Los días pasaron lo suficientemente rápido para mí, una cautiva, desde que Chandler y Didier decidieron hablar más conmigo. Las clases particulares con Chandler fueron mejor de lo que imaginé. Él chico nunca se molestaba sin importar las preguntas que hiciera o las veces que tuviera que repetir la misma palabra. En cambio, parecía mucho más animado cada vez.
Didier se fue relajando conmigo poco a poco y también participaba en las clases de vez en cuando. Aún no actuaba con la misma soltura que escuché tras la puerta, pero era una mejora.
—Bonjour, Mademoiselle//Buenos días, señorita —Entró Chandler, con su característica alegría—. Le petit déjeuner.//El desayuno. —Dejó la bandeja en el escritorio y me levanté de los mullidos cojines del sofá para comer.
—Merci Monsieur.//Gracias, caballero. —Agradecí antes de sentarme y le ofrecí un croissant relleno de mermelada, el cual tomó de volada.
—Has mejorado en tu pronunciación. —Me felicitó Didier.
—Gracias. —Le sonreí y le tendí un plato con una empanada de jamón y queso.
—Deberías de comer más tú. —Dijo, sin tomar el plato.
—He estado comiendo muy bien gracias a ustedes. Puedes comer con Chandler y conmigo hoy también. —Él extendió su mano y tomó la empanada, dándole una mordida y yendo a sentarse en un mueble con Chandler.
Ya me había acostumbrado a la situación. Al principio, Didier no aceptaba por mucho que se lo ofreciera, y regañaba a Chandler por comer conmigo. Luego, no estaba segura de por qué, aceptó en silencio un pedazo de pastel de carne y hemos comido juntos mis tres comidas, las cuales comenzaron a ser un poco más abundantes.
—Está muy bueno. —Chandler se chupó los dedos azucarados y tragó con placer.
—¿Quieres más? —Me reí de su cara de satisfacción y le ofrecí otro croissant, el cual corrió para tomar.
—¡Eres tan amable! —Me sonrió y volvió a su asiento.
—Sabes que no todos los que te dan algo de comer son buenas personas, ¿verdad? —Le pregunté y él dejó de masticar para prestarme atención— No confíes en cualquiera que te de algo rico, hay muchas personas malas por ahí. —Le dije, algo en serio, y él miró a Didier con cara extraña.
—No soy un niño —Se rió—, y mucho menos soy tonto.
—Sí, las "personas malas" que se acerquen a ti son los que deberían de llamarse tontos. —Bromeó Didier con una sonrisa, y volvió a morder su empanada.
Cuando lo escuché, caí en cuenta de que... ellos eran "personas malas". Chandler y Didier eran mafiosos. Por muy simpáticos y carismáticos que se vieran, eran hombres entrenados para matar. Los días en paz habían comenzado a afectar mi manera de verlos. Al principio les tenía miedo, y luego desayunaba con ellos. Eran personas que probablemente habían matado a otras personas, y acababa de decirles que no confiaran en desconocidos. Debí haberme escuchado muy tonta.
Aclaré mi garganta y volví a comer mi desayuno, un poco incómoda y avergonzada.
—¿Quieres ir a la biblioteca cuando termines de desayunar? —Me preguntó Didier, y agradecí su intento por cambiar el estado de ánimo.
—¡Sí! —Acepté de inmediato.
Los caminos hacia la biblioteca ya los conocía. Había tres caminos disponibles para llegar, mi favorito era el más largo. La biblioteca era enorme y, a pesar de que no contaba con muchas novelas modernas o libros prácticos, tenía hermosos clásicos y algunas ediciones que costaban millones. La mayoría de los libros estaban en inglés, otros muchos en Francés y algunos en español. Era una maravilla solo pararse en el medio y ver las estanterías. El primer día pasé las tres horas que se me dieron ojeando superficialmente la mayoría de los libros, y al final no me decidí por uno para leer. Estaba tan sorprendida por la colección que las tres horas se me fueron volando.
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Unione Corse
RandomIsabella Slorah sabía desde muy joven que su sueño era ser escritora, pero, por mucho que se esforzara, sus libros nunca parecían tener un final satisfactorio. A los 19 años, tuvo un golpe de suerte que impulsó su carrera. Su épica trilogía, titulad...