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Por la mañana, lo único que recordaba de la noche era el persistente y agobiante dolor que recorrió cada célula de su cuerpo, la fea y hormigueante incomodidad asentada en sus huesos recorriendo cada nervio como una tormenta; las descargas eléctricas en sus músculos y la lluvia en sus ojos. Algunas sábanas quedaron demasiado arrugadas de donde se había sujetado, y su pecho aún tenía secuelas del dolor que allí se agrupó.

Abordaron ese día el elevador con el silencio mordiéndoles la cabeza, un recordatorio de la contienda. Nadie dijo o hizo algo para cambiar las circunstancias problemáticas en las que se han visto envueltos. Sus ojos rehuían indispuestos e inquietos; y los de ella se enfrentaban directos y rencorosos. Peeta no quería dejársela fácil. Ahí, en un espacio tan cerrado, sintiéndose claustrofóbico, sus emociones mezcladas en un torbellino caótico intentando liberarse de esa pesada carga, libraron la adrenalina de forma fea e irregular, angustiando a su parte Omega, creando inestabilidad emocional.

Necesitado de buscar cualquier cosa que pudiera proporcionar algún alivio a ese sufrimiento que parecía insuperable, antes de salir al entrenamiento había visto a los dos alfas que menos quería ver. Ambos lo habían lastimado, Peeta quería de forma retorcida que ellos también lo supieran y sintieran. Las secuelas de ayer se quedaron arraigadas en rincones tan profundos, alcanzando una altura inconcebible del tamaño de los árboles más antiguos en el Distrito 12 para traspasar sus límites. Peeta se propuso cargarlos con remordimiento y derribarlos en cuestión de segundos, como fue la flora en su hogar.

Pero cuando intentó hacerlos sufrir para que tuvieran al menos una noción de todas las emociones negativas que ha tenido que cargar a causa de ellos, no pudo lograr su resolución ni por unos minutos.

Pese a todo, tristemente persistía la agonía innegablemente en su corazón. Él contó con la dichosa presencia del bosque reconfortante de la Alfa a su lado, intentando mitigar el sufrimiento con una mayor sofisticación en sus gestos, pero aún se veía sumergido en la constante realidad de ser el Omega sufrido, aún molesto y estresado por su incapacidad de hallar eso especial que llevara consigo al nido. La fragancia de la chica, aunque palpable durante el día, perdía su consuelo al caer la noche, sumergiéndolo en la oscura soledad del rechazo.

Aunque no se jactara de gran astucia, siempre se desenvolvía hábilmente en las sutilezas de las personas y sus mínimos detalles, y era consciente de que Katniss anhelaba mantenerlo tan distante como fuera posible. Rindiéndose, no pudo resentirse con ella por eso. Ella, su más grande anhelo, se escondía precavida en una esquina del elevador. Lo hizo sentir culpable.

Una vez llegaron al lugar donde iban a entrenar (un piso ubicado en los subsuelos), notaron en primera instancia las armas de combate: barras de metal con una hoja afilada en el borde, listas para abrir el abdomen del enemigo. Al joven le llamó la atención el brillo que emanaba de estas; vagamente recordó que en alguna ocasión su padre mencionó que los Omegas tienden a sentir debilidad por objetos resplandecientes como el diamante cuando encontró las cucharas más nuevas en su cama una vez, y justamente le dieron ganas de llevar una de esas cosas a su nido incompleto. Había una variedad de implementos cuyo propósito era cometer un asesinato, lo que le generaba nervios, o quizá su inquietud se atribuía a su llegada tardía, pese a la puntualidad.

Los tributos se dispersaron en un círculo mal formado, le recordó a cuando estiraba la masa de pequeño: heterogénea, con grumos, pegajosa y tan inestable que podía romperse o separarse, así como aquí, por el mínimo roce de mal humor.

Cada miembro en la sala que participaría en los juegos llevaba un trozo de tela cortado, prendas pristinas y hechas de manera tan uniforme que llegaba a creerse que estaban cosidos desde la piel, letras perfectamente centradas y colocadas según el número de distrito al que pertenecen los jóvenes. Al ver a los demás, no le sorprende que se muestren tan individualistas; Katniss y él son los únicos en ir combinados, cortesía de Portia y Cinna, dando a entender una relación amistosa. Una mujer se colocó en el centro del círculo mal formado y vociferó ser la entrenadora principal, en otras palabras, la jefa en el área.

Travesía De Un Corazón Omega: Omega En La RevueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora