3. Capítulo III: Unos se van, otros llegan

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A falta de quince minutos, Nicolas se encontraba sentado en el borde de su cama con el arco en mano, pensando en el momento en que tuviese que usarlo y si sería capaz hacerlo. En ese instante entró Joshua con algo de apuro con la vestimenta que le había prometido. Él llevaba una túnica de un color gris oscuro hasta los tobillos, un cinturón negro que demarcaba su figura atlética, en él cargaba la mascarilla y otras cosas más que destacaban por la luz que emitían. Tras su espalda surgía la empuñadura de una espada. El mango de esta tenía varios botones y unas barras en distintos colores que indicaban cantidades elementales. Estas últimas titilaban como recordatorio de que la espada tenía que ser recargada. Llevaba puestas unas botas largas en cuero que daban la sensación de ser muy pesadas y resistentes.

—Hola Nicolas, perdona la demora, estuve con las familias, calculando daños y viendo soluciones futuras. —dijo mientras con la mano le pasaba una bolsa de tela donde venía la vestimenta—. La Costurera la hizo a tu medida y como sé que eres un ferviente fan del color negro, ahí está.

La Costurera era una máquina que computaba y tenía almacenada información sobre vestimentas de cualquier tipo, las creaba a partir de una gran reserva de plástico que El Portal poseía. Pues sus habitantes hicieron una enorme labor de limpieza alrededor del pueblo y, además, en cada expedición siempre que encontraban dicho material lo llevaban de vuelta a El Portal, pues la recompensa era en piezas de metal o en vestimenta, dependiendo de la cantidad.

Nicolas se imaginó una gran máquina de coser gigante cuando Joshua le explicó cómo funcionaba La Costurera. Pues le parecía increíble la manera en la que aprovechaban tanto plástico.

—Gracias, Joshua. —dijo mientras tomaba la bolsa, la dejó a su lado y volvió a él—. ¿Qué son todas esas luces en el mango de tu espada? —preguntó señalando el arma con su mano.

Él, con un movimiento rápido como si estuviera preparado para luchar, desenfundó su espada. El sonido inconfundible del filo de esta retumbó en sus oídos, el brillo que emanaba el metal del arma lo dejó estupefacto, pues no había visto algo más llamativo y hermoso. Se sentó a su lado y como un profesor empezó a explicar el funcionamiento de la espada.

El arma estaba hecha con nanotecnología que se adaptaba a la necesidad de quién la empuñaba, los distintos botones indicaban el tipo de elemento que se quería usar. Fuego, hielo o electricidad. Con otro de los interruptores cambiaba la estructura del arma y pasaba a ser un fusil para atacar a distancia, este disparaba el tipo de bala que el usuario requería. Para recargarla, la espada tenía que estar en la funda o recibir la luz del sol.

Nicolas volvió la mirada a su arco, bastante sencillo a comparación de la magnificencia que poseía la espada de Joshua.

—Tranquilo, podrás mejorar tu arco en la armería del subsuelo. —comentó mientras enfundaba su acero—. Allá también podrás practicar tus lanzamientos, las computadoras calificarán tus resultados, y si quieres diseñar nuevas armas puedes apoyarte en las mismas computadoras, o hablar con Carolina, es de las mejores acá. Tienes libertad de hacer cualquier cosa.

—Gracias, otra vez. —replicó sonriente por la hospitalidad.

—No hay nada que agradecer. Tú nos darás más a todos nosotros que lo que nosotros podamos hacer por ti, así que no tienes que agradecer. —dijo con una sonrisa en su cara mientras se disponía a salir del cuarto—. Ahora, arréglate que tenemos una ceremonia, nos vemos abajo.

Se despidieron, sabiendo que en menos de quince minutos se verían de nuevo. Nicolas procedió a abrir la bolsa que contenía la vestimenta para la ceremonia. Quedó atónito al ver el traje, le parecía fantástico, como si estuviera viviendo un sueño extraño. Una túnica que llegaba hasta las rodillas; donde las mangas, cuello y bordes estaban hechos de un color rojo oscuro. El pantalón un poco ancho llevaba el mismo diseño, pero este casi no se notaba por el largor de la túnica, el cinturón negro brillaba por la tecnología y pequeñas pantallas que tenía instaladas. Las botas largas, aunque eran grandes y parecidas a las que llevaba Joshua, no pesaban tanto como suponía. Lo único que lucía común era el camisón blanco de manga larga.

La Aventura que Nunca Viví | [Novela]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora