8.2. Capítulo VIII: Apetito de poder | Parte 2

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II: La Disensión


El guardia lo sacó de su letargo para recalcar su mensaje.

—Su zona es más arriba.

Nicolas giró con el papel en mano a punto de responderle fastidiado por sacarlo de sus pensamientos, pero fue interrumpido por el guarda que, con un leve gesto, señaló el papel.

—Su zona... —apuntó de manera discreta con el dedo en dirección al techo—. es más arriba.

Él comprendió el mensaje, le agradeció y salió en busca de la subida.

El segundo piso era el de los soldados rasos, observó con rapidez y no encontró a la chica. Pensó en los detalles, su apariencia, recordó sus verdosos ojos que simulaban la viveza de la naturaleza. Llegó a su mente sus delicadas manos, tan finas y sensibles, ella no podía ser otra cosa que una doctora. Una voz conocida sonó tras de él y retumbó en cada rincón de su cabeza, aquel tono lo reconoció al instante, incluso sintió una emoción compartida dentro de su ser. Era Carolina.

—¡Nicolas!

Él se giró con rapidez y la vio, sudorosa, con sus cabellos estampados a la humedad de su frente, su rostro brillaba y su cansancio era evidente. Algo en su interior sabía que la conocía, no solo por su convivencia reciente en El Portal, sus ojos negros le daban una pista, su piel canela lo mantenía con la intriga.

—Caro, ¿cómo estás? Te fuiste muy rápido esta mañana.

—Sí bueno, mírame. —respondió y abrió sus brazos.

Nicolas no reparó en lo que llevaba puesto. Era el uniforme militar de Centro Solar.

El color principal era negro, sus bordados amarillos y con una variedad de parches en los hombros, antebrazos y pecho. Los primeros denotaban las insignias de grados y el tipo de arma que el soldado manejaba. Los segundos se encontraban entre los codos y los hombros, el de la derecha mostraba, de arriba abajo, la bandera de Centro Solar, el grupo sanguíneo y la unidad superior; el de la izquierda solo indicaba el destacamento al que pertenecía. Por último, los parches en el pecho se dividían en cuatro, dos a cada lado, ordenados de la misma manera. En la derecha, los distintivos de combate y bajo este, el número de identificación, en el caso de Carolina era 217501051032. En la izquierda, la especialidad del soldado y un bolsillo donde la cartera tenía bordado el apellido. Todo este conjunto acompañado de unas botas largas negras.

—Te queda asombroso, aunque tengo la sensación de que no te gusta.

—Me conoces. —respondió con una sonrisa.

—Subamos.

—No, no puedo. —carraspeó inclinando su hombro izquierdo, donde el parche se encontraba vacío.

—Soldado raso... entiendo. No mereces esto, estoy seguro de que estás más preparada que los altos mandos. Creo que puedo ayudarte a que subas.

—¿Por qué lo dices?

—El capitán me ofreció ser su mano derecha, quiere que sea su sucesor en un futuro. Le dije que lo pensaría y me dio hasta las ocho de la noche.

—No confío en ese señor. —susurró.

—Yo tampoco, pero creo que debo hacerlo. Desde dentro puedo hacer cambios, este edificio me dio todo lo que necesito saber con respecto al manejo que llevan. Puedo hacerlo, de nuevo. —respondió en el mismo tono.

—La trasfusión te ha cambiado...

—Lo sé, pero el chico asustadizo sin vida sigue estando dentro de mí.

La Aventura que Nunca Viví | [Novela]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora