En la mañana desperté escuchando una discusión en francés a mi lado. Me quejé por el ruido y tapé mi cabeza con la almohada, muy dispuesta a seguir durmiendo, pero la discusión subió de tono por alguna razón que no me importaba y me irrité.
—¡Chandler, Didier, silence! —Les grité en francés y les tiré la almohada. Por fin hubo silencio, pero me pareció extraño porque normalmente Chandler se abalanzaría para sacarme de la cama. Era imposible que me dejara dormir.
Abrí los ojos sospechosamente y miré a mi alrededor. De lo primero que fui consciente fue de los dos pares de ojos azules que me observaban atentamente, y a pesar de ser idénticos, unos estaban enojados y otros risueños.
—León, Nóel. —Murmuré sentándome en la cama, repentinamente despierta.
—Buenos días. —Me saludó León— ¿Dormiste bien?
—Sí, lo hice. —Susurré una respuesta, un poco cohibida por tenerlos a ambos tan temprano en mi habitación. León se me quedó viendo, como esperando algo, y entendí la indirecta— ¿Tú dormiste bien?
—Sí, pude descansar un poco. Hubiese dormido más, pero tus brazos y piernas no se quedaron quietos hasta la mañana. —Dijo y no supe si fue verdad o un intento por ponerme incomoda.
—¿Terminaron? —Nóel cortó las bromas y me escaneó con su mirada. Inconscientemente también me di una ojeada y casi muero de la vergüenza al ver mis fachas.
El bestido blanco que lleva puesto tenía los tirantes caídos, lo que hacía que el frente de la prenda quedara muy escotado y gran parte de la curva de mis pechos quedó al descubierto. Por si eso fuera poco, el largo se había enrollado lo suficiente como para mostrar mis muslos y ropa interior. Evitando sus miradas, arreglé el estado precario de mi ropa lo más rápido que pude, pero en realidad quería envolverme en la mantas para evitar sus ojos.
—Yo saldré primero —Dijo Nóel, mirando a León—. Estaré esperando tu reporte en mi oficina. No tardes. —Y sin nada más que agregar, se marchó.
—¿Qué hora es? —Pregunté a León, que tomó asiento en la cama. Más relajada tras la partida de Nóel.
—¿Las siete? —Dudó— No estoy seguro.
—¿Por qué se levantan tan temprano? —Me quejé, tirándome hacia atrás.
—¿Seguirás durmiendo?
—Sí. Chandler y Didier no vienen con mi desayuno hasta las nueve.
—¿Se han vuelto cercanos? —No podía verlo porque tenía los ojos cerrados, pero lo sentí moverse más cerca de mí.
—Si respondo que sí, ¿te los llevarás? —Determiné que ese sería el final más viable.
—¿No lo sé? —Abrí un ojo para verlo a la cara y estaba sonriendo con todo y dientes.
—Entonces no —Volví a cerrar los ojos—. No nos hemos vuelto cercanos. —Lo escuché reírse y ponerse de pie, alejándose.
—Dejémoslo así entonces.
—¿Te vas? —Me apoyé en mis codos para verlo acercándose a la puerta.
—¿Por qué? —Volteó a verme.
—Deberías cerrar las cortinas, la luz me molesta para dormir. —Él soltó una sonora carcajada al escucharme, llevándose una mano a la frente y otra a la cintura.
—Eres increíble. —No respondí y él fue hasta las ventanas para cerrar las cortinas. La habitación se sumió en la oscuridad, pero algo de luz logró colarse, dejándome ver los contornos de las cosas— ¿Al parecer me haz perdido el miedo? —Vi su silueta moverse hacia mí en cuanto se giró, como un felino acechando a su presa.

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Unione Corse
RandomIsabella Slorah sabía desde muy joven que su sueño era ser escritora, pero, por mucho que se esforzara, sus libros nunca parecían tener un final satisfactorio. A los 19 años, tuvo un golpe de suerte que impulsó su carrera. Su épica trilogía, titulad...