Cuando Christian despertó a la mañana siguiente, bajó rápidamente al gran árbol de Navidad que Nathan había estado decorando unos días antes. Saltó los escalones de dos en dos, con Nieve brincando a su alrededor. En su camino se encontró con muchos otros magos que hacían lo mismo que él. La mayor parte caminaban con movimientos torpes y rostros adormilados. Pero Christian estaba perfectamente despierto: era el momento de dar y recibir regalos, y eso era algo que le entusiasmaba. Aunque apenas había dormido un par de horas, estaba impaciente por llegar a la base del árbol. No sabía dónde estaba Verónica, ya que la noche anterior había desaparecido de su cama, tras morderle el lóbulo de la oreja y susurrarle:
—Voy a preparar tu regalo.
Atravesó, dando grandes zancadas el patio, y dejó atrás el Caldero de Madera, hasta llegar al árbol. Había quedado muy bonito, con múltiples bolas y adornos colgando de sus ramas cubiertas de nieve. Debido a que estaba hechizado con magia, de vez en cuando adquiría vida propia y sacudía sus ramas, de manera que la nieve caía a todo aquel que se encontrase cerca. También removía sus raíces, así que si alguien se sentaba en ellas, corría el peligro de caer a un lado u otro. En ese momento, sin embargo, estaba sereno y solemne con miles de regalos adornando su base.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca, un paquete salió volando hasta llegar a sus manos. Estaba envuelto con papel verde y reconoció la letra de Robin, el cual estaba un poco más allá y le hizo señas para que lo abriese. Con curiosidad, lo abrió y se encontró con un libro. Sonrió a Robin en señal de agradecimiento. Christian esperaba que le gustase el regalo que le había preparado al elfo; lo había encontrado en una tienda de Reikiavik y consistía en una especie de guía de todos los tipos de plantas existentes en Islandia. Dejó el regalo sobre una mesa cercana y otro paquete saltó a sus manos. Estaba envuelto en papel negro.
—Chico impaciente, no vayas a abrir mi regalo sin mí —dijo la voz de Verónica a su espalda.
—No pensaba —mintió Christian.
—Ya, y yo me chupo el dedo —contestó ella, mientras el paquete de Christian volaba hasta sus manos—. ¿Lo abrimos a la vez?
Christian asintió y comenzó a desenvolver el paquete de Verónica. Era una camiseta negra con un atardecer dibujado.
—Lo he dibujado yo —dijo ella, mientras rompía el papel del envoltorio de su regalo.
—Ajá... —miró a Verónica, con una sonrisa asomando a sus labios.
—¿Qué pasa? —preguntó ella, con las cejas arqueadas.
—Que no me pega.
—Pues te la pones para dormir —dijo, con voz borde.
Christian se echó a reír.
—Es broma... aunque sí, es un buen pijama —dijo, muy serio. Ella le dio un puñetazo en el brazo.
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Hielo violeta
FantasyChristian es un joven islandés que ha creído en la magia desde que, siendo niño, presenció cómo un hombre desaparecía en la plaza de su pequeño pueblo. Durante un verano solitario, sus sospechas se confirman al ver a una extraña chica de ojos violet...