XV

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Los turcos llegaron puntuales.

Los autos giraron en la rotonda antes de detenerse. Un hombre robusto y calvo bajó en primer lugar y abrió la puerta trasera del auto del medio. Luego, emergió otro hombre alto vistiendo un traje azul marino y negro.

Kaan Yilmaz, ese hombre no había cambiado en nada.

Nuestros negocios con Turquía eran vigentes desde los años 1930. Sus bisabuelos y mis bisabuelos comenzaron los negocios juntos y mis abuelos y sus abuelos los continuaron. Ocurrió lo mismo con nuestros padres, hasta llegar a nosotros el día de hoy. En todas esas décadas de negocios, era más que evidente que hubieron muchos altibajos, pero jamás se habló de detener las negociaciones. Era obvio el olor a gato encerrado y, a pesar del riesgo que conllevaba negociar con socios deshonestos, era necesaria la colaboración... por el momento. Mi hermano y yo necesitábamos una soga para mantener a las familias bajo control, si también perdíamos a Turquía, las cosas no pintarían bien.

—Bienvenido. —Se acercó Nóel y me acerqué con él.

—Que bueno volver a verlos, han pasado años desde la última vez. —Dijo,  correspondiendo al saludo de mi hermano, y luego estrechando mi mano.

—Cierto, ya fueron cinco años. —Dije.

—Ustedes no han cambiado nada, están frente a mí pero si no se hubiesen acercado primero, no sabría quién es Nóel y quién es León. —Bromeó, señalándonos respectivamente.

—Pasemos, tengo un Vega Sicilia Único de 1966 esperando por nosotros. —Invitó mi hermano.

—Está bien, negociemos con buen vino.

En la oficina, Rebecca nos esperaba de pie junto a la ventana, con una copa de vino en la mano. Su sonrisa gatuna se extendió cuando entramos y se acercó a saludar.

—Bienvenido, Yilmaz. —Extendió su mano libre hacia el hombre. Yilmaz entrecerró loss ojos hacia ella, pero aún así, tomó su mano.

Rebecca y Yilmaz ya se conocían de antes. Habían coincidido brevemente hacía cinco años, pero en aquel entonces Yilmaz mostró actitudes machistas, cuestionando la capacidad de una mujer para manejar negocios de tanta importancia. Esto tocó la fibra sensible de Rebecca y me vi obligado a intervenir cuando sus conversaciones mordaces se volvieron demasiado ásperas.

—A pasado un tiempo, ¿has estado bien? —Siguió ella, y el timbre en su voz enmarcó el sarcasmo en la pregunta.

—Muy bien, de hecho. —Yilmaz respondió imperturbable.

—Esas son buenas noticias. —Le sonrió.

Todos tomamos asiento y disfrutamos de una copa de vino. Sabíamos que la conversación que seguiría era de suma importancia, por lo que no tendríamos tiempo para prestar atención a algo tan trivial como el vino cuando nos pusiéramos serios.

—Entonces... —Yilmaz dejó la copa a un lado y abrió la conversación—. Me dicen que el gobierno en Francia se está poniendo rebelde.

—Es cierto. —Afirmó Nóel, pero no dejó su copa.

—Viéndote, supongo que eso está bajo control.

—Lo está. Llevamos años trabajando con el gobierno. El gobierno es lo que es hoy día gracias a todo lo que hemos hecho por ellos. ¿Crees que se saldrían de control por algo como esto? —Ese tono de Nóel dejaba en claro que la corrupción del gobierno estaba en nuestras manos y muchos cargos importantes caerían si no se andaban con ojo.

De hecho, no era una exageración. Nuestra familia había estado en contacto con el gobierno desde la Segunda Guerra Mundial. Los que no nos estaban agradecidos y nos eran fieles, tenían mucha mierda para ocultar, y sabían que esa mierda seguiría en la oscuridad si no se pasaban de listos con nosotros.

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