Freddy
—¿A dónde vamos? —Conway cada vez arrastraba más las palabras, sus ojos se cerraban y se abrían por el sueño.
—A casa.
—¿A la tuya? —pregunta, y sin dejarme responder dice; —. Creo que no soportaré mucho si duermo contigo.
¿Y ahora de que coño habla?
—¿Qué fue lo que te dieron, neno? —pregunto intentando sacarle algo de información, cosa que es imposible gracias a su estado actual.
Conway, que está sentado a mi lado se gira a mirarme.
—Nesecitaba despejarme de todo —De repente su voz pasa a una más seria.
—¿Y para eso tenías que drogarte?
—Para olvidarme de la realidad, sí —dice sin dejar de mirarme.
Después de varios minutos manejando, aparco el coche en el parking de su edificio y lo ayudo a bajar del auto con cuidado.
—¿Crees que fue mi culpa? —pregunta mientras subimos por el ascensor.
—¿Él que, neno?
Esta vez no me mira, solo fija su vista en el suelo.
—El que Gustabo no esté.
No respondo. No sé que responder.
—Conway, nada de eso fue tú culpa.
—Yo no estuve ahí cuando más me nesecitaba, lo dejé de lado, dejé que se encargara solo de algo tan grande como... —Su voz se corta en su suspiro—. Odio sentirme así, sentir que no sirvo para cuidar a los míos, que no tengo el valor de aceptar que la cague, odio sentir que pude ser mucho mejor con él de lo que fui.
El ascensor llega a su piso, y lo ayudo a bajar guiándolo hacía su apartamento.
No le sigo el tema por una solo razón; entre más saquemos la tierra, el hueco se hará más grande. Él siente culpa, y lo único que hace ahora mismo es buscar razones, hechos por los que culparse. Si hablamos de ellos, llegará a un punto en que el no podrá salir bien mentalmente.
No quiero llegar hasta ese punto. Si de verdad quiere hablar de ello conmigo, lo hablaremos cuándo temga los cinco sentidos despiertos.
—¿Dónde tienes las llaves? —pregunto.
—Bolsillo derecho —Me indica, y yo busco las llaves en tal bolsillo.
Las encuentro, y sin esperar algo más abro el apartamento, como esperaba está todo ordenado, la decoración simple de él lugar no le quita lo hermoso. El apartamento es espacioso, lo suficientemente grande como para sentirte solo en cualquier parte del lugar.
—¿Me acompañas o te quedas allí? —habla Conway, y yo me fijo en sus ojos apagados, está cansado.
—Te acompaño, de paso me muestras dónde está la famosa habitación —Logro sacarle un sonrisa con mi comentario. Siempre que discutimos de broma, como es de costumbre, Conway y sus insultos creativos, siempre menciona la habitación en la que textualmente "se ha follado a mi puta madre". Muy normal en él, supongo.
—No es tan grandiosa, la verdad.
Me guía muy lentamente (pues si se mueve rápido se marea, según él) hasta la habitación, al llegar noto como la puerya está medio abierta, la habitación está perfecta, como si nadie nunca la hubiera usado.
—Duermes aquí, ¿No? —Lo acuso con la mirada.
—De vez en cuándo. Si llego muy cansado solo me tiro al sofá y duermo ahí —responde, y enconje sus hombros—, las últimas semanas he dormido en el sofá, solo entro aquí para cambiarme de ropa.
De allí los dolores de los que tanto se queja.
—Pues hoy dormirás aquí —demando.
—Si tú lo dices...
Lo ayudo a acostarse sobre la cama.
—¿Que haces? —pregubto cuándo lo veo estirar su brazo intentando llegar a sus pues, cosa que es imposible desde su posición.
—Los zapatos, no coy a dormir con zapatos, gilipollas.
Sonrió ante el insulto, llevo mis manos a los zapatos y se los quito con cuidado, aprovecho también para hacer lo mismo con la pistolera, y la corbata.
—Me tengo que ir, neno —le digo—. Tengo mucho sueño, y mi casa está un poco lejos.
—Quedate —me dice como respuesta. No me mira, tiene los ojos cerrados y los brazos detrás de sy cabeza.
—¿Qué? —espeto estupefacto.
—Que te quedes coño, ¿Estas sordo, o qué?
—No... No puedo.
—¿Por qué? —Noto como sus ojos siguen igual de rojos cuándo los abre para mirarme—, no pasa nada si te quedas.
—¿Hay otra habitación?
Sonríe de lado.
Jesucristo.
—La hay, sí —Se sienta en la cama—. Pero si te quedas, te quedarás aquí, conmigo.
No estoy entendiendo absolutamente nada.
—Borracho eres muy extraño, Conway.
—Superintendente, para tí.
Se ríe y vuelve a dejarse caer en la cama.
—La cama es gigante, no voy a subirme encima de tí si te acuestas aquí —Se burla. Drogado sigue siendo igual de estúpido, perfecto.
Pensándolo bien es la mejor idea, mi casa está muy lejos en coche, es muy tarde y estoy un poco tomado, también tengo mucho sueño, tanto así que podría quedarme dormido en el camino, no quiero morir, no ahora.
No sin probar lo que deseo de verdad.
—¿Entonces? —insiste.
—Joder, está bien, me quedo —Al decir aquello, mi compañero suelta una risita y hace espacio en la cama.
—Ten buena noche, comisario —La última palabra la menciona con un deje de seducción en su voz.
Jummm.
Me acuesto a su lado dejando un espacio prudente e intento dormir cerrando mis ojos, no puedo, la escena en la que el está sin camisa mientras yo le curo las pequeñas heridas vuelve a mi mente. Sus brazos desnudos, y aquella mirada que me lanzó.
Sus palabras en el coche hace un rato.
Sus palabras antes de pedirme que durmiera con él.
El hecho dormir con él.
Todo me genera náuseas, ¿Náuseas?, no no creo que sean náuseas, aquello que siento en mi estómago cada que pienso en todos los momentos en lso que estamos juntos no son náuseas. Puede ser de todo pero asco, jamás.
Tantas preguntas, respuestas, análisis... Me obligan a pensar en cosas diferentes hasta que mis ojos se cierran de verdad y caigo en los brazos de Morfeo.
ESTÁS LEYENDO
Perfecto error
Teen FictionA veces los ojos son los únicos que siente el verdadero amor.