Octubre 1985
Risas y más risas inundaban el lugar que la familia Miller había escogido desde el nacimiento de su primer hijo para ser el área de descanso familiar cada domingo.
Elizabeth Miller, observaba, desde el pasto con una sonrisa dibujada en su rostro como su esposo jugaba con sus hijos a la orilla del lago. Su sonrisa se ensanchó y una carcajada brotó de sus labios al ver la pequeña mata de cabello pelirrojo de su hija correr en busca de un refugio en vano al ser tomada en brazos por su padre.
Joel la miró y ella no pudo evitar sentir su corazón volcarse de amor por él.
Amor por la familia que habían formado; por el gran padre y esposo que era. Estiró su mano para tomar un pequeño abanico de papel con el cual hacerse viento sin despegar la mirada del frente.
Ahora era Daniel quien correteaba a la pequeña Milán alrededor del muelle de madera mientras su padre los miraba con una sonrisa. Según Joel le había comentado unas noches atrás pronto Milán aprendería a nadar a la perfección al igual que Daniel lo había hecho años atrás.
―Eli ―escuchó la gruesa voz de Joel llamándola―. ¿No vienes?
―Hoy no, cielo ―gritó negando al mismo tiempo―. El otro domingo, lo prometo.
Al escuchar la voz de su madre, Milán dejó de jugar para mirarla. La mirada de ambas se encontró y, como si estuvieran sincronizadas ambas sonrieron a la vez.
― ¡Te amo mami!
Y, de nuevo, el corazón de Elizabeth dio un vuelco al ver a su pequeña bebé arcoíris correr hacía ella. No le importo que Milán mojara sus prendas, simplemente la estrechó en sus brazos sin importar qué.
Luego de tres dolorosas pérdidas, aun después de diez años no podía creer lo buena que había sido la vida al permitirle que su pequeña naciera con bien. Desde que la tuvo en sus brazos, supo que ella estaba destinada a algo grande.
―Mami, ¿harás galletas al volver a casa?
― ¿De chispas de chocolate o pasas?
Milán se alejó un poco de ella, llevó su mano a su barbilla pensativa.
―Ambas ―susurró volviéndose a lanzar a sus brazos―, papi ama las de pasas, pero Daniel y yo las de chispas. ¿Puedes hacer de ambas?
Aunque Elizabeth deseara negarse, no podía. El puchero y la forma con la que Milán solía pedirle las cosas le hacía imposible negarse y, tampoco, es que deseara hacerlo.
Su maravillosa familia merecía lo mejor.
Milán abrió los ojos con pesadez, vagos recuerdos venían una y otra vez a su mente junto al malestar en su estómago. Su cuerpo se sentía pesado al igual que adolorido.
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ɪɴᴇꜰᴀʙʟᴇ | ᴮⁱˡˡ ᴰᵉⁿᵇʳᵒᵘᵍʰ ²✔
Fanfic"𝗗𝗶𝗰𝗲𝗻 𝗾𝘂𝗲 𝗻𝗼 𝗵𝗮𝘆 𝗻𝗮𝗱𝗮 𝗽𝗲𝗼𝗿 𝗾𝘂𝗲 𝘂𝗻 𝗰𝗼𝗿𝗮𝘇ó𝗻 𝗿𝗼𝘁𝗼, 𝗽𝗲𝗿𝗼 𝗲𝘀𝗼 𝗺𝗲𝗻𝘁𝗶𝗿𝗮, 𝘀í 𝗹𝗼 𝗵𝗮𝘆 𝘆 𝗲𝘀 𝘂𝗻 𝗮𝗹𝗺𝗮 𝗿𝗼𝘁𝗮." Milán ya no creía en los felices para siempre, mucho menos en los amores verdaderos...