Capítulo 53: Líderes separados

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Había pasado ya más de un mes desde los funerales cuando Christian se levantó una mañana con un extraño presentimiento en el pecho

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Había pasado ya más de un mes desde los funerales cuando Christian se levantó una mañana con un extraño presentimiento en el pecho. No sabía qué era, pero sentía que era uno de esos días en los que la vida cambia de repente. Y tenía la sensación de que no sería un cambio a mejor. Intentó no darle demasiadas vueltas mientras se vestía y bajaba a desayunar al Caldero.

Se encontró con un alegre Dean, que le palmeó la espalda. En los últimos tiempos, se habían hecho muy buenos amigos. Además, el vampiro había empezado a salir con una ninfa y estaba de mejor humor. Tyler y Alice habían decidido retirarse, ya que alegaron no soportar bien todo el dolor y eso podía hacerles sufrir cambios peligrosos y descontrolados como lobos. Así que se habían retirado del Caldero, no sin antes decirle a Christian que, a pesar de las pérdidas, podía sentirse orgulloso de cómo había salido todo. Aunque pudo notar el dolor que sentían por Sam.

Sin embargo, Christian se acordaba todos los días de Nathan. Ya estaba acostumbrado a que no estuviese y había aceptado que había sido lo correcto, pero eso no mejoraba el hecho de que le echaba muchísimo de menos. Echaba de menos sus bromas y sus quejas, su manera única de ver la vida y de enfrentarse a las cosas. Sacudió la cabeza, intentando alejar aquellos pensamientos.

Salió del Refugio y se dirigió a Reikiavik. Había quedado en encontrarse con Verónica en el parque que habían visitado alguna vez. Tenía ganas de verla; ella era lo único bueno que tenía. Sin embargo, era consciente de que Verónica se había alejado un poco de él cada día desde el día de la batalla final. Estaba esquiva y pensativa, melancólica. Él lo entendía. De todos, el papel de Verónica había sido el más complicado y estratégico. Ahora ambos eran los Líderes de Magia y Verónica había estado haciendo un esfuerzo por llevar a algunos magos negros al Refugio con ella. Sin embargo, a todos los magos negros, incluida ella, se les veía incómodos con la situación. Siempre habían ido a su aire y el compañerismo con el resto de magos no encajaba en su manera de ser, por mucho que su actitud fuese pacífica.

Cuando llegó, ella ya estaba allí. La saludó con un beso, pero pudo ver que ella estaba fría y distante. No le dio demasiada importancia; Verónica tenía extraños cambios de humor. Sin embargo, compensaba con creces sus momentos buenos con los malos. Caminaron hasta encontrar un banco despejado de gente. El verano ya había llegado y había más personas por las calles.

Christian se fijó en que Verónica había estado todo el camino con los brazos cruzados y que apenas había pronunciado palabra. Cuando se sentaron, ella se puso en el otro extremo, guardando las distancias entre ellos.

Estaban sentados entre los brezales y las juncias, en un quejumbroso banco del camino que llevaba a la salida del parque. Verónica parecía nerviosa y Christian presentía que algo no iba bien, por lo que permaneció callado.

—Christian, creo que no puedo hacerlo —dijo ella al fin, rompiendo el silencio helador que se había instalado entre ellos.

—¿A qué te refieres? —preguntó él, completamente desconcertado.

Hielo violetaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora