La noche llegó entre preparativos para la cena. Había sido un evento improvisado pero, por la disposición que presentaron todos los invitados a ir, Christian sospechó que el caprichoso Líder Rojo debía hacer cosas así a menudo. En el Palacio había cientos de sirvientes que corrían de un lado a otro, llevando la mejor cubertería y preparando todo tipo de comidas. Los cinco magos habían recibido unos trajes de gala con los que asistir a la fiesta. El de Christian era parecido a los trajes que llevaban allí todos: de color azul y con broches de madera. Su cuello estaba adornado por un pañuelo negro combinando con sus pantalones y zapatos. El traje de Nathan, sin embargo, era ligeramente distinto.
—¿Por qué yo tengo que ir con esto? —señaló con desesperación su traje, era una camisa verde fosforito y unos pantalones de campesino negros—. Si ha dicho mejores galas, ¿cómo puede ser esto elegante?
Christian no pudo evitar reírse ante la desesperación de Nathan.
—Tal vez tiene que ver con tu impactante actuación mientras montábamos en los dragones —sugirió Christian—. Seguro que lo has dejado impresionado.
—¡Que a uno no le guste montar en unos lagartos infernales y gigantescos no quiere decir que merezca cosas así! —dijo señalando a unos vuelos que caían de la camisa.
Christian siguió riéndose hasta que se encontró con Tyler, Alice y Verónica. Estaban los tres despampanantes con sus atuendos de gala. Tyler llevaba una sencilla rebeca negra sobre una camisa gris y unos pantalones negros. No iba vestido como un jinete por no haber podido cabalgarlo. Sin embargo, tampoco vestía como Nathan. Su look acentuaba su aspecto oscuro y peligroso. Quizás, su naturaleza lobuna. Al igual que el vestido de Alice: negro, ajustado y elegante pero sencillo. Sin adornos ni distracciones, tan solo para resaltar la belleza de la loba.
Sin embargo, lejos de lo que cabría esperar, Verónica no estaba vestida de negro. No, estaba vestida de rojo. Pura tentación. Christian estaba seguro de que el mismo Arthur había elegido todos y cada uno de sus atuendos. Y, en parte, se sintió orgulloso de que le hubiese permitido vestir como jinete. Aunque probablemente no tuviese más remedio que presentar en sociedad al Líder Blanco como alguien digno de tal vestimenta. Por muy mal que se llevasen, Arthur seguía siendo un Líder, y también un político que sabía cómo había que llevar las riendas de ciertos asuntos, al margen de los intereses personales.
Mientras se sentaban en la gran mesa que adornaba el comedor, en los asientos más cercanos a Arthur, como sus invitados de honor, Christian se preguntó qué anunciaría el mago. Estaba claro que sería su respuesta a si participaba o no en la guerra contra los magos negros, pero Christian jamás había llegado a formular tal petición. Sin embargo, fijándose en la complicidad que compartía con Verónica, se imaginaba fácilmente a esta susurrándole tal propuesta en su oído. Al fin y al cabo, para eso estaba ella allí, se recordó un celoso Christian.
Christian charló de asuntos sin importancia con la gente que le dirigía la palabra, mientras engullía toda la suculenta comida que tenía ante sus ojos. Algunos lo miraban con mala cara por comer con tan poca moderación, pero él se había propuesto probar un poco de cada plato. Al igual que Nathan, de manera que parecía que competían a ver quién resultaba más exagerado. Pensaban que sería divertido, ya que allí todo se exageraba. Sin embargo, tuvieron que frenarse ya que, de pronto, Arthur hizo chocar un tenedor con su copa de champagne, mientras pedía silencio y se ponía en pie.
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Hielo violeta
FantasyChristian es un joven islandés que ha creído en la magia desde que, siendo niño, presenció cómo un hombre desaparecía en la plaza de su pequeño pueblo. Durante un verano solitario, sus sospechas se confirman al ver a una extraña chica de ojos violet...