Capítulo 51: La explosión

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Verónica se giró

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Verónica se giró. Con un movimiento de mano y un brillo de sus ojos, hizo que las cadenas de Christian se desvaneciesen. Este pudo notar el fluir de su magia de nuevo.

—¿Qué...?

—Ahora está débil —dijo Verónica, con una sonrisa sugerente en sus labios—. Ahora podemos vencerlo. Es ahora o nunca.

Christian sonrió: no le había traicionado. Su plan había salido a la perfección.

—Sabías que esto iba a pasar, ¿verdad? —le preguntó ella.

Christian asintió. Ese había sido su plan desde el principio, el arriesgado plan que solo Robin había sido capaz de intuir. Se había entregado a Kadirh, haciéndolo creer que lo había capturado: Verónica le había contado que Daniel siempre patrullaba los alrededores de los campamentos, de manera que sabía que lo descubriría y entregaría a Kadirh. Quería hacer sentir confiado al mago negro, y sabía que Verónica intervendría de alguna manera, que acudiría a su encuentro. Estaba escrito en la leyenda. Lo que no podía saber era de qué lado se pondría al final.

Christian evaluó la situación a su alrededor: los hechiceros se habían retirado, de manera que solo quedaban Kadirh, Verónica y él. El mago negro estaba en una especie de trance, con los ojos cerrados y sus manos extendidas, de estas salían bocanadas de magia negra que se introducían en el caldero.

—No podemos dejar que termine el ritual, o tendrá el poder de restaurar el mal —dijo Verónica.

Christian comprendió lo que debían hacer. Se pusieron el uno al lado del otro y juntaron sus fuerzas en un hechizo que lanzaron a Kadirh. Vieron cómo la magia viajaba por el aire, pero, antes de que llegase al mago negro, algo inesperado ocurrió: este abrió los ojos, los cuales habían dejado de ser violetas para volverse de un negro como la más profunda oscuridad, y el hechizo desapareció en el aire.

Christian y Verónica se quedaron sin palabras. ¿Qué había pasado? ¿Había terminado el ritual?

—Tienes un problema de lealtades, hija mía —su voz había cambiado también. Sonaba gutural y con eco—. No me habéis dejado terminar, pero no importa, os mataré primero. Tengo la fuerza suficiente para ser invencible —dijo, admirando sus manos de las que salían chispas negras.

—Padre...

—No me hables, asquerosa traidora. Tú morirás primero.

Y, entonces, extendió los brazos hacia el cielo y pudieron ver como se formaba una bola negra cada vez más grande en sus manos. Unos segundos después, la lanzó hacia ellos. Sin embargo, Christian y Verónica reaccionaron a tiempo y, cogidos de la mano para reforzar sus energías, crearon otra bola similar pero de color morado que se encontró en el aire con la de Kadirh. Las dos bolas al chocar se extendieron en una semiesfera que los rodeaba, de manera que cada mitad era de un color.

Sin embargo, Kadirh tenía razón y la fuerza de su magia era mayor que la de Christian y Verónica juntos, y la mitad negra empezó a extenderse por la zona de la morada.

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