El hospital nos recibe junto a varios médicos dentro. Freddy sale del zeta y camina detrás de mí.
No miento, me duele todo el maldito cuerpo, ese puto mexicano sabe dónde y como dar un buen golpe.
—¿Qué ha pasado? —pregunta uno de los médicos, y me guía hacía la sala de urgencias.
—Se peleó con un cocodrilo —responde Freddy.
Una pequeña sonrisa se dibuja en mi rostro y al notarlo, la borro de inmediato.
—Sientese en la camilla, por favor —me dice el hombre y yo obedezco—. Indíqueme dónde le duele.
—Me duele todo el cuerpo.
—¿Aquí? —toca el lado derecho de mis costillas.
Una mueca de dolor se dibuja en mi rostro.
—Solo dame unas pastillas y me voy —Me levanto de la camilla pero un horrible dolor de cabeza me obliga a sentarme de nuevo.
—Deja de ser tan cabezón —Freddy se posa a mi lado.
—¿Está usted seguro que con unas pastillas queda bien? —pregunta el médico.
—Claro, hombre —respondo como si fuera un hecho obvio.
—Vale, pues déjeme ir a buscar algunas y de paso le traigo unas vendas —informa antes de salir del lugar.
—No me has dicho que fue lo que te puso de mala ostia —me dice el comisario.
—Emilio tocando los huevos, nada nuevo —le digo sin darle mucho rodeo.
Freddy enarca una ceja.
—¿Que te ha dicho? —pregunta posándose frente a mí.
—Me ha preguntado sobre Gustabo —le suelto sin más.
Se queda en silencio por unos segundos sin dejar de mirarme.
—¿Gustabo?
—Ajá.
—¿Y por eso te volviste loco? —Se cruza de brazos sin entender.
—Yo... Fue un impulso —explico.
—Conway... —Intenta decir algo pero la llegada del médico lo interrumpe.
—Bien, aquí tengo los medicamentos —me extiende una bolsa—. Tienes pomadas, pastillas y vendas.
La agarro y me levanto de la camilla aún con la cabeza adolorida.
—Gracias —Me despido y sigo a Freddy hasta llegar al zeta.
—En la guantera tienes una botella de agua, neno —me dice al entrar al coche.
Saco la botella y me tomo las pastillas correspondientes.
—Ve a comisaría —le digo y él coloca el zeta en marcha.
—¿Que dices si después de acabar el servicio nos vamos por unas cervezas? —ofrece con una sonrisa.
—Solo piensas en tomar y tomar, ¿No? —Asiente como respuesta y yo suelto una carcajada—. Nesecito un trago.
—Pues está hecho, neno.
Minutos después aparca el coche en el parking de comisaría y subimos juntos hasta mi despacho.
Me siento en el sofá y un suspiro de cansancio se escapa por mi boca.
—Tendras que darme una mano para formar a esos niños que tengo como malla —le digo y el se echa a reír.
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Perfecto error
Novela JuvenilA veces los ojos son los únicos que siente el verdadero amor.