Christian perdió la noción del tiempo y de todo. Hacía un rato que habían abandonado la mesa, ya que los camareros habían ido quitando muchas de las mesas centrales hasta abrir un espacio suficientemente grande para hacer de pista de baile. La música estaba más alta y era más animada, y las magas habían insistido en salir a bailar, cogiéndolos de los brazos y tirando de ellos.
Lo cierto era que Christian se lo estaba pasando de maravilla. Embriagado por el alcohol, veía los colores difuminados y la estancia le daba ligeramente vueltas, mientras daba tumbos de un lado a otro, intentando seguir el ritmo.
—¡No sabes! —le dijo Jessica, riéndose, mientras se acercaba a él, lo cogía de los brazos y empezaba a saltar de un lado a otro arrastrando a Christian con ella—. Así es cómo se baila aquí —continuó, con la voz también afectada por la bebida.
Christian se echó a reír y siguió dando saltos mientras intentaba calmar un poco su mente. Según veía a su alrededor, Jessica estaba en lo cierto: casi todos los elfos pegaban esos extraños saltos mientras reían y cantaban. Eso quedaba fuera de lugar para él, porque desconocía la letra de la canción, aunque le gustaba bastante. Lo sorprendente era que las dos magas sí que se la sabían.
—Pero, ¿cómo...? —empezó a preguntar Christian.
—Soy una caja de sorpresas —respondió Jessica, con voz sugerente.
—Me dejas sin palabras —le respondió él, mientras dejaba que ella se acercase a él.
Entonces, aun riéndose, levantó la cabeza para ver por dónde andaban el resto. Vio que Robin le hacía un gesto con la mano desde la entrada: estaba despidiéndose. Christian le respondió con una señal de cabeza, ya que sus manos estaban cogidas a las de Jessica. Siguió buscando un rato a los otros dos, pero no tardó mucho en encontrarlos: estaban fundidos en un abrazo mientras se besaban apasionadamente.
La última vez que los había mirado estaban bailando cogidos de la mano, como él con Jessica.
Y, cuando bajó la mirada y vio a Jessica, se dio cuenta de lo que estaba haciendo. No dudó ni un segundo en soltarle las manos y apartarse de ella: sabía que con ella podría ser feliz, que le trataría bien, probablemente mucho mejor que Verónica. Pero había un fallo y es que ella no era Verónica.
—Yo... —alcanzó a tartamudear—. Lo siento.
La miró unos segundos y salió del pub. No se acordaba del camino de vuelta y estaba muy aturdido, tanto por lo que había pasado como por el alcohol. Así permaneció unos segundos parado, sintiendo el frío que de nuevo se calaba hasta los huesos. Seguía nevando, y las calles estaban prácticamente vacías, excepto por algún joven elfo en condiciones similares a las de Christian. En la esquina de la calle había tres elfos cantando a pleno pulmón lo que parecía una canción popular.
—¡No te vayas sin mí! —escuchó la voz de Nathan a su espalda.
—No quería interrumpirte —dijo Christian.
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Hielo violeta
FantasyChristian es un joven islandés que ha creído en la magia desde que, siendo niño, presenció cómo un hombre desaparecía en la plaza de su pequeño pueblo. Durante un verano solitario, sus sospechas se confirman al ver a una extraña chica de ojos violet...