Capítulo 9: Siempre

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Christian echó la mirada por encima de su hombro mientras corría

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Christian echó la mirada por encima de su hombro mientras corría. Verónica le seguía. Le debió haber dicho al mago negro que ella se encargaba de Christian, ya que este los observaba alejarse con expresión ceñuda por no haber podido acabar su trabajo. Aunque al poco tuvo que volver a la batalla, porque un enérgico Nathan le agarró por la espalda y lo lanzó al suelo.

Según Christian avanzaba, se enfrentaba a diversos magos, pero como se movía rápidamente y era el primero en atacar, no suponía demasiado esfuerzo para él dejarlos inconscientes a su paso. Sin embargo, el suelo resbaladizo dificultaba su marcha y, en más de una ocasión, estuvo a punto de resbalar y caer, pero consiguió mantener un precario equilibrio patinando. De vez en cuando, volvía a mirar por encima de su hombro para asegurarse de que Verónica seguía yendo detrás suyo, y pudo comprobar que ella también se enfrentaba a los magos que encontraba, solo que de una manera mucho más eficaz y elegante que Christian. Casi parecía que sobrevolaba el suelo helado de lo ligeros que eran sus movimientos.

De pronto, Christian escuchó el siseo de una flecha rasgando el aire y, todo lo rápido que pudo, hizo un hechizo protector a su alrededor. Sin embargo, la flecha estaba hechizada para superar esas barreras, y arañó el brazo de Christian, produciéndole una quemazón horrible. Sintió cómo le empezaba a palpitar el músculo y cómo sangraba. La herida era bastante superficial, pero la magia que portaba la flecha se había introducido en la sangre del joven mago, y sentía que le hacía daño por dentro. Era como una especie de veneno.

Siguió corriendo con las pocas fuerzas que tenía hasta llegar a la playa, y se dio cuenta de que en medio de la confusión el troll había desaparecido. ¿Dónde podía estar? En cualquier caso, Verónica estaba ocupada con dos elfos, y temió que le perdiera de vista. Sus miradas se cruzaron y echó a correr de nuevo, sujetándose el brazo sangrante con la otra mano. Se preguntó dónde se habría quedado Nieve, y cayó en la cuenta de que se había quedado luchando con el gato de Verónica.

Verónica dejó a los elfos atrás, los cuales, sorprendidos, la miraron marchar. ¿A dónde iba? ¿Por qué desperdiciaba la oportunidad de enfrentarse a ellos?

Eso mismo se preguntaba ella mientras corría detrás del estúpido chico. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué le importaba?

A su vez, Christian no tenía ni idea de qué era exactamente lo que pretendía con lo que estaba haciendo. Era plenamente consciente de que enfrentarse a Verónica a solas era una absoluta locura. Llevaba un año escuchando lo implacable que era la maga, que había podido acabar con el antiguo Líder de la Orden Blanca y con otros tantos magos blancos. Sabía que no iba a tener ninguna oportunidad si se enfrentaban en combate, menos herido como estaba.

Pero Christian ya no atendía a razones, tan solo se dejaba llevar por un extraño instinto nacido en su pecho. Rodeó una de las montañas volcánicas, y se encontró frente a frente con el troll, que se había alejado del campo de batalla y estaba sentado en una roca mirándose con cara de tonto las manos. Tal vez maravillado por poder moverse de nuevo, después de tantos siglos de inmovilidad.

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