Capítulo: 7

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Todos tienen fortalezas y habilidades. Cada persona nace con las capacidades básicas necesarias para sobrevivir en el mundo, y Selene era extremadamente hábil en varias áreas. Sin embargo, lo que concernía a las labores de limpieza no resultaban ser su fuerte.

La noche anterior, la cazadora había tenido la estúpida creencia de que se le obligaría a trabajar en el área de la cocina. Estúpido pensamiento. Como si Dimitri fuera tan tonto como para permitirle el libre acceso a un arsenal completo de armas.

Solo el infierno sabio de lo que Selene seria capaz si colocaban tal armamento entre sus frías manos.

No. A la bella cazadora se le había asignado otra clase de tareas, las de la limpieza. Precisamente el lavado de la ropa de cama de todos los cuartos del castillo, ya que aquello parecía ser lo único que no lograba arruinar por completo.

Con el ceño ligeramente fruncido y los labios firmemente apretados, Selene se paseaba por los patios internos del castillo, haciendo un esfuerzo poco humano mientras buscaba la manera de colgar de manera adecuada las pesadas telas mojadas que ella misma había fregado a mano.

Tenia que hacerlo de manera perfecta para evitar tentar el mal genio de Ramona, una vieja licántropo que estaba a cargo de las labores de los criados. Cuyo carácter era capaz de poner a temblar a todos los dioses.

—Creo que mi hermano no entiende el concepto de poner a sudar a una dama—canturreo Castiel.

Selene alzo la mirada, encontrando al hombre reclinado contra una pared del castillo mientras comía una manzana roja con una mezcla de elegancia y sensualidad. Sus ojos azules clavados en ella, incapaz de perder un solo movimiento de su cuerpo.

—Dimitri tiene un humor algo extraño—respondió ella sin ánimos de seguirle el juego. El trabajo la estaba agotando y no era ni siquiera el mediodía.

Castiel la observo lentamente, antes de apartarse de la pared y acercarse a ella con diligencia. Antes de que Selene pudiera decir una sola palabra, el lobo puso la manzana en los labios de la cazadora y arrebato el montón de telas de sus brazos.

—Descansa un poco, yo me ocupo—ordeno el de manera tranquila pero firme.

—Las telas deben estar colocadas de cierta forma para evitar que...se arruguen—se apresuro a decir la cazadora, pero le fue suficiente lanzar solo una fugaz mirada para admirar el perfecto trabajo de Castiel.

Con una sonrisa orgullosa y arrogante, el lobo le guiño el ojo, mientras colgaba las telas a gran velocidad y con excelente precisión.

—Aunque te cueste creerlo, no soy solo una cara bonita, también puedo ser de ayuda—canturreo Castiel con gran alarde.

Selene no perdió la oportunidad para tomar un necesario descanso, sentándose en el suelo junto a la pared más cercana del castillo.

>—Debiste haber hecho enojar mucho a mi hermano y Ramona para que te enviaran a hacer este trabajo.

—Tengo un don natural para hacer rabiar a las personas—respondió Selene con simpleza alzando sus hombros—. Es cuestión de tiempo antes de que tú también te encabrones conmigo.

Los labios de Castiel se alzaron exhibiendo una hermosa sonrisa de dientes perfectos. Sin embargo, si mirada estaba posada en las telas que seguía colgando con gracia y elegancia.

—Dudo que eso ocurra, Selene... veras, hay un secreto no tan secreto...—comenzó a decir el mientras dejaba por un momento la labor para centrar por completo su atención en ella. Esa atención depredadora y letal—, yo siempre estoy enfadado con todo el mundo, constantemente, pero por alguna extraña razón cuando estoy cerca de ti me siento... tranquilo. En paz.

La cazadora lo observo con detenimiento durante algunos instantes, buscando la manera de descifrar la mentira que se podía ocultar detrás de aquellas hermosas palabras. Pero no la detecto.

Selene no sabía que responder, que decir. A ella jamás se la asociaba con la paz. Todo lo contrario, era el llamado de la muerte lo que salpicaba su existencia.

Para fortuna de la bella dama, Ramona ingreso al jardín. Lo primero que capto fue a la cazadora sentada en el suelo comiendo la manzana que Castiel le había obsequiado. Al instante el rostro de la mujer se volvió rojo de rabia.

Sin embargo, cuando su mirada viajo un poco más allá y se encontró con la presencia del lobo, aquella furia incontenible se convirtió en terror. El cuerpo de la mujer se sacudió ligeramente, y su rostro se volvió pálido.

—Señor, no sabia que se encontraba aquí—comenzó a decir Ramona con cierto temblor en su voz—. Venia a buscar a la señorita para asignarle nuevas labores.

"Señorita". Desde que Ramona la conoció hacia un par de horas atrás, en ningún momento la había llamado señorita. Incluso había insinuado de manera directa su semejanza con animales salvajes, pero ni por casualidad la llamo señorita.

—Es una pena, pero deberé arruinar sus planes. Requiero de las habilidades de la "señorita". Por lo que resta del día yo me ocupare de ella—canturreo Castiel con desinterés, mientras colgaba la última tela que sostenía entre sus fuertes brazos.

Ramona se quedó rígida, su boca se abrió ligeramente mientras observaba estupefacta a uno de los lobos mas poderosos de todos realizar labores propias de la servidumbre.

—Señor... no quiero sonar impertinentes, pero el alfa me pidió asignarle tareas que ayuden a mantener en funcionamiento del castillo, para que se gane una digna estadía en el castillo—explico la mujer con terror brotando a través de los poros de su piel.

—Y así será, madam... vera, las habilidades de Selene como cazadora están siendo desperdiciadas en trapos sucios. En especial cuando hay un come pieles en el bosque.

>Un come pieles< pensó la cazadora, y al instante comprendió porque Castiel estaba allí.

—¿Un come pieles? —pregunto con cierto temor la mujer, mientras tragaba duro.

Y su reacción no era exagerada. Aquellas criaturas eran letales. Y tal como lo decía su nombre, su peculiar dieta los volvía altamente peligrosos para los lobos. Un rasguño de sus garras venenosas y el licántropo perdía su habilidad de transformarse por varias horas.

—Así es, madam... y me temo que requeriré de las habilidades de la señorita para aniquilarlo—comenzó a decir Castiel avanzando hacia Selene, a quien le ofreció su mano para ayudarla a incorporarse.

La cazadora la tomó encantada, por fin iba a poder desquitar toda la rabia que llevaba acumulada en su interior desde que había llegado al castillo. O al menos eso creyó, hasta que el lobo agrego...

>—¿O en que otro lugar podre conseguir una carnada tan perfecta como ella?

Selene se quedó rígida. Ella no iba a ser la cazadora ese día... seria la presa.

Esclava del AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora