XVII ★ Miracle Illusion; Fantastic Illusion

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Acometió de nuevo el suelo y lo resquebrajó. Ahora no paraba de embestir el terreno con ambas manos, como si en el centro de la Tierra hubiese un precioso tesoro. Lo hubiese o no, Deragah quería su tesoro, sentía que su auténtica ama lo premiaría si continuaba con lo mismo. Casi podía escuchar a su alma regocijarse. Dejaba caer los puños al mismo tiempo, provocando terremotos, azotando cada vez más a los magos que, atónitos, observaban cómo movía esos colosales brazos. Los sobrecogía una gran zozobra con cada nueva acometida y el fuerte temblor que le seguía, esos estruendos continuos y ensordecedores los tenían en estado de estupor.
Permanecieron así hasta que Jaede reaccionó.
—¡Nereida, ¿qué hiciste?! —chilló llevándose las manos a la boca con terror.
—Yo nada, no hice nada —dijo la otra bruja. Estaba consternada y perpleja.
Jesús le lanzó una mirada de reproche y desdén.
—Nadie más que tú controla al Titán —dijo con brusquedad—. ¡¿Qué hiciste?! O mejor dicho, ¿qué está haciendo la cosa esa? ¿Por qué le pega al suelo?
Nereida se puso lívida de miedo. Sus ojos estaban muy abiertos, fuera de las órbitas. Jaede notó que le temblaba el labio inferior, y es que a ella también le temblaba. Sólo que Jaede no sentía la misma angustia y ansiedad que Nereida.
—Sí fui yo —dijo por fin Nereida—. Pero no fue mi intención, ¡lo juro por mi madre! Me salió de repente. Y-yo… yo… pensé en que… quería que este pla-planeta estallara cuando me dominó la ira… y, y parece que de alguna manera Deragah está cumpliendo mi orden, la orden de su ama. ¡Ya le estoy pidiendo que se detenga, pero no lo hace! No sé cómo detenerlo.
Haber pensado eso fue garrafal, ya no había remedio, y si lo había, tenían que buscarlo de inmediato, antes de que el Titán de la Bruja Innombrable lograra su cometido, haciendo estallar el planeta Tierra junto a sus más de siete mil millones de habitantes humanos más el resto de seres vivos, todos, seres inocentes que nada tienen que ver con el Titán Mágico o las brujas de otra galaxia.
Si Nereida no podía controlar al Titán, la Flauta Mágica podría, fue lo primero que pensó Taflau al ver el instrumento sujeto a su cinturón. Tomó la Atualf poniendo en su lugar la varita mágico de plástico. Rápido sacó el bloque del bolsillo de la sudadera; lo había escondido en caso de que Nereida les quitara la flauta, así no podría tocarla. Lo colocó entonces donde debía ir.
Sólo una melodía se le venía a la mente, una que no supo por qué no tocó antes, si era una de las que más solía tocar en secundaria, y de las primeras que aprendió: Yūsha No Fue Tapion No Tema, compuesta por Shunsuke Kikuchi. Esa hermosa melodía que infunde tristeza.
—Nereida —llamó, y la bruja se volvió a él—, ¿crees que con la flauta lo podamos controlar?
Nereida no respondió de inmediato, se levantó primero. Llevaba las manos en la entrepierna, por nada quería que se le levantara la túnica. Le escrutó el rostro al muchacho, pues, dadas las circunstancias, esto ya era un acuerdo tácito para unirse y detener a Deragah.
Nereida tenía que llevárselo, entregarlo a los Nuzashii y recuperar la flauta, sin embargo, con el Titán descontrolado tratando de destruir el planeta donde se encontraban, era difícil hacer todo aquello. Pero les había prometido el Titán Mágico a los magos del Clan Gaderiln, sin contar que necesitaba la Atualf para resucitar a sus seres amados y al despreciable de Gadelín. Para nada quería recurrir a la necromancia, ya bastante era usar magia durmórica como para usar magia diabólica. Una regla general de los Magos Lóbregos era no hacer muchos tratos con los Demonios del Averno.
Nereida temblaba de pavor.
«No quiero que me pase lo que a la Señora Lóbrega», pensó.
Lo había escuchado en cuentos, mitos y leyendas. La caída de la Señora Lóbrega, nacida en Zaatírvahz y muerta en Kahûmez —o al menos eso se cree—, hija de una humilde bruja afiliada a la Casa de Ahumit y… del mismísimo Durmor.


De Kyojin no ken ga sakuretsu!! Kaūmezu no Deraga! (¡¡Explota el puño del Titán!! ¡Deragah en Kahûmez!), por Kósee Eskyam:
[…] Mientas la Señora Lóbrega se regodea de su aparente victoria, al final muere por el propio Deragah cuando la aplasta con su enorme pie. Pero se rumora que Hrughon es quien murió de ese modo. Lo único que se sabe es que el planeta Kahûmez y la Bruja Innombrable dejaron de existir.
En el controversial pergamino del Rey Hechicero que fue hallado oculto en el planeta Genten se habla de un combate entre la Señora Lóbrega y Aromus Gaderiln mientras Deragah arrasa la ciudad y se enfrenta al Rey Hechicero. Pero como se cree que el pergamino es falso, no puede asegurarse.
[…]
En conclusión, la Señora Lóbrega murió por culpa de su propia creación y no tuvo escapatoria.


—Dudo que sea útil —dijo Nereida por fin—. Se dice que la última vez ni la Bruja Innombrable pudo controlarlo, pero A. Gaderiln sí uso la Atualf, y sólo Güoh sabe para qué, si al final Kahûmez terminó reducido a polvo.
Jaede ahogó un gemido, temblando de pies a cabeza.
—Jesús…, no me quiero morir, hay que hacer algo. ¡No quiero morir!
—Yo tampoco, ni quiero que tú te mueras. Tú tranquila y yo nervioso, mamacita. —Jesús le sonrió con toda seguridad, tampoco sabía si funcionaría tocar la Flauta Mágica, pero quería que Jaede estuviese tranquila.
La tranquilizó un poco, eso fue lo bueno.
Nereida no pudo evitar ver eso, ahora mismo también necesitaba que la tranquilizaran, lo deseaba con todo el corazón. Jaede tenía a alguien, ¿y ella a quién?
Taflau se llevó la Atualf a los labios, empezando a tocar. La gracia con que movía los dedos cautivó a Nereida. No obstante, fue la melodía lo que cautivó a ambas brujas, haciéndolas sentir acongojadas. Y algo Nereida notó fue que la melodía que tocaba Taflau se parecía un pelín a la tan conocida melodía El lamento de la estrella alta, algo hermoso porque la música no dejaba de ser mágica.
Había un problema, Deragah ya no se bamboleaba al recibir las notas, de verdad la melodía no surgía ningún efecto.
Pese a eso, Taflau continuó tocando la Flauta Mágica.

Jaede se plantó frente a su prima, mirándola con dureza entre las lágrimas. Procuró estar firme ante los temblores del suelo.
—Tenemos que hacer algo también —replicó—. Nosotros pensábamos hacer el hechizo que lo detuvo la última vez, el hechizo Miracle Illusion. Tú podrías conjurarlo.
Nereida esbozó una sarcástica sonrisa.
—Las leyendas son imprecisas, Jaede. Ese hechizo sirvió poco o nada. Intenta hacerlo, pero de nada te servirá, te lo aseguro. ¡Aaah! —soltó de repente cuando el suelo se sacudió con violencia—. Si no tuviera que llevarme a Deragah me habría ido ya.
—¡Haz el hechizo, algo podría resultar! En Historia de la Magia de Zura dice que lo usaron para vencer a Mavetta.
—También dice que es sólo un rumor de los pueblerinos de Gahkanetda, ¿no?
—Ay. Sí, bueno… Pero inténtalo. A mí me saldría mal… o no me saldría.
Nereida soltó una carcajada, se había puesto en marcha y se dirigía al Mango Flautista.
—Bruja inútil —musitó.
Jaede la miró con ojos tristes, preguntándose el porqué de ese afán de ser tan mordaz con ella, si nunca le hizo algo malo. ¿Sentía acaso influencia por el tío Tidón?, no lo sabía, pero después de todo era su hija. Supuso que le había heredado esa parte de su carácter.
En ese momento se sorprendió, pues se percató de que a Nereida se le levantaba la túnica, mostrando sus blancos y firmes glúteos. Antes de que Jesús también los viera, Jaede apuntó a su prima con la varita y, esperando que resultara, conjuró:
—Mašu apparehre umhe, bragas.
Con eso hizo aparecer unas bragas ya puestas en Nereida. Quien se paró junto a Taflau, trastabillando al andar. Jaede los observó desde atrás. En su mente sólo estaba una cosa: el hechizo Miracle Illusion. Creía con fervor que esa sería su salvación, nada más que eso.
Taflau vio a Nereida con el rabillo del ojo, la veía con recelo, ya que bien podría arrebatarle la flauta y marcharse así nada más. Estaba bien desconfiar de Nereida Gadelín, después de todo, en parte, sí era como su padre. No podía hablar con ella, estaba tocando la Atualf, repitiendo la melodía una y otra vez, sin embargo, seguía sin surtir efecto en el Titán Mágico.
No dejaba de estremecerse el suelo.
Deragah se encontraba dentro de un cráter donde antes cruzaba la Carretera Federal 85, cerca del Centro Regional de Protección Civil y una gasolinera de Petróleos Mexicanos. Todo el asfalto estaba destrozado, el Titán Mágico acometía el suelo, partiendo la tierra con su inmensurable fuerza.
—Nahderilnizö… —llamó Nereida— ehm, quiero decir, mago Jesús. Repite lo que yo diga, pero obvio, hazlo en tu mente. Atacaremos a Deragah, imagina que sí le causas daño con las notas.
Taflau asintió, volviéndose a ella con la boquilla de la flauta en la boca.
—Naturz Murtelz. —Entonces, Nereida apuntó con la varita al Titán Mágico.
«Naturz Murtelz», repitió Taflau en el pensamiento, imaginando lo que la bruja le pedía. Pero era extraño lo que sentía cuando imaginaba que le causaba daño a Deragah.
Desde la punta de la varita mágica de Nereida y de la Atualf emergieron notas musicales que, vaporosas y lumínicas, flotaron dirigiéndose al Titán Gaderag, cada vez con más celeridad. Las notas musicales vapulearon el gigantesco cuerpo del engendro de magia lóbrega, haciéndolo oscilar.
«¡DASH! ¡DASH! DASH, DADADADADADA…»
Con eso sólo lograron molestarlo, provocando que Deragah intensificara el seísmo que estaba creando con cada uno de sus puñetazos. El Titán Mágico golpeaba la corteza terrestre como un gorila exacerbado que azota el suelo de las junglas de Afkáan. (A Taflau por un momento, si acaso, le pareció a un Ōzaru).
Nereida y Taflau en definitiva no estaban logrando nada, y si nada eficaz hacían para detener a Deragah, terminaría haciendo colapsar al planeta entero.
¿Sería este el fin de la Tierra?

Jaede se sentía inútil, la más inútil de las brujas, de aquí o la Galaxia Zura o de cualquier otro sitio. Ya no se sentía como Megumin, sino como Aqua. Se imaginaba a Jesús pensando: «Aah, mi bruja inútil.» Nereida tenía razón cuando dijo: «Bruja inútil». Los hechizos le salían mal, cómo no, aunque no se puso a pensar que desde que llegó a la Tierra fueron pocos los hechizos que le salieron mal. Introdujo a Jesús en su mente, en las lecciones de magia la mayoría de hechizos resultaron.
¿No había sido ella quien usó un hechizo que ni siquiera viene en el Libro de hechizos de Zura?
¡Por Güoh santo, acababa de hacer aparecer unas bragas puestas en el desnudo trasero de Nereida! Eso es muy complicado.
Una bruja inútil ni de broma habría hecho todo eso. Si alguien podía hacer el hechizo Miracle Illusion sería ella, nadie más, los demás estaban ocupados.
«Mi Jae. Encuentra valor en ti y podrás hacer lo que te propones», le dijo mamá una vez.
Jae apretó los labios y arrugó el entrecejo. Caminó unos pasos, y al mirar hacia abajo reparó en el Cetro Mágico de la Bruja Innombrable. No lo pensó dos veces y lo pateó lejos.
Primero, respiró profundo y con toda seguridad conjuró:
—Mašu apparehre umh, libro.
«FLUP»
Hizo aparecer Conjuros de la Novena Edad, hechizos y sortilegios míticos y reales, por Koreh Divoaa. Era el libro perfecto para esta situación. Buscó y buscó el hechizo que necesitaba, sin duda se halla en este viejísimo libro que por años tuvo guardado su madre. Con un «Surge» hizo levitar el libro frente a sí.
Allí estaba, impreso sobre las vetustas hojas amarillentas, el conjuro necesario, escrito su mayoría en eirrenglet, bajo donde se leía «MIRACLE ILLUSION», junto a un detallado (y erróneo) dibujo de la Flauta Mágica de Mortuh.
Arce estaba más que lista para pronunciarlo. Apretó la madera de su varita y frunció más el entrecejo. Vaciló más de una vez, pues el suelo no paraba de temblar. Y qué si vacilaba al estar de pie, estaba segura de sí misma y hubo encontrado mucho valor.
Procuró mostrarse decidida ¡Ella podía! Por último, puso en marcha su imaginación, e hizo fluir magia. El maná le salía por todos los poros, era una sensación de calidez que se intensificaba en la punta de los dedos que sostenían la varita.
—Something mysterious! —comenzó el cántico, aunque su voz era amortiguada por todo el bullicio— and enchanting… like a world of dreams! Something fantastic! A throbbing emotion, at this moment, is the magical energy that is needed for a fantastic illusion. This is not any miracle, because in my hands the Miraculous Illusion awakens. Irušeon Marnettbar. The magic dances with emotion in my chest, already, dance more. It is something unique and mysterious, the unknown world! Fantastic! We will mix this throbbing emotion!, creating synergy with the Fantastic Illusion. Irušeon Wow. I can’t stay still, not anymore, for one more chance. This is no longer just any miracle, someone will connect the Enchanting Magical Fusion to me to carry out this… Miraculous Illusion!! MIRACLE ILLUSION!!
De improviso disparó algo de la varita mágica, Arce lo notó con asombro. Luces y más luces, de distintos colores, las había rojas y amarillas, verdes y naranjas, azules y rosas y también púrpuras, todo un espectáculo.
Era un espectáculo mágico, como un show de magia, uno del que Naere y Daele estarían muy orgullosas. Magia en todo su esplendor, que se precipitó hasta alcanzar a su objetivo. Refulgentes destellos que pasaron sobre la bruja y el mago que estaban delante, surcando el nítido cielo de Ciudad Mante, que se iluminó con la magia de Jaede Arelín. Nada tan hermoso, salvo la luna terrestre —que hoy se veía de un mágico color naranja, brillando como una singular sonrisa—, había iluminado de esa manera las letras de «EL MANTE».
Nereida y Jesús tan sólo observaron, boquiabiertos.
«¡DOOOOOOH!»
Deragah se volvió a las luces con incredulidad, invadido por el miedo. Se quedó incluso con los puños levantados, sus ojos rojos se iluminaron y fueron cegados por todas aquellas luces que parecían producir un hermoso canto celestial de voces femeninas.
Jaede lo observó mejor que nadie, pues Nereida se cubrió y Jesús estaba encandilado.
—That’s amazing! —dijo contemplando su obra.
«¡KAAAAH!»
Posterior a eso, los terminó cegando a todos una deslumbrante luz blanca, intensa, cálida y poderosa, al puro estilo de Jhavâh Güoh. A más de uno le dolieron los ojos, aun teniéndolos cubiertos ya fuese con los antebrazos, las manos o simplemente por los párpados. Lo que pasó después fue impreciso para algunos de ellos, los tres magos se hallaban agazapados en el suelo, sin saber qué pasó con el Titán.
Dejó de estremecerse el suelo, incluso después de aquel deslumbre. Pero nada veían, no oían nada. De haber visto algo habrían visto al Titán Gaderiln sufriendo, arrojando llamadas por ambas rendijas nasales, fuego potente como el flujo del Sol.
Deragah sufría, estaba a gatas dentro del cráter que formó, rodeado, como todo lo demás, por una esposa niebla plateada. Emitía sonidos como los de quien quiere vomitar, y las arcadas no faltaban. Y más fuego de sus cavidades nasales, haciendo arder todo frente a sí como el aliento de un dragón. Destruyendo lo que se interponía al fuego de allí a cien metros, calcinando desde postes, cables, hierba, árboles hasta automóviles y muchísimo más, cualquier cosa o ser vivo que hubiese por la Carretera Federal 85 hacia el Austro. Entre más daño físico sentía el Titán Mágico, más se acrecentaba el fuego que arrojaba por la nariz, provocando más de ese ardiente y feroz viento septentrional.
Jaede, Nereida y Jesús escucharon el rugido del fuego, pero antes de que pudieran ver, porque lo que verían no sería al Titán arrojando fuego y dando arcadas, sino algo distinto e igual de espeluznante. Entre parpadeos con ojos doloridos pudieron observar al imponente Deragah, el Titán Mágico de la Señora Lóbrega de los Nuzashii, elevando los puños, victorioso; enormes y poderosos puños como lo fueron en acción los de otro titán muy conocido, Satronus (Cronos), uno de los titanes graingos.
Ya no había ninguna niebla plateada, lo que sí, es que a unas quince leguas hacia adelante todo estaba ardiendo como cierta parte del mismísimo Seol…, y si esto continuaba, todo ardería igual o peor.

Nereida, horrorizada, se llevó las manos a la cara y se dejó caer hincada, con los nervios a flor de piel. Cuando menos se dio cuenta, alguien le rodeó los hombros, y al volverse a esa persona vio el serio rostro de Jesús. No le importó que fuera este tipo el que la abrazaba, incluso se lanzó a sus brazos llorando con todas sus fuerzas. Lloraba y lloraba, presa del pánico, sin siquiera tratar de hurtar la Atualf. Entre sus brazos pudo sentir que Jesús temblaba, con el corazón al límite, y no lo culpaba; incluso sintió cómo la estrechó con más fuerza.
—¡¡GGGUURRRRRGH!! —oyeron rugir al Titán de manera tremenda.
Jesús le miraba el negro cabello a Nereida, hasta que ésta levantó la crisma para mirarlo.
—Este mundo ya no tiene salvación. Jesús…
—De un tiempo para acá… ya no la tenía —dijo Jesús sin pensar—. ¡Pero!, ¿por qué dices? ¿Enton’s Titán sí lo va a de-destruir? ¿Va a explotar la Tierra? —Se le llenaron de lágrimas los ojos, y habría llorado de no ser porque estaba acostumbrado a reprimir el llanto.
—¡¿Cómo que explotará?! —chilló Jaede a sus espaldas, mientras Jesús soltaba a Nereida—. ¡Ya nos ensacó el trol!
Allí Jesús se dio cuenta de que fue como cuando abrazó por primera vez a Jaede, porque sintió cómo al alejarse de ella, Nereida se le acercó un poco, como si no quisiera alejarse.
Ambos se volvieron a Jaede, con semblantes tristes en su máximo esplendor, provocando el mismo efecto en ella.
—¡Jaede! —exclamó Nereida en cuanto la vio, y se precipitó hacia ella.
Por fin, después de todo, hubo un abrazo entre Jaede y Nereida, un abrazo sincero por ambas partes. Una lloraba de miedo, decepción y arrepentimiento, mientras que la otra lloraba entre una mezcla de sorpresa y felicidad. Un abrazo de hermanas, como alguna vez se abrazaron Daele y Naere. Una de las cosas más emotivas que Jesús pudo presenciar, y por lo que sí soltó una lágrima, que cayó desde su ojo derecho.
Sí, un momento emotivo, sin embargo, efímero. Lamentable pero cierto. ¿La razón?: Deragah.
«¡¡¡BAAAHTTUUUUHMMM!!!»
El suelo se estremeció como nunca, como si hubiese desatado el peor de los terremotos. El suelo se partió en grandes grietas que vistas desde arriba se asemejaría a rupturas en un espejo, igual a una enorme telaraña.
Jaede, Nereida y Jesús —tumbados sobre la calle— no quedaron cerca de ninguna grieta, por suerte. Eran grietas muy profundas y oscuras, pero en parte como las fauces de un dragón.
«¡¡DOOZUUUH!!»
A lo lejos, las brujas y el mago pudieron ver, con un pavor inmensurable, cómo de una grieta salía expulsada una gran cantidad de magma. Si Ciudad Mante ya era un lugar bochornoso… las temperaturas que alcanzó otrora no se comprarían a lo que estaba por venir; si acaso las del eón Hádico. Más y más expulsiones de lava desde las grietas. Esto hizo cambiar por mucho el aspecto del cielo.
«¡DOM! DOOOH ¡DOH! DODODODOH»
Piedras y escombros y pedazos de tierra volaron por el aire. Al ver esto, Jesús se sintió el hombre más miserable del mundo, y un extraño sentimiento se le quedó en el pecho, se le hizo un nudo en la garganta y estómago. Se pasó una trémula mano por la cara, implorándole a Dios que esto no fuera cierto. No obstante, lo era y estaba sucediendo. Jesús ya no supo ni en qué pensar, era el fin.
—¿Ya no queda nada que hacer? —masculló con ansiedad.
—No sirvió de nada mi hechizo —se lamentó Jaede entre lágrimas; sin saber que no era así.
—Sirvió en parte —dijo Nereida—. Mira, Deragah se vuelve transparente, incorpóreo, aunque sea por unos segundos, observen.
—¿Por qué? —preguntó Jesús, embelesado.
Nereida suspiró y se volvió a él, mirándolo con cierta compasión, ya que profirió las palabras con un tono peculiar.
—Es… como si el fragmento de alma que tiene quisiera abandonarlo para… para ir a donde pertenece, al cuerpo donde está el resto de alma. Podrá estar completa, me parece.
Jesús sintió las lágrimas empujando con mayor fuerza, no quería derramar ninguna más, pero lo hizo. Tuvo que cubrirse los ojos con el antebrazo para disimular. Podía sentirse feliz por esa alma, aun cuando sentía que le faltaba algo que lo complementara a él.
—De algo sirvió el hechizo, Jaede —dijo Nereida—. Pero bueno, ese hechizo no sirvió de nada cuando Gaderiln lo usó con Deragah en Kahûmez. ¡Hahh! Ahora este planeta va a terminar como Kahûmez.
Jesús empezó a hiperventilarse. Apenas y escuchó lo que Jaede dijo, lo cual fue:
—No queda de otra, tenemos que huir. —Se volvió a Nereida—. Hay una nave varada en el Segundo Cielo, es allí adonde debemos ir ahora. —Se volvió a Jesús—. Lo siento mucho por tu planeta, pero no hay remedio… y, en especial, lamento mucho esto por tus seres queridos, Jesús, perdón, pero es así, no hay remedio.
—No… ¡Noo! Algo se ha de poder hacer. Jaede, hay que hacer algo. Hacemos magia, ¡con la magia se puede hacer cualquier cosa! ¡¡Tenemos que salvar el planeta!! ¡¡Hay que salvar mi planeta!!
Jaede se abalanzó a Jesús y lo abrazó con fuerza, llorando a borbotones. De verdad no había remedio, al menos no algo que ellos pudieran hacer.
Nereida, a regañadientes, puso su mano sobre el hombro del muchacho como condolencia; no se atrevía a abrazarlo.
—A una nave estelar varada en cosmos —dijo, observando el cielo ahora encapotado con matices rojos y naranjas. Tenían que transportarse al Segundo Cielo, y allá arriba estaba.
—Así es. Conocí a unas personas que prometieron ayudarme a escapar de esa manera. ¡Vámonos! —Jaede le ofreció la mano a Nereida.
La chica no sólo se negó, sino que también retrocedió, mostrando una tenue sonrisa. Con un movimiento de su mano hizo aparecer un libro, un grimorio, de apariencia arcaica, encuadernado en cuero negro, de hojas viejísimas (con algunas saliéndosele). Se lo entregó a Jesús.
—Es el Dahir Lîber. Úsalo junto con la flauta, tú sabrás cómo —le dijo—. Se lo pedí a un amigo por si acaso, y por lo visto te será útil. Es lo menos que puedo hacer por lo que he causado.
Jesús, muy pasmado, lo tomó, siendo visto con extrañeza por Jaede. La cual quiso acercarse a su prima, no obstante, por dos razones no pudo: Nereida los encerró en una burbuja y retrocedió aún más.
—Si tienen hijos… no les pongan ninguno de mis nombres —dijo, aséptica—. Y rueguen por no volver a toparse conmigo si salgo viva de esta. —Volvió sus ojos al lúgubre rostro de su prima, un rostro bañado en lágrimas—. No dejas de ser miedosa y llorona, tampoco tienes remedio, Jae. Madura, ya no eres ninguna niña. No, mujer. —Entonces, con franqueza, y sin que sintiera luego un regusto amargo o se arrepintiera, declaró—: Te amo, Jaede. —Y antes de que Jaede dijera algo, les apuntó con la varita, sonriendo entre lágrimas. Así conjuró—: Lehe’alem.
«¡FLUP!»
Arce y Taflau desaparecieron.
Nereida se quedó como tanto le gustaba y disfrutaba (al menos hasta abrumarse), se había quedado sola. Amaba la soledad y a su vez la detestaba, pero, llevando a su madre y a tía Daele en el corazón era suficiente para estar acompañada. Y más acompañada aún por lo que sentía por Jaede y por lo que Jaede sentía por ella.
Contempló el cielo de este mundo en ruina.
—Cuídense el uno al otro…, es lo único valioso que tienen, no lo pierdan jamás, por favor. Háganlo, ¿ér-ém?


~※~
Estaban en la astronave Hoctavóneo. Las paredes eran de metal, plateadas, y el suelo lo era igual; sólo que era lustroso y de color negro, con franjas blancas de luces de neón cerca de las paredes por el pasillo. Jesús vio con claridad un escenario digno de Star Wars, estaba en una nave espacial. Habría contemplado maravillado todo a su alrededor de no ser porque estaba estupefacto. Cayó sentado sobre el frío piso; su varita rodó y la Atualf quedó como adherida al suelo al igual que un anillo pesado o magnético.
Jaede hizo un gesto de abatimiento, suspirando. Por lo visto no había nadie en el barco espacial.
—Me dijeron que permaneciera aquí en caso de no haber nadie —dijo la bruja—. No es seguro, pero podrían encontrarnos los policías de estas aguas. Espero que así sea.
—¿Policías? —se preguntó el muchacho casi sin voz.
—Ah, lo que pasa es que los dueños de este barco me permitieron venir aquí en caso de emergencia, y esta es una emergencia. Lo mejor será a que nos encuentren…, aunque estemos bastante lejos de todo lo demás. El señor y la señora Dok-Rab son dueños de esta astronave, ellos me dijeron que podía confiar en el oficial Rotakaa N. D., así que vamos a esperar en este lugar, Jesús.
Éste se acercó a una de una ventana en forma de rombo de más de dos metros de altura, que estaba cerrada, tenía algo negro en forma relámpago, cosa que se deslizó con un ligero toque de los dedos del muchacho. Él saltó, retrocediendo, pero volvió a acercarse en cuanto vio con toda claridad el Segundo Cielo. Más bello que en las fotografías de la NASA, parecía tan irreal.
Y fue más irreal observar a tres mujeres con ropas majestuosas flotando allá afuera. Una se asemejaba de sobremanera a la idol y modelo Noel Hayase, y emitía un brillo amarillo. Le sonrió, una sonrisa divina. Pero no como la sonrisa de la mujer que emanaba luz anaranjada, cuyo físico era parecido al de la actriz y modelo Suzuka Chinzei. Una peculiar sonrisa juguetona que por un breve instante mitigó la pena del terrícola. Entonces se fijó en la otra belleza, equiparable a la de la actriz Hiyori Sakurada, rodeada de luz rosa. Ésta última cambió su semblante aséptico por una gentil sonrisa.
Lo que Jesús, patidifuso, no esperó fue escucharlas.
—Gracias por salvar el universo, Jesús —dijo Sehto Anorenyï con esa iluminada sonrisa.
—Gracias por salvar la estrella —manifestó Qhito Erow haciendo una ligera reverencia.
—Buen trabajo, querido Ilev —expresó Cuhto Kāširemo asintiendo con la cabeza.
Después, Anorenyi, Erohu y Kaashiremo dijeron al unísono:
—Desahoga tus penas, descansa a la sombra del arce.
Jesús curvó los labios hacia abajo, ya no sabía cómo se sentía, era como si una parte de su alma hubiese desaparecido. Le dolió el corazón, su espíritu flaqueó, pues su alma se sentía dañada, muy dañada. Jesús se sentía tan dañado que toda lágrima en él, incluso las lágrimas congeladas, reprimidas por años, le anegaran los ojos, era imposible retenerlas más, no pudo evitar que se desbordaran y brotaran.
El mago Taflau lloró a lágrima viva.
—¿De verdad… la Tierra se destruyó? —sollozó, mirando a Arce, aunque sabía la respuesta.
Jaede hizo un gesto compungido.
—Lo lamento tanto, pero, se redujo a polvo, todo el planeta y lo del planeta. No sabes cuánto lo siento, Jesús, perdóname de verdad, yo no quería que esto sucediera.
—Debería estar feliz porque me sacaste de Latinoamérica —dijo, bastante serio, entre chorros de lágrimas, y al cabo gritó—: ¡¡Pero ya no existe Latinoamérica!! ¡Uuuuh, hu, hu!
—Acepta lo que ha sucedido —dijo Jaede, solemne—. Lo que hicimos estuvo bien, hicimos lo que pudimos. Tú y yo estamos con vida…, al menos salvamos nuestras vidas, fue lo menos que pudimos hacer, Jesús. A veces sólo tienes que dejarte llevar por la corriente. Aceptar lo que el hado ha decidido. Güoh sabe por qué hace las cosas y cómo las hace. Lamento que ya no te quede nada de lo que amabas en tu mundo.
Jesús volvió a caer al suelo, con las manos sobre la cara.
«Nunca iré a un concierto de Rammstein; no terminaré de ver nunca Zombie Land Saga Revenge; tampoco conoceré a Kaede Hondo ni me casaré con ella. Ya no podré ir al cine, ni ver si Dragon Ball. Ay, mis mangas, mis libros y mis… Ya no veré a nadie de la Tierra, a nadie.»
Se intensificó el llanto. Incluso se llevó las manos a la cabeza, tumbándose la gorra, y se mesó el cabello con rabia. Jaede se acerco a tiempo antes de que se rasguñara la cara, no supo de dónde sacó fuerza para alejarle  las manos, pero lo hizo.
—Me-me sentía solo, sin amor… y tenía mucho, ¡ahora no me queda nada! —sollozó Jesús, sintiéndose sumamente impotente—. No los pude salvar… ¡Aaah! Ya ni el cielo azul voy a poder ver. Me gustaba mucho el color azul del cielo. Me gustaba ver la Luna y las estrellas, ver al Sol meterse… ¡Y se murieron todos! Mi familia, mis amigos y hasta la que me gusta. —De improviso tomó a Jaede por los hombros—. ¡¡No pude salvar ni siquiera a Kaede Hondo!! ¡¡A mis papás tampoco!! ¡¡Aaaah, aaah, ja, ja!! Uuuh… Ngh…
Jaede se arrodilló frente a él cuando lo vio dejarse caer con desgana. Impulsivamente lo envolvió en un cálido abrazo, uno amoroso y que procuraba que fuera reconfortante.
—Prometo no dejarte solo, Jesús —manifestó con toda sinceridad—. Tendrás posada en mi casa y procuraré que nada te falte. Por ahora llora, desahógate, no es bueno guardar la tristeza.
Y lloraron juntos, aunque el llanto de la bruja no se comparaba en nada al del terrícola. Permanecieron unidos en ese abrazo durante un largo rato, hasta que Jesús se sosegó un pelín. Entonces, Jaede lo miró, con el rostro entre su pecho y el hombro, y le dijo:
—Algo de música te hará sentir mejor. Préstame tu celular, por favor.
—No tengo ganas de oír música. Todos los cantantes y músicos que escudaba ya se fueron a hacerle compañía a Freddie Mercury. Me voy a agüitar más —repuso. Sin embargo, aun así le entregó su celular ya desbloqueado con la huella digital.
A pesar de todo lo ocurrido, su celular estaba intacto.
Jaede lo tomó y enseguida se metió a la aplicación de reproductor de música, buscó y hasta que encontró una canción que por el título le llamó la atención.
En ese momento, Jesús dijo:
—No vayas a poner una de las que me gustan.
Todas las canciones que tenía en su teléfono celular le gustaban, por hoy era lo malo.
Jaede se había decidido por una del grupo de idols i☆Ris, así las voces de Saki Yamakita, Yū Serizawa, Himika Akaneya, Yuki Wakai, Miyu Kubota y Azuki Shibuya rebosaron en cada rincón de la nave estelar etreumujyin cuando empezó a sonar FANTASTIC ILLUSION.
La música en japonés mitigó las penas. Taflau pasó de tener mucho a tener poco, aunque no lo era tanto, tratándose de la bruja Jaede, hija de la señora Daele Arelín, que habitaba el planeta Wizgokou en la Galaxia Zura.
En cierta medida, todo estaba mejor, te lo aseguro. Sabe Güoh que Nereida Gadelín escapó con vida; sin embargo, Deragah el Titán Mágico hubo muerto aquí, en la Vía Láctea. Se le dio fin a la aberración de la Bruja Innombrable, a esa abominación con sangre de un akertano y un fragmento del alma de una virgen etreumana, ambos almas gemelas; con magia lóbrega del Señor Oscuro y energía de distintos Míspar Qossemih. Por el momento era poco por qué preocuparse.
Así concluye la historia de… Jaede y la Flauta Mágica.

Gaderiln -Taflau- I. Jaede y la Flauta MágicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora