Calma

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Law se trasladó con Luffy esa temporada, por lo que él asumiría la parte del alquiler de Zoro en esos meses; ese dinero sobrante era suficiente como pago para las sesiones de terapia, pero de alguna manera que el peliverde no supo, Perona se enteró de la situación y habló con sus padres para que le pasaran más para el resto de gastos.

–No entiendo por qué metes las narices cuando nadie te lo ha pedido –se peleó con su hermana por teléfono–. Sé atarme los cordones yo solito.

–Desagradecido. ¿Qué quieres? ¿Un un trabajo en pleno verano donde te exploten los siete días de la semana por una miseria? ¿Sabes lo mal que le sentaría eso a tu ansiedad? Piensa un poco más en tu salud mental.

Como siempre, era ella la que tenía la última palabra.

–¿Te sientes culpable por que la gente de tu alrededor te cuide? –le preguntó Shirley en una de sus sesiones.

–No es culpable –contestó un tanto sorprendido por aquella pregunta–, es que es algo mío, debería resolverlo por mi propia cuenta.

–Si te doliera una muela, ¿dirías lo mismo?

–Lo resolvería yendo al dentista, una vez, sin el dinero de nadie.

–Imaginemos que el dentista te descubre varias caries y además te tiene que sacar las muelas del juicio, incluso ponerte aparato. Incluso dejando a un lado lo económico y centrándonos en la compañía y apoyo, ¿no sería lo normal que tu familia o tus amigos te ayudaran? 

–Supongo –cedió a regañadientes.

Era más difícil de lo que se imaginaba, no se trataban de simples charlas, había sesiones de las que salía mortalmente cansado y derrotado, con la estructura de su cabeza retorcida de todas las maneras posible. Otras, directamente, como un despojo. Por suerte, tenía a Mihawk.

–Luffy y los demás quedarán en el piso –le comentó después de leer el mensaje que le había dejado su amigo.

–¿Te apetece? –le preguntó el mayor.

Tras el día del cine, Zoro comprendió que no estaba preparado para la socialización como antes. Había rechazado otras quedadas, dejado que el tiempo pasase. No sabía sí estarían en condiciones, sin embargo, le faltaban.

–Puedo ir contigo –se ofreció Mihawk–, si quieres.

–Es el sábado, ese día tenías una reunión.

–Podemos ir más tarde.

El joven se lo pensó.

–Iré yo, y si no estás muy cansado...

–También iré. Pero, mientras llego, cuídate. Tienes derecho a no soportar nada que no quieras. Y a pedir lo que necesites.

–Lo que tu digas, papá –bromeó haciéndole de rabiar.

Había ido otras veces al piso, a por ropa o alguna otra cosa que le hiciera falta; en esas ocasiones, no obstante, sólo se topaba con Luffy o con Law. Desde la noche en la playa era la primera vez que se veía con todos a la vez. Por ello, cuando llegó, la media hora de inicio fue algo más que tensa, aunque sin incidentes. De nuevo, le preguntaron si estaba bien con excesiva preocupación, en varias ocasiones. Zoro resopló por la nariz, se gestionó mentalmente lo que pudo y habló tranquilo.

–Parad de una vez, en serio. Si me preguntáis todo el rato me es peor.

–¿Quieres que hagamos como si nada? –preguntó Nami–. Zoro, si te lo guardas todo...

–No me lo guardo todo. Ya no. Es verdad que preferiría que nada de esto hubiese pasado, me siento mejor cuando pienso que no ha pasado, pero así son las cosas. Trato de asimilarlo a mi manera.

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