Christian y Verónica volvieron juntos de la mano al Caldero. Todo el mundo les estaba esperando alrededor del escenario que se había montado. No era demasiado grande, tan solo una pequeña elevación de madera al lado del Caldero, con un micrófono en el medio y algunos globos y adornos festivos repartidos por el escenario. Muchos reconocieron a Verónica y la miraron con escepticismo, pero no podían hacer nada. Todos estaban al tanto de que quizás estuviera de su parte; y sería una locura por parte de ella intentar atacarles estando sola. Otros magos, como Robin, la miraron con respeto por estar allí entre ellos, traicionando a su Orden entera.
Christian la miró y sonrió con sus ojos azules.
—Adelante, campeón.
Sintió el coraje que necesitaba para subir ahí arriba, mientras soltaba la mano de Verónica. Puso el semblante serio que requería la ocasión, asintió con la cabeza en señal de agradecimiento por los aplausos y las ovaciones, dio su discurso, hablando de sus sueños y objetivos, de la paz que esperaba conseguir. Habló de una reconciliación con los magos negros, señaló la importancia de la presencia de Verónica entre ellos, recalcó que eso era el primer paso. Prometió construir un mundo mágico mejor. Y, cuando acabó, todos y cada uno de los magos estaban en silencio, prendidos de sus palabras, soñando sus sueños, deseando sus deseos.
Y, después, le aplaudieron. Christian sintió que sus mejillas enrojecían, pero se sentía feliz y a gusto consigo mismo, así que no le importó. Desde su posición en el escenario, pudo ver cómo Erlian, el hermano gemelo de Ulises y dueño de la librería, se levantaba de su asiento con un tremendo esfuerzo, y, apoyado en su bastón, caminaba hasta la base del escenario, subía las escaleras y se acercaba a Christian.
Poco a poco, mientras el viejo mago caminaba, el público quedó en silencio, de manera que llegó un momento en que el repiqueteo del bastón de Erlian resonaba haciendo un eco que daba incluso más majestuosidad al momento.
Pum, pum.
Ya estaba a unos pasos de Christian. Este, ligeramente nervioso de nuevo, volvió a echar la mirada al público, y encontró unos emocionados ojos violetas que lo miraban intensamente en señal de apoyo. Volvió a sentir valor de nuevo.
Pum, pum.
Erlian llegó a la altura de Christian y lo miró fijamente unos segundos. Después, se giró hacia el público y, tomando aliento, comenzó su discurso:
—Como bien sabéis todos, soy el hermano gemelo de Ulises. Soy su viva imagen y, sin embargo, jamás seré ni la mitad de lo que él fue —su voz estaba impregnada de nostalgia—. Fue un modelo a seguir para todos nosotros. Su valor y coraje, su sentido del bien, su afán por la igualdad y por la justicia, su don para la magia, su capacidad de enfrentarse al mal, han sido inigualables hasta el día de hoy. No lo digo por ser su hermano, pero creo que es el mejor mago que he conocido en mi vida.
Se extendió un murmullo de aprobación por el público, y Christian deseó una vez más haberlo conocido. Erlian continuó:
—Fue vilmente vencido y derrotado por una maga que hoy se encuentra en esta ceremonia —todos los rostros se giraron hacia Verónica, la cual permaneció impasible, como si todo eso no tuviera que ver con ella—. Pero, conociendo a mi hermano, sé lo que él diría: si ha decidido rectificar ha de ser perdonada... ¿y quién mejor que el hermano gemelo de la persona a la que mató cruelmente para otorgarle el perdón? —miró fijamente a Verónica—. Eres bienvenida, Verónica.
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Hielo violeta
FantasyChristian es un joven islandés que ha creído en la magia desde que, siendo niño, presenció cómo un hombre desaparecía en la plaza de su pequeño pueblo. Durante un verano solitario, sus sospechas se confirman al ver a una extraña chica de ojos violet...