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Tuve un sueño, uno donde era pequeña y nos fuimos de pesca mis padres y yo. El parque donde fuimos era hermoso y mi padre estaba muy feliz por los dos peces que ya tenía en la cubeta. Mi madre ayudaba con la barbacoa, vistiendo un sombrero de sol y una camisa de cuadro. Yo miraba los peces en el balde. Daban vueltas en círculo repetidamente, los dos juntos en aguas poco profundas y en un espacio tan pequeño. Escuché a mi madre nombrarme pero yo no podía apartar la vista de los peces en la cubeta, era tan sofocante.

Entonces desperté sintiendo un vértigo horrible. Estaba tirada en el suelo de una habitación muy iluminada. El sudor me bajaba desde las sienes, pero sentía frío. Me moví y mis manos seguían atadas, me dolían los hombros y las muñecas. Miré a todas partes con mi vista desenfocada y el corazón me subió a la garganta cuando lo ví.

Vestía ropa diferente. Su camiza era azul marino y llevaba botas de cuero y pantalón negro. Su cabello estaba húmedo y los nudillos de su mano derecha estaban enrojecidos y heridos. Bebía Wisky con tranquilidad mientras me miraba fijo con esos ojos tan azules que en su momento aprecié, pero ahora temo.

Me incorporé como pude y retrocedí, pegando mi cuerpo a la pared. Solo ese movimiento me agotó tanto que tuve que respirar con fuerza por la nariz. Entonces lo miré tan fijo como me miró, pero solo de recordar todo lo que pasó, me puse a llorar. Me sentía tan mal, tenía tantas preguntas, estaba tan asustada. Y al mismo tiempo, no podía creer lo que me estaba pasando. Era subreal el hecho de que estaba secuestrada.

—Debo felicitarte —Habló dejando a un lado su trago y poniéndose de pie-. Despiertas muy rápido a pesar de haber sido drogada con GHB. —Me estremecí cuando dió el primer paso en mi dirección. Sentí ganas de fundirme contra la pared o traspasarla, pero eso era imposible.

Él se puso a mi altura y yo estaba tan alterada que no sabía si evitar su mirada o mantenersela. Cuando su mano se acercó, todo mi cuerpo tembló y mis ojos se cerraron inconscientemente. Entonces tomó la cinta que bloqueaba mi boca y la arrancó sin cuidado. Sentí ardor y un sabor a hierro cuando mi lengua probó la sangre de mi labio. Aguanté las ganas de quejarme por el dolor y volví a mirarlo, él retomaba su posición en el mueble, con su vaso de whisky.

El silencio se mantuvo por unos minutos, él no había hablado y yo tenía miedo de hablar. No quería preguntar, pero quería que respondiera todas las dudas que tenía. Entonces, sin ninguna determinación, cuestioné.

—¿A dónde me llevas? —Mi voz salió rasposa y exhausta, me ardió la garganta, pero tenía que saber a dónde iba este avión.

—¿Qué te hace pensar que responderé a tus preguntas? —Sus ojos se entrecerraron en mi dirección y me hice más pequeña, pero aún así contesté.

—El hecho de que me hayas quitado la cinta de la boca. —Murmuré y él no dijo nada por unos segundos.

—Nos dirigimos a Francia. —Respondió y mis ojos se ensancharon.

"¿Francia? ¿Por qué?"

—Al vuelo le faltan unas horas. Yo en tu lugar aprovecharía el tiempo en descansar, porque cuando llegues no estarás muy cómoda. —Y sabía que eso no era un farol.

—El encuentro en la biblioteca no fue una casualidad, ¿verdad?

—Un poco tarde para darte cuenta de eso —Se burló con cinismo—. Debiste volver a huir como la primera vez que nos vimos. —Dijo luego de darse un trago.

—¿Qué? —¿De qué rayos estaba hablando?

—Esa noche, en tu jardín...

—Tú... —Me sorprendí un poco por la noticia, pero a esas alturas, eso no podía perturbarme.

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