16. Capítulo XVI: Reprogramación

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1 de agosto de 2175, Centro Solar. 32 días para volver a 2019.


Los días fueron pasando a gran velocidad y mientras el grupo se enfocaba en sus tareas y afianzaban sus lazos de nuevo, Nicolas continuaba en cama recuperándose. Se levantaba y se ejercitaba lo suficiente para no perder movilidad y no esforzarse de más. Su cerebro se sanaba rápido, incluso más de lo que Astra había previsto. En esos días empezó a conectar ideas sobre la reprogramación. La optogenética. Junto a la IA lograron atar los cabos de cómo un campo de la neurociencia olvidado en el tiempo, no por obsoleto, sino por la urgencia de supervivencia de la humanidad, era el centro de todos sus males y a la vez su solución.

—Nos faltan algunas cosas para continuar, Astra.

—Estamos muy cerca.

—Lo sé.

—Llama a Julie y a Joshua, los necesitaré. Ellos llevan estudios de las máquinas durante años.

—Entendido, joven.

Llegaron cerca a los veinte minutos. Tenían libros llenos de apuntes con dibujos y teorías que los llevaban a un callejón sin salida. Subieron al laboratorio junto a Nicolas con todo su archivo físico, el cual no era mucho, pues la mayoría de los datos eran digitales y se hallaba en Braintaro. El joven empezó su exposición sobre lo que tanto habían buscado. La reprogramación.

Este código algorítmico usaba la optogenética como base central. Un campo de la neurociencia que, al inicio, permitía control absoluto de las neuronas usando la luz. Una vez Nicolas descubrió que algo así existía, se empeñó en que esa era la manera de acabar con los males de la sociedad. Terminar las guerras. Reprogramando a la humanidad. Junto a su esposa, una gran neurocientífica de la época y partidaria de las ideas pacíficas de Nicolas, trabajaron con ímpetu buscando la manera de modificar el proceso original.

En principio, se usaban opsinas, las cuales son genes proteínicos de origen bacteriano sensibles a la luz. Estas se introducían en las células neuronales de interés con el fin de investigar los comportamientos y las reacciones cerebrales. Las hay de dos tipos, excitadoras e inhibidoras, que activaban y desactivaban las neuronas escogidas. Para que funcionara se implantaba una fibra óptica en el cerebro y la emisión de luz en una longitud de onda específica determinaba la opsina en actividad.

Nicolas luego de años de investigación, logró replicar las características de las opsinas en bacterias tecnológicas que, una vez en el corriente sanguíneo, buscarían la zona del cerebro que les fue encomendada en su programación. Una vez ahí, se plantarían y se conectarían a las neuronas circundantes. Oplinas, fue el nombre que les puso. Las frecuencias de onda de la luz en el rango visible harían que las bacterias excitaran las zonas del cerebro en cuestión. Por el contrario, los rayos ultravioleta, invisibles al ojo humano, inhibirían las neuronas y desactivarían las regiones seleccionadas.

La inmensidad de las cosas que no se conocían del cerebro no fueron limitante para Nicolas en su empresa. Su investigación tardaba, pero sabía que tenía que ser así y el final de aquel viaje lo haría sentir satisfecho. Las zonas cerebrales del humano asociadas con el comportamiento agresivo y empático fueron estudiadas a fondo probando y experimentando sus distintas reacciones. Al final de tanto ensayo, logró dar con la configuración correcta para que las oplinas funcionaran.

La inhibición de la amígdala, implicada en el procesamiento del miedo, la ansiedad y la agresión. Del núcleo accumbens, asociado al sistema de recompensas y motivación, con el objeto de evitar que el individuo busque su satisfacción personal sin violencia. Y, por último, el hipotálamo, regulador de funciones corporales como el hambre, la sed, la temperatura y el control del estrés, haciendo que la persona actúe relajada y pacífica ante una situación agobiante.

La Aventura que Nunca Viví | [Novela]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora