Capítulo 12

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El taller de escritura se me ha hecho eterno y mi mal humor hace que quiera matar a alguien. 
La vieja esta no se calla y lo único que quiero es que se haga la hora para irnos. Faltan cinco minutos, pero ya no la soporto más.
Tiene una voz chillona y todo el tiempo insiste con hacernos participar en las clases. No entiende que todos rogamos que se calle.
En el fondo, muy en el fondo, sé que todo esto es por Enzo. Me destrozó el alma, ver como le da igual mi existencia. Es decir, yo no llevaría a una persona a la cama, en la casa de alguien que me guste. Por lo tanto…no le gusto. No veo otra explicación lógica.
Lo odio a él por cagarse en mí, odio a mi hermano por ser su mejor amigo, a mis papás por dejar que se quede en casa y a mi,  por amarlo.
Lo quiero olvidar, pero no puedo. Por más de que lo intente, no puedo. Ya son muchos años soñando y fantaseando con él, no es tan fácil detener este enamoramiento. 

Al fin, Norma dejó de hablar y la clase terminó. Camino rápido hasta el auto y Vale me sigue por detrás. Hoy estuve muy rara con ella, cortante y fría. Es que no quiero hablar con nadie, estoy harta de la gente. 
Trato de escapar pero justo a unos pasos de mi auto, Vale me toma del brazo.
–Antonella pará.
–¿Qué querés?
–Amiga, ¿sos pelotuda?. Toda la clase me estuviste evitando, ¿Qué crees que quiero?
Suspiro agotada.
–No tengo ganas de hablar dios–digo harta– me tengo que ir.
–Bueno, hacé lo quieras la puta madre. ¿Encima de que te traté bien toda la clase, venís a hacerte la irritada? –yo la miro con poco interés–¿Sabés qué? Yo estoy irritada boluda. Si querés hablar, acercate vos. Yo no te voy a estar rogando mamita. 
Vale se va furiosa y yo solo la observo. Volteo y entro al auto. Conduzco a toda velocidad, quiero llegar y acostarme a dormir para no pensar en nadie. 
Al llegar a casa, estaciono el auto y bajo con la peor de las ondas. No me lo quiero ni cruzar, no sé lo que pueda pasar si eso pasa. 
Ya es de noche y no le he hablado en todo el día. 
Luego de ver a la rubia bajando las escaleras de MI casa, mi mal humor fue empeorando. Cuando Enzo se levantó lo ignoré desde el segundo uno. Me trataba de sacar charla y yo solo fingía no escucharlo. Después, tenía el taller, por lo que, desde las seis de la tarde no estaba en casa. 
Seguro papá ya llegó de su viaje. Entro, lo saludo y subo, fácil.
Al entrar, huelo olor a humo, mi mamá preparando ensaladas y a los chicos afuera con papá junto a la parrilla. Esto solo significa una cosa…asado.
Por lo que…no hay escapatoria. 
Todo argentino, sabe que cuando hay asado, hay reunión familiar obligatoria. Suelen darse en días especiales: cumpleaños, año nuevo o, simplemente, un domingo.
No hay forma de que mis viejos acepten un no por respuesta. Tengo que sentarme en esa mesa si o si.
–Anto, menos mal que llegaste amor–mamá me devuelve a la realidad.
–Si… ¿por qué hay asado?
–Queremos festejar que Enzo está acá hija–dice, como si fuera obvio.
–¿Pero hoy?
–Y si Antonella, ¿cuando va a ser sino?
–Mañana ma, si todavía queda todo un día más.
–Se va en la noche y al medio día trabajamos. No hay forma de hacerlo mañana–suspiro y pongo los ojos en blanco irritada–¿Qué te pasa?
–Nada, me voy a bañar.
–Ya está el asado. Vení, comé y después te bañas.
Mamá sale al fondo con las ensaladas en la mano y yo la sigo. La mesa al aire libre ya está servida. Los chicos, Lau y Enzo, se encuentran sentados y papá aún está sacando carne de la parrilla para llevarlo a la mesa. 
Mamá se sienta y yo también lo hago junto a ella.
Enzo me mira y me sonríe, pero yo solo bajo la mirada. 
Papá se acerca a la mesa y yo me levanto para darle un abrazo. 
–Hola pa, ¿Cómo estuvo el viaje? 
–Lindo amor, ¿vos bien?
Enzo me mira esperando una respuesta, sé que sospecha algo.
–Si…cansada.
–Bueno–dice papá y ambos nos sentamos–ahora a comer gente.
–Ma pasame la lechuga porfa–dice Lau.
–¿Qué hicieron esta tarde? ¿fueron al cine al final? –les pregunta mamá a los chicos con una gran sonrisa.
–Si si, vimos una de guerra, no me acuerdo como se llama–dice Enzo mientras corta su carne. 
–Ay…que bueno. ¿Vos Anto entregaste la novela que escribías anoche?
–Si ma. Dijo Norma que la próxima clase me da una devolución.
–Que bueno hija–dice papá.
--Que lástima que te tengas que devolver tan pronto para Uruguay Enzo–dice mamá. 
–Si, un embole. Es que tengo que laburar. Entrevistas, proyectos, muchas cosas–dice amable. 
Yo solo como en silencio. Escucho y deseo irme de la mesa. No soporto a nadie y, claramente, ahí está el mal humor. 
Todos continúan charlando sobre la película de Enzo, el día de cada uno, los casos que mamá atiende en su consultorio como psicóloga y el viaje de papá. Todo era silencioso y pacífico, hasta que Lau habló. 
–...la pasamos bomba anoche la verdad.
–Que bueno amor–dice mamá.
–Na en especial este campeón. Linda rubia se ganó anoche.
En ese instante, automáticamente, me levanto de la mesa y agarro mi celular.
–Me tengo que ir, provecho.
Salgo lo más rápido posible de ese plano. Subo las escaleras y me encierro en mi cuarto. La furia comienza a aparecer. Daría todo por no sentirme así, pero no hay forma. No puedo dejar de pensar en lo ridícula que me veía esperando tener una relación con Enzo. 
Pienso en lo ilusionada y contenta que estaba esta mañana, ilusa. 
Siempre caigo en esto, soy una boluda. Odio sentirme así por un hombre, no quiero, no me lo merezco y él no merece mi dolor. 
Escucho que alguien golpea la puerta suavemente y la abre con cuidado.

No me sorprende encontrarte, Enzito.








Hola chiquisssss,

Espero que les haya gustado el capitulo 12.

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Enzo y yo (Enzo Vogrincic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora