II

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Melbourne resultó ser una ciudad hermosa y vibrante. Tan diferente de Londres que llegué a sentir melancolía, pero cada diferencia contribuía a sentirme realmente de vacaciones. Si hubiese ido a otro sitio, no tendría el mismo efecto. Sus personas y lugares agradables me mostraban otros paisajes, otros escenarios. Aunque Mariam seguía prefiriendo mostrarme más de la vida nocturna en la gran ciudad. Aveces pensaba que se había mudado solo por eso.

Recorrimos en un convertible de punta a cabo toda Melbourne, con música fuerte y creyéndonos cantantes o estrellas de Hollywood.

En una oportunidad, Mariam me arrastró hasta la playa, a la cual no soy muy aficionada, argumentando que necesitaba broncearme porque ya podía ver mis venas por lo exageradamente pálida que era. Sintiendo que tenía razón y poniéndome un bikini amarillo más revelador de lo que me gustaría, nos fuimos toda la tarde de playa.

Una de las cosas que odio es el calor, pero las piña colada, hombres bronceados, tumbonas y vistas encantadoras lo compensaban. Todo parecía poner de muy buen humor a Mariam cuando a mí el sol me torturaba. Incluso tarareaba y movía su cuerpo recostado como pez fuera del agua.

-Buenas tardes, señoritas. -El saludo vino de dos hombres atractivos que se acercaron donde tomábamos el sol. Yo solo pensé "Oh, no" y les sonreí de vuelta.

-Buenas tardes. -Los saludó Mariam y bajó sus gafas oscuras para darles una mirada para nada disimulada. Esta chica no conocía la discreción.

Para ser sincera ellos no estaban nada mal. Eran dos castaños altos, con musculos bien compartidos en los que el sol había hecho un magnífico trabajo, y se veían simpáticos. Pero yo ya había tenido suficiente de propuestas y rechazos durante toda la última semana. No estaba interesada ni en una relación ni en sexo casual, solo quería mis vacaciones.

-Mi nombre es Javier y él es mi amigo, Archer. -Se presentó el que se detuvo frente a mi.

-Hola. -Saludó su amigo, que no dejaba de mirar a Mariam.

-Mi nombre es Mariam y el de mi amiga Isabella -Estiró la mano en señal de saludo hacia el chico llamado Archer, que la tomó sonriendo-. Es un gusto.

-Igual -Continuó Javier-. Al verlas decidimos acercarnos y preguntarles si les interesaba dar una vuelta en Jet Ski con nosotros. Les prometemos que será divertido.

-La verdad es que- -Estoy a punto de seguir y negarme cortésmente, pero soy cortada por Mariam.

-Nos encantaría. Obviamente será súper divertido. -Giro mi cabeza a más grados que un búho y ella hace como que no se da cuenta de mi mirada de ojos saltones.

-Genial. -Dice Archer y acomoda su cabello que aún goteaba agua.

Mariam se pone de pie y, en una conversación silenciosa, me insta a hacer lo mismo. Suspiro internamente, dándome por vencida, y me quito mi pamela y el pareo, dejándolos sobre la tumbona. Mariam hace lo mismo con sus gafas y, tras darle un último sorbo a su piña colada, seguimos a los chicos.

Fue un paseo muy divertido. Para ser mi primera vez en una moto acuática, fue una experiencia maravillosa. Las motos podían alcanzar más velocidad de la que podía imaginar. Al principio me daba un poco de miedo, pero luego me fui relajando y pude disfrutar el momento.

Hicimos carreras, recorrimos toda la playa, tonteamos y nos perseguimos mutuamente; no nos permitimos parar de reír. Ellos resultaron ser más agradables de lo que parecían a simple vista y, para mi sorpresa, no intentaron sobrepasarse con nosotras. No me culpen por desconfiar, mi madre me enseñó que no todos tienen buenas intenciones y que en los extraños no se confía.

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