Luego de unos largos treinta minutos en auto, los más tortuosos de mi vida debido al mutismo de mi acompañante y a las miradas que juraría que el chófer de Sr. Desconocido me lanzaba, finalmente llegamos al campo de tiro.
No sé cómo no se me ocurrió venir antes. Normalmente, cuando estoy frustrada o no quiero pensar en nada, me dirijo a un campo de tiro para despejarme. Empecé a hacerlo cuando cumplí 20 años. Fue después de escribir mi libro, Mafias, que se me ocurrió la idea. Debido a toda la investigación que realicé, adquirí conocimientos sobre armas, lo cual despertó mi curiosidad. Descubrí que tenía buena puntería y que me resultaba divertido, así que comencé a frecuentar el campo de tiro.
Fue un alivio que Sr. Desconocido no se opusiera. Si se hubiera negado, habría vuelto a casa. La atmósfera a su alrededor y los silencios incómodos resultaban insoportables. No es como si él pusiera de su parte, está claro que tiene mucho en mente como para prestarme atención. El campo de tiro es una buena opción, ya que no necesitamos hablar.
Al llegar, fuimos recibidos por un amable hombre de unos cuarenta años, que nos explicó las opciones disponibles, la dinámica del lugar y las medidas de seguridad. Lo seguimos en silencio hasta un campo abierto, y no pude evitar sentir un poco de emoción. Había otras personas practicando, con personal que asistía a quienes lo necesitaban. En particular, una joven me recordó la primera vez que fui a un campo de tiro y experimenté de primera mano lo desafiante que puede ser disparar con precisión.
Después de que el señor terminó su monólogo, nos dejó solos en el campo frente a una mesa equipada con todo lo que pudiéramos necesitar. Además, si requeríamos algo más, simplemente teníamos que solicitarlo.
La expresión de mi acompañante era inescrutable mientras miraba a aquellos que disparaban en las mesas vecinas, como si los estuviera juzgando con la mirada. Dado que era su primera vez, comprendí que tal vez se sentía incómodo con el sonido y el ambiente. Por ello, decidí intentar distraerlo.
—Normalmente, cuando estoy frustrada voy a un campo de tiro a despejar —Al escucharme, me prestó atención—. Al principio lo sentí muy ruidoso y extraño, pero cuando me concentraba en disparar, todo lo demás quedaba en segundo plano—Sin poder evitarlo, mis manos se movieron sobre la Glock 19 desarmada sobre la mesa, armandola en pocos minutos—. Hoy no te sientes muy bien y quise mostrarte lo que me hace bien a mi. ¿Quién sabe, tal vez te termine gustando? —Lo miré y le sonreí, extendiendo la Glock 19 en su dirección para que la tomara.
Él me miró a los ojos por unos largos segundos de forma analítica, y luego tomó el arma.
—Esa es un arma buena para principiantes. En lo personal, me gusta más la Sig Beretta Px4 Storm. Con una de esas aprendí a tirar —Me volteé hacia la mesa nuevamente y puse las orejeras de protección en mi cuello en lo que armaba una Smith & Wesson Shield—. Las Smith & Wesson Shield también son muy buenas. Tiene un golpe de gatillo de solo 3,5 kg y a pesar de que su retroceso es un poco recio, puede doblar los disparos con precisión. Es un arma de defensa bien pensada. La empuñadura, el peso y el grosor dicen mucho a su favor. Y lo que más me gusta, sus cargadores. Están hechos de manera tal que, cuando presionas el pestillo, se caen libremente del mango, lo que acelera y facilita la recarga del arma.
Sin darme cuenta, me emocioné y me extendí con una explicación que probablemente él ni siquiera quería escuchar. Al terminar de armar y cargar, me giré en su dirección y lo vi midiendo con el arma los objetivos en la distancia. Su postura y movimientos no parecían de principiante. Sus manos sostenían el arma con confianza y precisión, sin un indicio de titubeo o dudas. Su semblante era serio, concentrado, lo que lo hacía ver dos veces más apuesto.
—No olvides tus orejeras. —Le recordé, interrumpiendo mis propios pensamientos.
Él se volvió para mirarme y bajó sus manos de la posición de tiro, tomando las orejeras sobre la mesa.

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Unione Corse
RandomIsabella Slorah sabía desde muy joven que su sueño era ser escritora, pero, por mucho que se esforzara, sus libros nunca parecían tener un final satisfactorio. A los 19 años, tuvo un golpe de suerte que impulsó su carrera. Su épica trilogía, titulad...