22. Sobrio hoy, no

93 22 12
                                    

NOAH

Qué difícil es intentar olvidar a alguien con otros cuerpos, buscar su piel en otra piel, querer que sea ella cada noche de sexo en una discoteca, querer que su perfume se borre de mi mente porque sabes que nunca va a poder ser. Qué difícil es no acordarme de esa noche, de esa maldita noche que hizo que cayera más, si es que eso era posible. Pero ya han pasado tres meses y todo se ha esfumado, el perfume que dejó en mi camiseta de esa noche ha desaparecido y ahora solo tengo que seguir hacia delante.

Cojo una manzana de la cocina a la que pego un mordisco y miro a Moisés, que está haciendo pesas en el salón de nuestra casa.

–Ayer una chica me preguntó que por qué no la llamabas. –Dice Moisés que se seca el sudor con una toalla pequeña al verme entrar en el salón.

–¿Y qué respondiste?

–Que si me veía cara de oráculo.

Sonrío negando con la cabeza. Moisés nunca ha destacado por su simpatía, pero he de admitir que si no fuera así, creo que no sería mi mejor amigo.

Deja las pesas a un lado y me mira.

–Creo que deberías parar. No sé qué te ha pasado, pero empiezo a compadecerme de ti y de tu pene. Tengo miedo de que pilles una infección de transmisión sexual.

–¡Bah! Por eso no te preocupes, siempre con condón.

–Noah, te has follado a media universidad en tres meses. El otro día vi como te metías en una habitación con una chica y un chico y después te fuiste con otra tía a un baño.

Arrugo la cara al recordar esa noche. Puede que me diera un pequeño ataque de celos por escuchar a mi hermana hablar con Moisés y que le dijera que Ruby se había ido a cenar con un chico.

–Soy un hombre con el corazón roto, ¿qué puedo decir?

–Y como sigas así, lo siguiente que vas a tener roto, es la polla. –Me mira cruzándose de brazos y con una ceja levantada. –¿Quieres hablar?

–No, lo superaré. –Me encojo de hombros y cojo una de sus pesas. –Voy a bombear mis escasos músculos para esta noche, hay que estar guapo.

–Eso significa que te da exactamente igual la conversación que acabamos de tener, ¿verdad?

–No, eso significa que salimos de fiesta con Álex, por lo que va a venir Ruby y quiero que sufra por no tenerme.

–No sé por qué me da que va a ser al revés, pero está bien, tú mismo. –Se queda mirándome con sus ojos claros que entrecierra. –¿Ese es el motivo por el que has ido a la peluquería a hacerte un Mullet?

–¿Crees que se dará cuenta?

Rueda los ojos y me da la pesa, se marcha gruñendo que no tengo remedio y a los pocos segundos, escucho el sonido de nuestra ducha. Puede que yo no tenga remedio, pero lo que no sabe es que su vida sería aburrida sin mí.


No he parado de morderme las uñas desde que hemos llegado a la puerta de la discoteca. Me he vestido para la ocasión: entero de negro, como si fuera un entierro de mis sentimientos. Desde aquella noche en la que nos dijimos adiós, Ruby y yo no hemos vuelto a cruzarnos de manera directa; la he evitado de todas las maneras posibles por mi salud mental y ha sido difícil teniendo en cuenta que Álex es su mejor amiga y mi hermana y que mi mejor amigo está con ella. Pero bueno, han sido tres meses divertidos, intentando huir de mis propios sentimientos y de ella.

–Deja de morderte las uñas, se nota que estás nervioso. –Dice Moisés empujándome con el hombro. Al darme cuenta, paro. Empiezo a desesperarme y a pensar en los posibles escenarios que pueden pasar en cuanto la vea. No quiero parecer ridículo ni que piense que la he olvidado, así que simplemente, no tengo ni puta idea de qué narices voy a hacer en cuanto la vea. Solo espero que no se me caiga la baba.

Al primero que identifico entre la gente, es a Javi, que al verme, en sus labios finos se forma una sonrisa. A pesar de no haber visto a Ruby, a él sí. Y no porque quedáramos por Instagram, sino porque ha empezado a trabajar en la pizzería que está al lado de mi casa y cuando voy allí (que es más de lo que una dieta sana debería aceptar), nos quedamos hablando durante horas.

Me choca el puño y me guiña un ojo. He descubierto que es un buen chico, un tanto reservado y con un aura gris que no sé muy bien de donde viene, pero en el que se puede confiar.

Y entonces, la veo. Se ha cortado el pelo por los hombros y se ha puesto mechas rubias. Llevaba tanto tiempo sin verla, aunque sí metiéndome en su Instagram cada día, que tengo que apretar la mandíbula para no abrir la boca.

Sus ojos se cruzan con los míos y se me corta la respiración. Si antes estaba guapa, ahora simplemente deslumbra. Mi corazón se va acelerando según ella se acerca con ese vestido rojo que solo me trae malos pensamientos a la cabeza.

–Hola.

–Hola.

Ninguno de los dos sabe como actuar, así que tomo la iniciativa para darle dos besos. Su perfume me da un golpe mental que me hace pensar en lo rica que estaba subida encima de mí.

Me muerdo la lengua para no decirle ninguna barbaridad pero los ojos se me van sin querer y la repaso de arriba a abajo hasta cruzarme con sus ojos. Sé como la estoy mirando, porque ella carraspea y me aparta la mirada.

Noto la tensión creciendo entre nosotros. Esto es una mierda. Por suerte, Álex se abalanza sobre mí para darme un beso.

–¡Qué guapo! ¡Te queda genial el Mullet! ¿Y ese arito? Tú te metes demasiado en las redes sociales y sabes lo que tienes que hacer para gustarle a las féminas.

–No me hace falta eso, pero he de admitir que me he mirado en el espejo y he pensado en que esta noche seguro que... –Antes de terminar la frase, me da un puñetazo en el brazo.

–Ya me ha contado el demonio a lo que te dedicas, pedazo de guarro, ¿te parece normal?

–Me encanta que mi mejor amigo sea tu novio. Se nota que sabe guardar secretos.

–Es un secreto a voces. –Se justifica el Judas de los amigos, encogiéndose de hombros.

Nos ponemos en fila para entrar en la nueva discoteca que han abierto en la ciudad. Todos mis compañeros dicen que es un insulto que no la haya inaugurado yo porque es la ostia. Busco las entradas en mi móvil hasta que me doy cuenta que a quien tengo delante es a Ruby, con ese vestido rojo ajustado en el que puedo adivinar casi el encaje de su tanga y me tengo que morder el labio. Joder. Esto es un castigo. Un castigo divino quizás, pero un castigo.

Entramos al fin en la discoteca y lo primero que hago, es ir a la barra. No puedo soportar esto sobrio ni entrenando para ello durante meses. Álex se viene detrás y pedimos ambos una copa.

–Llevo meses sin saber de ti, ¿qué te pasa? ¿Te he hecho algo? –Pregunta Álex en mi oído.

–He estado... Ocupado.

–¿Con qué? ¿No podías sacar 10 minutos para ver a tu hermana y hablar de gilipolleces, como siempre?

–No, porque eres una plasta. –Le pongo su copa en la mano. –Ahora estoy aquí, ya me tienes y vamos a pasar toda la noche juntos. Disfruta.

–A veces, me encantaría espachurrar ese cerebro de mosquito que tienes.

Al llegar, Ruby está con el móvil, pendiente de una conversación y a mí se me encoge el estómago por los celos. Sigo pensando que esta sensación es lo peor que le puede pasar a alguien. Y bebo. Me bebo casi la mitad de la copa bajo la mirada de Moisés que abre los ojos de par en par.

Si voy a tener que pasar por este mal trago, será mejor que empiece a beber ya.



NOTA AUTORA
Hola amores!!!

Llevo mucho tiempo sin subir capítulo de esta historia y ya conté que fue porque se había ido una persona de mi vida y eso me había afectado. Y después estuve estudiando, trabajado y haciendo el TFG y no pude sacar ni un minuto. A veces se necesita un poco de desconexión para volver más fuerte, así que solo espero que sigáis esta historia; que sigáis con ganas de engancharos y de querer a estos dos 🖤

Os he echado de menos

SI NADIE SE ENTERA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora