro orgullo y arrogancia masculina.

—En ese caso, espero que te diviertas mucho sudando hasta el cansancio, conejita—hablo con lengua afilada el licántropo, antes de que las puertas se abrieran a las espaldas de Selene y un par de robustos brazos la jalaran al interior de la misma. Engulléndola de un solo bocado.

Esclava del AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora