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SEGUNDA PARTE:
DOBLE JUGADA.

Cada articulación en su cuerpo suplicaba ligereza.

Frente a una gran multitud y cámaras que seguían cada movimiento en busca de algo interesante para transmitir a todo Panem, la saliva se acumulaba en su boca, esperando no dejarle saber a la gente lo que pensaba. Sentía una presión creciente en el pecho, su corazón bombeando sangre más rápido de lo normal, y las gotas de sudor resbalaban entre sus delgados dedos, dejando un rastro pegajoso. El sonido constante de su propio latido perturbaba sus oídos, y el estómago se le revolvía cohibido.

El público seguía sorprendido por el atrevimiento del Omega al exponer algo que muchos preferían ocultar. La divulgación resonaba en la audiencia, provocando un murmullo inquietante que se extendía como una ola por el recinto, mientras las miradas se encontraban con incredulidad y asombro.

Peeta se mostró reticente ante las posibles consecuencias que podrían surgir al implicar a alguien más sin haber consultado previamente con esa persona para asegurarse de su consentimiento. Haymitch se lo dijo: debían avisarle primero a Katniss. De por sí, ya tenía un profundo respeto por la autonomía y el derecho a la privacidad de los demás, así como por su firme convicción de la importancia de la comunicación honesta, especialmente con ella.

Podía imaginar cómo las cámaras enfocaban el rostro de Katniss, con un tono escarlata de enfado contenido, y sabía que pronto buscaría una manera de hacer que su serenidad volviera. No quería ni imaginar cómo lo haría.

A pesar de ello, Peeta conocía un hecho irrevocable: no importaba lo que ella considerase correcto anunciar ante las personas del Capitolio, él sabía en lo más profundo de su ser que la chica no destacaría sin su intervención. No pensaba así para menospreciarla, simplemente no estaba en ella, no por falta de encanto, no por falta de fuerza, sino por falta de crueldad. Lo llevó a sopesar con cuidado las implicaciones de sus acciones y palabras. Era evidente para él que su apoyo y colaboración eran indispensables para que ella pudiera sobresalir y enfrentar los desafíos que se avecinaban.

—Vaya, eso sí que es mala suerte— anunció Caesar con algo de conmoción, haciendo pausas en la oración. Peeta reconoció que el hombre era igual de hábil que él para ocultar sus emociones, pero también entendía que incluso los mejores, en ocasiones, dejaban brechas que podían revelar la verdad ante un ojo crítico. Caesar no lo sentía en absoluto.

La multitud rápidamente asintió con el presentador, pues todos habían experimentado en algún momento el dolor de un amor no correspondido. Era realmente trágico que un joven se encontrara atrapado en semejante torbellino de emociones, habrían de pensar, especialmente dada su situación actual.

—No es bueno, no — Coincidió con un suspiro lastimero, que resonó en los oídos de la multitud y provocó incluso el gruñido de algunos Alfas entre el público.

La idea de un joven Omega sumido en un estado de sufrimiento despierta una profunda incomodidad y preocupación en las personas; los espectadores ciertamente se veían inclinados a protegerlo. ¿Debería expulsar deliberadamente su angustia en su olor y empujarlo hacia ellos? Bueno, su madre lo dijo una vez: era lo único que tenía; ser omega.

—En fin, nadie puede culparte por ello, es difícil no enamorarse de esa jovencita. ¿Ella no lo sabía?

—Hasta ahora, no — Respondió el Omega, sacudiendo la cabeza con bastante rapidez.

Travesía De Un Corazón Omega: Omega En La RevueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora