Capítulo 17. Deficiencias morales

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SIENNA

Hacía tiempo que mi dominio natural no salía a relucir.

Lo sentí como una inundación, llenándome de poder.

Mis ojos chasquearon de rabia y enseñé los dientes, que se afilaron al moverse ligeramente.

- ¡Atrás! —les ordené.

Funcionó. Los hombres lobo respondieron a mi dominio por instinto. Los humanos y los demás siguieron su ejemplo.

Me tomé mi tiempo y me esforcé por mirar cada uno de sus ojos por turnos.

Ojos azules. Verdes. Marrones. Pero todos llenos de miedo y rabia.

- Vuestra angustia es válida —dije al fin, y vi que algunos de ellos liberaban la tensión de sus hombros.

Pero no todos. Gloria e Iván me miraron con desprecio.

Con el corazón martilleando, los miré fijamente mientras continuaba.

- Los cambios realizados por esta nueva administración son nada menos que una persecución. Cualquiera estaría molesto después de lo que habéis soportado.

El hombre bajito y de piel morena asintió con la cabeza.

- Deberíais estar furiosos —insistí—, pero no con Aiden y conmigo. Estamos sufriendo junto a vosotros.

Gloria miró hacia otro lado.

Dirigí mi mirada al resto de ellos.

- El usurpador, Josh Daniels, y su compañera, Michelle, son el verdadero enemigo. Nunca perdáis de vista eso.

La multitud se calmó. Mi corazón seguía latiendo con fuerza, pero me sentí bien al ver que mis palabras surtían efecto.

¿Pero estaban realmente convencidos?


JOSH

Al día siguiente, caminaba por la galería, ahora libre de andamios por haber terminado las reformas, cuando lo vi en la gran pantalla plana que había instalado en la esquina noreste.

Mi trasero.

El culo de Michelle.

Un movimiento de balanceo.

Manos tanteando la cámara. O el teléfono, más bien.

¡Maldita sea, esa era mi polla!

¿Qué narices?

La vista se alejó más. Era el maldito vídeo telefónico que Michelle había hecho de nosotros follando.

La imagen se alejó y me vi abofeteando el culo rebotado de Michelle con la palma de una mano.

- Fóllame, Alfa Daniels —gritó—. ¡Fóllame hasta que te corras!

¡Puta mierda!

- ¡Farley! —grité—. ¡FARLEY! —cada grito era más fuerte que el anterior.

Empecé a subir las escaleras, gritando el nombre del secretario de prensa una y otra vez mientras avanzaba.

Farley se reunió conmigo al final de la escalera, con cara de perplejidad.

- ¿Sí, mi Alfa? —dijo el hombre calvo de mediana edad.

Tenía barriga. No sé cómo este tipo se había ganado el derecho a ser jefe de relaciones públicas; la competencia no podía ser muy dura.

- ¿Qué mierda acabo de ver en las noticias, Farley? —pregunté.

- ¿Mi Alfa? —dijo.

Lobos milenarios (libro 6)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora