Recordaba poco del día que Sanji se marchó. Su memoria estaba cosida a cachos, se hacía artificial, prefabricada. Sólo dos detalles se le hacían claros: el sonido del plato haciéndose añicos y aquella frase dicha desde su propia boca.
–Eres el digno hijo de tu padre.
La palabras reverberaban aún por todo su ser, acompañadas por los estallidos del cristal contra el suelo. No se liberaba de ellas, quería pero no podía, arañaban su pecho.
–Toma aire despacio. Exhala. Abre los ojos.
Zoro volvió a la sala dela psicóloga, se notó sentado en el sillón. La obedeció con una lenta bocanada; espiró el aire por la nariz, alzó sus pupilas desde sus rodillas hasta la cara de ella. Shirley apuntaba en su cuaderno cosas que nunca le enseñaba.
–Has avanzado mucho en poco tiempo. Se nota que quieres curarte, has dado mucho te di por ello.
–No es suficiente –masculló.
–Retienes una parte de recuerdos concretos –recapacitó–, entre ellos este último, el día de vuestra ruptura. A pesar de que ya deberías ser consciente de que tu ex-novio no te dejó otra opción de actuar así.
Zoro calló poco convencido, un corto rato que se hizo largo.
–Todavía siento que lo podría haber hecho de otra manera.
–¿Cómo qué?
El peliverde se mantuvo serio. La psicóloga respondió por él.
–No haberle querido, tal vez.
Él la miró a los ojos.
–Es lo que dijiste cuando iniciamos la terapia.
–Lo olvidé. Pero sí, durante mucho tiempo deseé no haberle querido. Ni él ni yo, ni la gente que me rodea, hubiésemos pasado por ciertas cosas.
–Entendiste eso como el origen del problema. ¿Qué sientes cuando me haces esa confesión?
Zoro se revolvió en su asiento.
–Vergüenza, demasiada. Enfado, enfado con muchas cosas pero sobre todo conmigo mismo; culpa –reconoció.
Shirley tomó nuevos apuntes.
–Consideras que tienes miedo a querer a otra persona.
Zoro la miró incrédulo. ¿Miedo?
–Eso es tergiversar mucho.
–¿Me equivoco?
Zoro apartó la mirada.
–No tengo miedo a quererle, tengo miedo de que por quererle no tome las decisiones que debo.
Tres semanas antes...
Mihawk entró en el parking como en una competición de rally y, en una maniobra propia de agente secreto, metió de un giro el coche en un aparcamiento antes de que el vehículo que iba primero lo usase.
–¡Joder! –se quitó Zoro de malas el cinturón–. ¿Cómo mierda hemos pillado todos los semáforos en rojo?
–Vamos, sal del coche. Yo te ayudo con el equipaje.
Se recorrieron la estación de tren en un sprint y llegaron, hablando mal y pronto, con la hora pegada al culo.
–¡Mira que te dije que te pusieses veinte alarmas se hacía falta! ¡No hay manera de que aprendas! –le regañó Nami al peliverde tras darle un capón.
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Runner
Romance(Mihaw x Zoro. AU) Le gustaba salir a correr por las mañanas. Su respiración constante, equilibrada, sus pisadas avanzando sobre el suelo. Nadie traspasaba lo suficiente su atención para quedar grabado en su memoria. Hasta que en su camino se cruzó...