Una disculpa

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Salió por la puerta trasera del teatro, estiró los brazos hacia arriba. Por fin era viernes. Con el cuerpo menos tenso miró la hora en el móvil. Todo correcto, en quince minutos se verían.

–¡Zoro!

El sobresalto le metió la cabeza entre los hombros, viró. Ahí estaban, como la vez anterior, Luffy y Usopp; con ellos Nami y Chopper; detrás, el coche de Law con un Law enfurruñado. El peliverde se reprimió una mueca.

–¿Qué hacéis otra vez aquí?

–Imagínate –alzó una ceja la chica–. Es viernes y llevo mi conjunto de a darlo todo –se lució en pose de modelo.

–¡A emporracharse, comer y bailar! –alzó el niño primate los puños al aire.

–Los demás nos están esperando donde siempre –comentó Usopp–. Tenemos que aprovechar el milagro que es que a Chopper lo dejen salir.

–Kureha dice que últimamente pierdo mucho el tiempo. Si me paso no me dejará ayudaros.

Zoro se rascó el cogote, rebufó.

–No sé si me apetece hoy.

–¿¡Qué, qué!?–Luffy le gritó en la cara, preocupadísimo–. ¿Por qué? ¿Estás enfermo?

–No estoy enfermo –le apartó lo más sereno que pudo–, pero sí que estoy un poco cansado.

–¡Pero eso se te pasa comiendo! –insistió con ímpetu– O bebiendo, en tu caso.

–Tampoco creo que salir esta noche sea una buena idea. Mañana nos toca curro con la casa.

–La casa está casi terminada –le informó la pelirroja–. Si mañana vamos un poco más tarde no importa. Al contrario que en el rodaje –amenazó en general–, ahí todos a primera hora, eh.

–¡Vente, Zoro! ¡Aprovecha que ahora tienes dos piernas!

–Eso es verdad –secundó Usopp–. Con la actitud de puerco espín con la que has estado por lo de tu esguince ya te valdría que ahora no quisieses salir de fiesta.

–Yo no he estado como un puerco espín –se ofendió.

–"Mimimí, no puedo hacer nada porque soy un tullido" –le imitó Usopp–, "mimimí, como siga encerrado me pego un tiro", "mimimí, al que no me lleve a darme una noche de cogorza en cuando me quiten este grillete lo reviento".

Mientras los demás se reían por la imitación del narizotas, el peliverde se enrojecía con una cara de malhumor palpable.

–Lo que sea. Si os digo que no quiero es que no quiero. No tengo porqué daros más explicaciones. Adiós –y se encaminó con una contundente vuelta.

–¡Espera, Zoro! –le llamó Luffy–. No te enfades. Oye, si estás tan cansado te llevamos  a casa.

–No hace falta.

–Si nos pilla de camino.

–He dicho que me voy solo.

–¡Pero, Zoro...!

–Tiene una cita.

Las tranquilas e indiferentes palabras de Law cayeron cual guillotina. Todo el mundo giró la vista hacia él, incluido el peliverde que se había quedado blanco.

–Ha salido del teatro con una sonrisa de oreja a oreja –siguió– y lo primero que ha hecho es sacar el móvil para mirar la hora. Está claro que tiene que llegar a tiempo a algún sitio. Siendo viernes por la noche, dudo que sea por trabajo o similares y mucho menos que vaya tan contento.

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