Apéndice II ★ La bruja y los etreumujyin

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Sólo había sido una vez que Jaede vio un barco espacial, cuando tenía tan sólo cuatro años, un día que estaba viendo el cielo de Wizgokou junto a su madre. Fue sólo Daele Arelín quien supo que se trataba de una nave individual del tan conocido Ejército Estrella; lo que quería decir que la Nodriza Roja del Ejército Estrella se encontraba cerca de la Galaxia Zura en aquella ocasión.
La señora Arelín le explicó a su hija qué era aquel desconocido objeto metálico que pasó rozando las copas de los árboles del bosque Rowlkieng. Al principio le dijo a su hija que se trataba de una nave espacial etreumana, pero, terminó por contarle que pertenecía al temido Ejército Estrella, el cual, se dice, es liderado por un desconocido etreumujyin.
Pasaron los años y Jaede creció (un pelín), y al haber salido no sólo del sistema solar Mayikkū llegó al planeta Tierra en la Vía Láctea, fue allí que vio por segunda vez una nave etreumana, o bien, un barco espacial.
Sucedió en el año 10991, en el doceavo (freog), en el (mécsia) catorce del mes. Jaede la vio pasar al este, a lo lejos de donde tenía ubicada su casa de campaña, volaba casi siendo invisible, cualquiera no habría prestado atención como para percatarse de que una nave estelar surcaba el cielo raso y soleado de Ciudad Mante.
Era una astronave semejante a una horca multicolor de seis ojos azul marino. Era de color celeste y naranja, con algo de amarillo en la parte trasera y líneas amarillas a los costados superiores del lomo; delante también tenía amarillo: dos grandes cuernos amarillos que salían por debajo hasta arriba. Tenía también aspecto de avión, pues tenía alas dobles a cada costado, alas que podían desplegarse, así como planos de profundidad.
Jaede se volvió un instante a la calle que terminaba cerca de donde estaba, pensando en si su prima Nereida regresaría el día de hoy, pero no la vería, así como no la había visto desde aquel fatídico día nueve de freog. La volvería a ver el mismo día que vería de nuevo la Atualf.
Tenía la varita mágica en el bolsillo de su túnica amarilla con azul, podría irse con toda seguridad. Se acomodó el sombrero de punta y corrió tras la nave, que estaba bastante lejos.
Corrió y corrió. Por la velocidad que tomó su túnica —que le llegaba a los muslos— comenzó a ondear, pero en el terreno yermo cerca de los sembradíos de caña de azúcar no había quién le viera las bragas cuando se le levantaba la túnica.
Frunció el ceño. No sabía cómo se haría notar para que la nave espacial descendiera. Entonces la apuntó y a voz en cuello dijo:
—¡Zûraz!
De ese modo, de la punta de su varita salieron disparadas muchas luces refulgentes de color amarillo que volaron frente a la horca metálica. Cuando menos se dio cuenta, el barco espacial ya estaba virando a la siniestra. Venía hacia Jaede. Hasta este momento se lamentó por pensar que podría ser una nave del Ejército Estrella.
Venía acercándose cada vez más, más y más, pues parecía hacerse más grande.
Jaede infló las mejillas y se llevó las manos a los ojos, así meneo la cabeza como quien dice que no.
¿Y si había cometido un error?
Si eran Policías del Segundo Cielo, tal vez sólo se irían si les explicaba que era una bruja del lejano planeta Wizgokou.
Se tranquilizó de súbito sólo al recordar las palabras de su madre:
«La forma de diferenciar las naves del Ejército Estrella de cualquier otra nave es por los colores. Las del Ejército Estrella tienen colores naranjas, amarillos, rojos y algunas veces negros. Y tienen formas de estrellas, con puntas, no parecen platillos u otras cosas.»
El barco espacial no tenía más que naranja y amarillo, también tenía azul, así que si los de ese ejército prefirieron usar también colores azules, ésta podría ser una nave del Ejército Estrella y Jaede ahora se encontraba en graves problemas.
Jaede levantó el rostro para observar la nave espacial que se le acercaba, pero, para su sorpresa, ya hubo aterrizado justo delante de ella. Soltó un grito por la impresión.
«BUUUSHHH»
Un sonido extraño. Y una puerta se abrió, la puerta del costado derecho de la nave.
¿Qué clase de ser emergería de ella? ¿Sería sólo uno?
«TAH»
Bajó alora un hombre de un metro con setentaiocho centímetros; para Jaede era un hombre alto, ni Jesús era tan alto. Llevaba una capucha y una túnica, ambas de color café muy oscuro (Jesús hubiese pensado a primera vista en la vestimenta de los Jedi).
Jaede reculó atemorizada ante aquella figura intimidante, la misma que venía acercándose paso a paso, con un calzado grueso y pesado, de color marrón.
—Buen día esté teniendo usted —dijo con voz amable.
Eso no tranquilizó a la bruja, que lo miró con notorio recelo.
—¿Esa persona lanzó las luces amarillas? —preguntó una voz femenina que se oía cerca.
Lo que hizo que Jaede se sobresaltara. Había enmudecido, no sabía qué decir o hacer. Era sólo una estatua…, bueno, si las estatuas fueran trémulas y emitieran sonidos de asombro.
—¿Quién eres tú? —quiso saber el hombre—. Dame tu nombre y te daré el mío.
—So… soy una bruja. M-me llamo Arelín, Jaede. ¿Podría saber su nombre?
Pero antes de que él lo dijera apareció la mujer que habló hace un momento. Era una mujer igual de alta que el amigo terrícola de Jaede. Tenía el pelo negro y la piel aperlada. Sin duda era hermosa.
Jaede reparó en la ajustada túnica anaranjada de la mujer; y trató de ignorar lo mejor que pudo que en la tela se le marcaban los pezones.
—Hoctavóneo —llamó a su esposo—. ¿Fue ella?
—¿La que lanzó las luces? —dijo Jaede, apenada—. Lo lamento, sí fui yo.
Hoctavóneo se quitó la capucha. Era un hombre apuesto de piel canela y cabello castaño. Se llevó una mano a la barba de varios días mientras escudriñaba la vestimenta de Jaede.
—Si no me equivoco y no eres de este planeta, ¡tú eres una bruja! ¿A que sí?
—Lo soy. Vengo de Wizgokou. ¿Conoce Wizgokou? Está en la Galaxia Zura. Este… disculpe mi atrevimiento, disculpen ambos, pero, ¿de dónde son ustedes?
—¡Es una bruja de verdad, Pantle! ¡Es la primera vez que veo una en persona!
—Somos del planeta Muertex —repuso Pantle con calma—, somos etreumujyin. Tú eres una Deriln entonces. Vaya. ¿Y qué haces en un planeta demasiado remoto como este?
—Asuntos familiares —dijo Jaede lacónicamente.
—Asuntos familiares —repitió Pantle—. Se podría decir que nosotros también. Cosas de suma importancia, ¿no es cierto, Hocta?
—Desde luego —asintió su esposo—. Hoctavóneo Jeota Ithamory Dok-Rab de Kaazon. —Le extendió la diestra a Jaede, quien se la estrechó, un tanto nerviosa.
—Jaede Arelín, hija de Daele.
Pantle le sonrió con cariño y también le dio la mano.
—Pantle Kaazon de Dok-Rab, hija de Buraga.
—Es un nombre etreumujyin de mujer —dijo Jaede—. ¿Es el nombre de su madre?
—Sí, así se llamaba mi madre. No conduzco muchos nombres de Magos, pero, creo que el nombre que mencionaste es de bruja y no de mago.
—Daele era el nombre de mamá. Lo que pasa es que papá nos abandonó cuando era aún muy pequeña —declaró Jaede inclinando la crisma, viendo el suelo verde.
—Tranquila —dijo Pantle, mirándola con empatía—. A mí el mío me abandonó antes de que naciera e intentó matarme cuando lo tuve enfrente la primera vez. Cosas que suceden. —Se encogió de hombros.
Jaede abrió mucho los ojos, apenas podía creer lo que oía. De ser verdad era una locura, sin embargo, no quedaba en confiar que la mujer decía nada más que la verdad.
—Oye, niña —llamó Hoctavóneo, inclinándose para tenerla frente a frente—. Dinos a qué has venido a este planeta y te diremos a qué hemos venido nosotros. Dudo que interfieras en lo nuestro, y así nosotros no podríamos interferir en lo tuyo.
Allí mismo Jaede comenzó a contarles todo, desde que su madre enfermó hasta las últimas veces que vio al único amigo que ha tenido, esas ocasiones en las que él seguía maltrecho por la apuñalada que Nereida le dio. Omitió por un momento mencionar la Atualf, pero fue inevitable cuando les advirtió que su prima podría despertar al Titán Gaderag en cualquier momento.
—Que los del Ejército Estrella no se hagan de la Atualf —hubo dicho Dok-Rab con una inexorable seriedad—. Sólo eso te pido, Jaede. Y si pudieras quitársela a tu prima, ¡mejor!
—Conocemos muy bien a alguien que la está buscando —manifestó Pantle con amargura.
—Está bien —dijo Jaede—. Yo sólo temo que Deragah destruya este planeta y muramos todos. No quiero que Nereida haga eso, ni que muera mi amigo Jesús ni su familia.
—¿Deragah? —se preguntó Hoctavóneo—. Ah, el titán que mencionaste. Pues si no queda de otra tendrás que huir, transpórtate con magia de vuelta a tu planeta.
—Me salen mal los hechizo —lloriqueó Jaede, cabizbaja.
—No te preocupes —dijo Pantle, dándole un efusivo abrazo. Siempre había querido una hija, pero, la abrazó como si fuera el hijo que le arrebataron.
La sensación de estar entre sus brazos fue parecida a estar en los de su madre, aunque percibía un aroma distinto, pero aun así Jaede no tardó en corresponderle el abrazo.
—Si ese tal Deragah empieza a hacer destrozos, nosotros nos iremos de aquí lo antes posible. Podrías ir con nosotros, pero en caso de que ya no estemos aquí en el planeta, procura hacerte aparecer dentro de la nave. Confío en que podrás.
—Esta nave para nada es una tartana —aseguró su esposo, sonriendo. Posó una mano en el metal de la nave con su mismo nombre—. Aquí como la ves, señorita bruja, este armatoste no ha dejado de ser la nave más veloz que he conocido.
Jaede se enterneció, esbozando una linda sonrisa.
—¡Güoh los bendiga! —exclamó Jaede—. Haré eso entonces
—Jaede. —Pantle la miró a los ojos, sonriéndole—. En caso de que no haya nadie en la nave, permanece allí. Lo que pasa es que tiene puertas que dan a otros planetas, así que podríamos estar en otra parte y la nave estaría varada en el espacio. Pero ve a ella en caso de emergencia, ¿sí? Sálvate a toda costa, y, por lo que más quieras… no enfrentes a tu prima.
—Aún no sé siquiera qué debo hacer. Sólo espero que no haga perseguir al Titán.
—Que sea lo que Soid quiera —dijo Hoctavóneo Dok-Rab al final.

Gaderiln -Taflau- I. Jaede y la Flauta MágicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora