Capítulo: 14

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—Selene—llamo una voz viperina, profunda y rebosante de oscuridad.

La estaban llamando. Pero nadie mas oía aquella voz, solo ella era capaz de oírla... de sentirla, calando a través de su piel y huesos, haciendo un hueco en su propia carne. Devorándola por completo.

La cazadora sujeto su arco empuñando la flecha de plata con fuerza, observando la profunda oscuridad que parecía devorarlo todo más allá de unos metros de ella.

Tenía miedo, muchísimo miedo, todo su cuerpo parecía gemir en una súplica silenciosa para detenerse y echar a correr en sentido opuesto. Pero ella tenia que seguir adelante, porque sabia muy profundo en su interior que, si no lo hacía, si no seguía avanzando, algo muy malo iba a ocurrir.

>—Selene, Selene, Selene—volvió a llamar aquella voz masculina, reinante de la noche oscura.

Se estaba acercando a ella, se aproximaba lentamente, pero de manera contundente y sigilosa. Igual que una bestia acechando a su presa.

Nuevamente, la cazadora, por mas armada que estuviera, se había convertido en una presa.

En ese preciso instante no lo supo, pero su cuerpo comenzó a temblar ante la desesperación. No por ser acechada y posiblemente asesinada... había algo mas allí, algo que no lograba comprender. Faltaba algo en su rompecabezas.

A ella le faltaba algo.

¿Qué estaba buscando?

—Si tanto me deseas, ven a mi—gruño con los dientes apretados Selene, observando a la nada misma. A aquella oscuridad tan basta y antigua que parecía observarla de regreso.

Un par de ojos purpura se impusieron en la oscuridad, brillando con la intensidad de mil estrellas, mientras seguían con suma atención cada uno de sus movimientos.

Selene se quedo paralizada, incapaz de mover un solo musculo de su cuerpo, mientras veía como una figura humanoide comenzaba a dibujarse en la basta y sombría oscuridad.

—Selene—dijo aquella voz de medianoche, relacionada estrechamente con aquellos ojos estelares—, llevo esperando por ti una eternidad.

—¿Dónde está? —rugió ella sosteniendo el arco de manera poderosa hacia aquellos ojos, siendo completamente consciente de que no sería suficiente para derrotar aquello que acechaba en la oscuridad.

No, no seria suficiente para derrotar al rey de la noche.

—Te deseo—susurro en su oído, a su alrededor, mientras la envolvía lentamente en un halo de oscuridad cegadora.

—¡¿Dónde está?!—volvió a decir ella, sin saber el motivo de aquella pregunta que tanto aceleraba su corazón.

Porque era ese el miedo que calaba en los huesos de manera irracional y frenética. El miedo de no conocer la respuesta a una pregunta cuyo motivo desconocía totalmente.

—Tu me fuiste prometida hace muchos años... ahora eres mía, conejita—canturreo la criatura, antes de abalanzarse hacia ella con las fauces abiertas.

Esclava del AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora