Todo pasó en un segundo. La niebla era densa, apenas podía ver más allá de unos metros, pero sentía el caos en el aire, cargado de tensión. Sabía que Naim se movía rápido, pero no lo veía. Solo escuchaba el sonido metálico de las espadas chocando, un eco frío que se perdía en la bruma.
Christian gritó.
Ese grito... fue tan repentino, tan fuera de lugar en un escenario donde el miedo y la desesperación reinaban. Lo vi lanzarse hacia Naim, lleno de lo que podría llamarse valentía, aunque me pareció más un impulso irrefrenable de desesperación. Pero ¿qué esperaba lograr con un cabezazo? Mi mente calculó rápidamente las probabilidades de éxito. Ninguna, evidentemente.
Andrew también lo vio.
Su grito resonó en mis oídos, cargado de incredulidad y frustración.
—¿Pero qué haces, payaso?
Sí, justo lo que pensé. Porque no era más que una maniobra suicida, una que no tenía sentido. Un cabezazo contra alguien como Naim... era como intentar derribar una muralla con una pluma.
Y allí estaba, tan inmutable como siempre, su figura apenas moviéndose ante el impacto de Christian. El golpe fue inútil. Lo sabía, Christian lo sabía, y aun así lo hizo. Tal vez en otro contexto podría haber sido heroico, pero aquí, en esta situación, era simplemente una muestra más de nuestra inferioridad.
El siguiente movimiento de Naim fue preciso, sin perder un segundo. Lo vi girar hacia Andrew, su espada cortando el aire, dirigida con una velocidad impresionante. Mi mente, fría y analítica, apenas tuvo tiempo de procesar el peligro en el que Andrew se encontraba.
—¿Tú también tienes esos ojos?—esa pregunta resonó en el aire, impregnada de malicia. Había algo en la manera en que Naim hablaba, como si supiera más de lo que dejaba entrever, como si estuviera probando a Andrew de una forma que yo no lograba comprender del todo. ¿Qué veía Naim en él que yo no podía ver?
La espada se acercaba.
El caos se sentía como un torbellino, y en medio de la espesa niebla, me encontré corriendo hacia Hayden. Mi corazón latía con una intensidad que apenas podía soportar. No suelo perder el control de mis emociones, siempre intento procesarlas con lógica, pero esta vez... algo era distinto. El miedo me envolvía, algo casi tangible que me arrastraba más allá de cualquier pensamiento racional. Aun así, mis piernas seguían moviéndose, impulsadas por una determinación que me sorprendía.
Mi mano temblaba cuando la extendí hacia Hayden, pero cuando él la agarró, el contacto fue firme, reconfortante. Era una especie de ancla en medio del caos, como si al entrelazar nuestros dedos, pudiera mantenerme presente, aunque fuera por un instante.
De repente, escuché mi nombre. Christian, su voz cargada de preocupación. Giré rápidamente, mis ojos buscando los suyos en medio de la confusión. Y entonces, lo sentí. Una presión en mi pecho, una emoción que no puedo describir completamente. Algo se rompió en mi interior cuando nuestras miradas se cruzaron. La angustia, el miedo... Todo estaba allí, reflejado en sus ojos.
Las lágrimas comenzaron a acumularse antes de que pudiera detenerlas. No soy alguien que se deje llevar por el pánico, pero en ese momento, sentí que todo lo que estaba reprimiendo salía a la superficie. El miedo, la incertidumbre... la absoluta realidad de nuestra situación. Estábamos completamente sobrepasados.
Antes de que pudiera procesar lo que estaba ocurriendo, Andrew apareció, rápido, atrapándome antes de que mis piernas cedieran. Lo sentí sosteniéndome, y por un breve momento, el mundo dejó de moverse tan rápido. Su calidez, su fuerza... era una sensación extraña para mí, depender de alguien de esa manera. Me miró con una preocupación que, aunque agradecí, me resultaba difícil de procesar.
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El Arma Perfecta
Teen FictionLa vida de Rose era simple y tranquila, hasta que en ella irrumpe Andrew, el chico malo, y Christian, el chico bueno.