El esguince

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En la cama del hospital, mosqueado, Zoro observaba la férula que aprisionaba su pierna izquierda por debajo de la rodilla. Tres semanas impedido, era de chiste.

Oyó una risa mal disimulada. Viró hacia Ace; a su vera y velando por su salud, mientras ambos esperaban a que Marco volviera con un par de muletas; se tapaba la boca con un disimulo nefasto.

–¿Se puede saber que te hace tanta gracia? –le entrecerró los ojos.

El pecoso soltó una mezcla entre tos y resoplo agudo.

–Lo siento. No es por tu tobillo, es sólo que...

–¿Qué?

–Que te caíste muy gracioso por las escaleras. Así como "wee, bum, bum, plof".

–Ah.

–Ya estoy aquí –regresó Marco.

Los dos vieron la enorme tirita en la frente del hombre cabeza-piña; Ace soltó una carcajada.

–¿Qué le pasa?

–Su empatía es lo que le pasa.

Desde ese día se iniciaron sus semanas de desavenencias. Su esguince implicaba en términos laborales que estaba oficialmente de baja, es decir, un absoluto aburrimiento. Zoro había pasado por esguinces y fracturas antes. Esas lesiones pasaron rápido gracias a que Luffy u otros del grupo le mandaban cosas para que hiciera sus montajes. En la actualidad, estaban demasiado ocupados. Las jornadas se le llenaban de horas muertas encadenado al sofá.

Si tan solo hubiese sido la muñeca y no el pie, se quejó para sus adentros. A eso se le sumaba el no poder estar el cien por cien para el cortometraje. Los fines de semanas el grupo quedaba para ir en horda a la casa abandonada y reconvertirla en el escenario que necesitaban; todos menos él, le hizo sentirse muy inútil.

Algo notó Luffy, quizás, porque de la noche a la mañana se organizó una lectura de guion en casa, a mitad de semana cuando menos convenía a nadie. El peliverde fue el primero en oponerse, pero claro: se trataba de Luffy.

Por otro lado, con independencia de para qué, al proyecto le vino muy bien esa reunión. Usopp no era el único con sus reservas hacia Vivi; excepto por Luffy y Nami, todos se guardaban cierto porcentaje más o menos dudas. Que ella acalló de golpe.

La chica, mientras los demás organizaban el espacio tamaño zulo que tenía por casa Zoro y Luffy, se metió en el cuarto de baño. Salió transformada en otra persona. Su larga melena celeste en una coleta alta; maquillada de manera que parecía una década más adulta; chaqueta verde lima forrada de pelo, una camiseta azul hortera, pantalones de chándal y sandalias de tacón. No era el macarra carcelario del guion que habían pensado, pero sí una macarra glamurosa. Era otra versión, más novedosa, y si había algunas otras dudas ella las venció con un simple detalle; la risa.

La suya, con hombros alzados y dedo meñique extendido, era perfecta. Luffy y Usopp, además de Chopper que también se había pasado, la abrazaron pletóricos y la llevaron de paseo por la casa dando saltos.

–Pero, Vivi –fue Nami a ella–. ¿De dónde has sacado esa risa de villana?

–Probé varias delante del espejo –admitió con algo de recatada vergüenza–. Me hice gracia a mí misma con ésta y la seguí practicando.

En conclusión: no fueron unas completas semanas de hastío, pero tampoco Zoro las hubiese alargado ni una milésima de segundo más.


Primer día sin muletas...


Desayunó ligero, se ató los cordones de la zapatillas y salió a la calle a una hora temprana. Caminó a buen ritmo hasta el paseo, estiró, se ajustó los auriculares y, tras tomar aire, corrió.

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