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22. ¿EL NUEVO
COMIENZO?










Amelia.

El ruido de la puerta abriéndose me dice que Eva ya estaba acá, no hacía falta girarme para saber que era ella hasta que sola se hace presente.

—Ah... Veo que sí está complicada la cosa.

La escucho decir detrás. Paro lo que estaba haciendo para girar a verla, tenía la boca semi abierta observando toda mi cocina.

—Holaa. —saludo con una sonrisa, mi mejor onda—. ¿Todo bien?

Eva retira sus ojos de las cosas en la mesa, de mis manos para mirarme a mí.

—Si. —contesta arqueando a medias una ceja para levantar la voz—. ¿Vos?

—¡Super! —exclamó para seguir preparando la crema.

No quería que se me venga a cortar ahora, suspiro haciendo mi último esfuerzo.

—Se nota. —responde con cierto tono de ironía dejando las llaves en mi recibidor—. Tus llaves, gracias.

Giro para mirarla para ver dónde dejaba las llaves y resuelvo.

—Quédatela, algún día va a ser necesario que la tengas vos. Tengo otra copia, igualmente.

Eva solo asiente, la observó dejar su bolso a un lado de mi cama y volver a mirarme, lo que estaba haciendo.

—¿Qué estás haciendo?

—Algunas cositas dulces para la merienda. —contestó rápidamente.

Observó que la crema tomaba otra consistencia y me frenó hasta que se cortara.

—¿Para quién? —cuestiona y levanto mi cabeza para mirarla mal—. ¿Para todo el barrio?

Hago caso omiso a ese comentario para tomar la fuente de crema y tratar de adornar la plancha previamente que hice de galletitas.

—¿Y qué tal terminaste ayer tu cumpleaños?

Ladeo mi cabeza para contar mientras emparejaba la fuente sacando todo el resto de crema.

—Con papá y mamá. Almorzamos, tarde, pero lo hicimos. Apenas me levanté.

—¿Con tu mamá? —cuestionó sorprendida y sonrío asintiendo—. ¿Los dos juntos? ¿Tu viejo y ella?

—Si, así como estas escuchando... Es un milagro de cumpleaños, lo hacen desde el año pasado.

Cuento pensándolo bien, hago una mueca.

—Creo que lo hablan antes, lo arreglan y eso. No se muy bien y la verdad no quise preguntar siendo sincera.

Mi amiga sonríe sin poder creerlo acercándose a donde estaba más que nada para meter su mano en los restos de crema.

Frenesí | Facundo ColidioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora