8.1. Capítulo VIII: Apetito de poder | Parte 1

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I. Mano derecha


Nicolas pasó un buen rato procesando y tratando de asimilar los acontecimientos: El Portal hecho cenizas y un mes por completo perdido. La jaqueca retumbaba como bombos en sus sienes debido a los sueños que tuvo. Supuso que Carolina no quería hablar sobre lo que había ocurrido, pues solo se limitó a decir que llegaron a Centro Solar una semana atrás. Su rostro era la combinación explícita de la tristeza y la alegría juntas. Llamó a Julie para que fuera al cuarto y hacer los respectivos chequeos.

El rostro de la mayor de las hermanas mostraba haber pasado días muy complicados; sus ojeras y rasguños, algunos tapados con vendas, y una expresión pálida que denotaba intranquilidad. Al momento de ver a Nicolas despierto, de forma sutil, su semblante cambió y esbozó una pequeña sonrisa. Carolina se fue del cuarto y los dejó a ambos.

Ella, con su calma habitual, empezó a preguntarle sobre la transfusión y si había logrado ver su vida con facilidad. De cierta manera quiso decirle que sí, pero los grandes vacíos en su mente abundaban. De pronto, con un tono más susurrado, le preguntó sobre la reprogramación, si sabía cómo usarla. Estuvo a punto de responderle que había logrado comprender aquel método, pero las memorias le daban muchas vueltas y no recordaba cómo era el proceso.

Julie le comentó que lo más probable es que una gran cantidad de aquellos recuerdos estuvieran corruptos por el ataque de los humanoides. Era muy viable que muchas remembranzas no fueran reales. Los vacíos podrían ser situaciones reprimidas, o memorias borradas por el virus al que fue expuesto Braintaro, o incluso, momentos ocultos por él mismo para que nadie tuviera acceso a ellos.

Nicolas meditó las posibilidades y le parecieron lógicas. Solo quedaba esperar que con el tiempo sus memorias se terminaran de ensamblar en su cerebro. Poder identificar qué era real y qué no lo era. Qué eran esos vacíos y recuperar la información necesaria para su propósito. Le quedaban cuatro meses por delante, le parecía mucho tiempo y en su mente existía la esperanza de que terminarían antes.

De repente, por la puerta entró Joshua, con un semblante parecido al de su esposa y, junto a él, un señor cuya edad rondaba entre los cincuenta y los sesenta; más alto y fornido que Joshua. Su traje blanco en perfecto estado demostraba superioridad, su barba espesa parecía hecha de hilos de oro, al igual que su cabello, que llevaba recogido en una moña. Tenía puestas unas gafas oscuras, tipo aviador que no permitían observar su expresión. Llevaba consigo un palo, que a simple vista parecía de madera, lo usaba como bastón, aunque por lo que se podía observar, su caminar era perfecto. Joshua se alegró de ver a Nicolas, pero contuvo su emoción frente al sujeto, el cual habló primero.

—¡Buenos días! —inició mientras abría sus brazos—. ¿Cómo está nuestro bello durmiente, Dra. Flórez?

—Bien, señor. Tiene ciertas dificultades para organizar su memoria, pero esperamos que con el tiempo logre ensamblar toda esa información. —respondió sin titubeo

—Perfecto, Dra. Flórez. Venga conmigo, tenemos algunas personas más por visitar. Y usted, Sr. Tamàro, puede quedarse con su antepasado un rato, luego lo necesitaré.

—Sí señor. —respondió Joshua mientras llevaba su mano a la frente de manera militar.

Nicolas solo observaba la escena y estudiaba lo ocurrido. Era claro que aquel sujeto de blanco era el jefe de Centro Solar, también notó que se manejaba un régimen marcial, el cual se le hizo familiar por sus recuerdos de vivir en una dictadura con un sistema similar. Antes de que el hombre saliera del cuarto junto con Julie, Nicolas alzó la voz.

—Y... ¿Usted se llama...?

El sujeto detuvo su marcha para girar su mirada a él, bajó sus gafas levemente y mientras guiñaba un ojo escarlata que brillaba y parecía estar encendido por las llamas del infierno, esbozó una leve sonrisa y así responder.

La Aventura que Nunca Viví | [Novela]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora