7.1. Capítulo VII: Más allá del cielo | Parte 1

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I. Varados

La huida de El Portal fue por completo devastadora para todos. Muchos vehículos migrantes llegaron a distintos pueblos, algunos recibidos de gran manera y otros no tanto. Ante los ojos de los tripulantes se reflejaban las voraces llamas que consumían el Bosque de los Difuntos después de la gran explosión. Setenta años de historia yacían bajo ellos, siete décadas convertidas en cenizas. Los fallos en uno de los motores derivaron en muchas más complicaciones en las funcionalidades de la nave.

Luego de un breve vuelo de veinte minutos, aterrizaron en tierra de nadie, pues la nave necesitaba reparaciones. El fastidio en el rostro de Joshua era evidente, puesto que no llevaban ni la mitad del viaje. En su mente solo rondaba la idea de poner a salvo a todos dentro de la nave, apenas podía evadir las imágenes de su pueblo en llamas y el rostro de las personas que tanto se esmeró en cuidar. Eran latentes las sensaciones de haber fallado de la peor manera y de que si sus padres siguieran con vida, habrían manejado mejor la situación. Julie, con sus ojos hinchados y su mirada perdida, no notó el momento en que Joshua bajó la velocidad y aterrizó. Solo salió de su abstracción cuando Laura desde el otro lado habló.

—Señor Joshua, ¿por qué nos detenemos?

—La nave está muy dañada, necesito arreglarla... ¿Y Carolina? —respondió él mientras con su mirada buscaba a la hermana de su esposa.

Los chicos levantaron sus hombros en señal de no tener la menor idea del paradero de Carolina. Como una especie de robot, Julie se levantó de su asiento.

—Sé dónde está, iré a buscarla. —dijo mientras ponía una mano sobre el hombro de Joshua.

Él se giró y la observó con su mirada perdida, su palidez contrastaba con el rojo de sus ojos y le daban una expresión de muerta. Como si hubiese perecido junto al pueblo. Junto a sus padres. Él tomó su mano y mientras ella se alejaba, estas fueron separándose. Laura y Michael se llevaron a los niños a uno de los dormitorios de la nave, Joshua se quedó junto a la mesa principal viendo la cantidad de daños que la computadora le indicaba. En su cabeza deambulaba la idea de que los humanoides los seguirían. Después de todo, ellos sabían que generaron un gran daño con ese proyectil. También supuso, que la explosión no fue suficiente para acabar con todos los humanoides, entonces tenían que actuar rápido.

Joshua se dirigió al dormitorio en busca de los jóvenes y se quedó en el umbral mientras estos calmaban de manera paternal a los niños. Los cuales seguían en shock por lo vivido y preguntaban por Isabel y Matías. Laura y Michael no tenían cómo responder, pues el solo pensar en ellos mostraba que se encontraban igual o peor de destrozados que aquellos niños. Joshua entró en ese momento de incertidumbre y llamó a los cuatro, agarró una silla al reverso y se sentó frente a ellos. Laura y Michael a su derecha y los dos chiquillos a su izquierda.

—Esto es complicado, lo sé por mi propia experiencia y les voy a comentar cómo he sobrellevado eso tantos años. —comenzó Joshua apoyando sus brazos en el espaldar de la silla—. El guardia que me salvó me contó lo que pasa luego de morir, no sin antes comentarme que en el mundo antiguo existían religiones. Aún existen, pero no con la misma fuerza que antes, siempre hemos vivido por creencias y más en los casos de muerte, es la manera más sana de llevarlo...

—¿Cómo se llamaban sus padres, Señor? —inquirió la niña.

—Oye, no lo interrumpas así. —dijo Michael mirándola a los ojos.

—No, tranquilo. No pasa nada. Siempre es bueno preguntar. Bueno, chiquita —dijo volviendo a la niña—. Mi padre se llamaba Leandro Tamàro y mi madre Juliana Mendoza. Ambos murieron cuando tenía quince años...

La Aventura que Nunca Viví | [Novela]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora