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Hermione Granger cruzó las grandes puertas de madera de la sala número diez. A medida que atravesaba el lugar, se escuchaba el firme golpe de un par de stilettos negros contra el suelo. Caminaba con ímpetu y sencillez a la vez, volviéndose exquisita de observar para ciertos ojos.
Una larga túnica roja la envolvía. Apenas se podía visualizar el vaivén de sus caderas. Su cabello está vez estaba pulcramente recogido en trenzas que se sujetaban alrededor de su nuca, no tenía ni un solo rizo rebelde. Casi no se percibía el maquillaje en su tersa piel, de no ser por el brillante rojo que cubría sus labios.
Hermione sentía que caminaba hacia el árbol del Edén, a punto de cometer un acto prohibido. Todos le advirtieron: aléjate. Y jamás obedeció. Había un orgullo de león dentro de su corazón que no le permitiría rendirse, o en este caso abandonar a quienes salvaron su vida. Antes no pudo hacerlo, pero ahora por fin se había soltado de las cadenas que la detenían. Estaba allí para defender a la realeza de Slytherin, en medio de un presente en el que eran repudiados por el mundo mágico.
Se pidió una sola cosa a sí misma: no lo mires. Debía ir allí, conseguir su liberación, dar las gracias y regresar a casa. Tenía una razón por la que se grabó cada acción con tanto esfuerzo. Sin embargo, cuando abandonó la puerta anunciando su propio nombre, Draco Malfoy volteó tan rápidamente a mirarla que no logró dar unos pasos más fingiendo ignorarlo.
Pronto sus ojos traicioneros descendieron hacia el prisionero de la silla del medio, la más cercana al tribunal.
Fue un segundo donde vio su aspecto y su pecho se oprimió sin poder apartar la vista. Malfoy tenía el cabello rubio claro apuntando en diferentes direcciones, pero era lo de menos. Él estaba en extremo delgado, casi un fantasma del chico que hace unos meses la cubría con su cuerpo para protegerla. Su rostro se veía pálido, amarillento, con las mejillas hundidas y huecos sombríos alrededor de sus ojos grises sin brillo. Reparó en sus labios, donde tenía un hilillo de sangre que mostraba algo de color, y uno de sus pómulos se tornaba púrpura para combinar.
¿Quién tuvo la osadía de golpearlo?
Aun así, aquel villano gris, cuando por fin obtuvo su atención le dedicó una sonrisa agria, cruel, quizá augurando muchos de sus planes futuros. Cinco meses pasó inconsciente, y ahora que despertaba era lanzado contra los héroes hambrientos de justicia.
Hermione contrario a eso creía que él ya no conservaba su esencia del pasado, y tal vez esa idea se reflejó en su expresión llena de compasión hacia aquel ex mortifago. Pues los ojos decaídos de Malfoy brillaron con triunfo, su sonrisa ladina se ensanchó más y no dejó de observarla hasta que estuvo junto a él.
Hermione se detuvo a un lado de los prisioneros y regresó su vista hacia el jurado detrás del ministro. Todos murmuraban entre ellos mismos, casi percibía los sermones en su contra, la indignación de algunos y el silencio de los que eran sus amigos.
Era la tercera vez que estaba en ese lugar y no divisó cambio alguno, seguía siendo sombrío y mal iluminado por las antorchas, como si el Wizengamot estuviera impulsado a hacer sentir a los criminales la sombra del fracaso sobre ellos.
— Por supuesto que usted estaría presente en este juicio, señorita Granger —El ministro le dedicó una sonrisa incomoda a Hermione.
— Sí, señor, Ministro. Como heroína de la Segunda Guerra Mágica, y el galardonado reconocimiento de la Orden del Fénix que me fue otorgado; creo que me competen para presentarme y abogar por lo que creo justo —caminó hasta plantarse al frente de las sillas de los criminales, y desafiante levantó la vista hacia Kingsley Shacklebolt.
— Uff... —exclamó Theodore Nott por lo bajo, delatando lo maravillado que se encontraba con la escena.
Draco quiso golpearlo, no era el momento adecuado para las acciones tontas de su amigo. Para él, el mundo se detenía en esos instantes, quizá olvidándose de cómo respirar durante unos segundos. No era algo que le pasara seguido.
— Claro, tiene usted razón. Aunque no la evade de la impuntualidad esos honores —señaló con hostilidad para después fingir acomodar los papeles que tenía en el estrado. Se escucharon algunas risas discretas—. Y por lo sucedido durante la última vez que estuvo ante este tribunal, me veo en la obligación de pedirle que entregue la túnica de la Orden del Fénix y su varita. Prometo que le serán devueltos al finalizar la sesión.
— Señor ministro —exclamó Ron Weasley, en desacuerdo. Shacklebolt hizo un ademán de espera, y alguien sostuvo al pelirrojo para que se calmara.
Los acusados no entendían la situación, no contaban con la información completa de los hechos a los que se referían.
Un Auror se acercó hasta Hermione, ella con una sonrisa de burla procedió a quitarse la túnica sin dejar de observar a todo el jurado. Quería gritarles, quería decirles que despierten y vean en lo que estaban convirtiendo esa sociedad. Si hacían eso con alguien como ella, muy pronto serían ellos.
En el tiempo después de la guerra, Hermione perdió demasiada masa muscular por las secuelas. Empeoró cuando estuvo reducida a las cuatro paredes de una habitación durante meses. Así que en el último tiempo le había dedicado un especial esfuerzo y entrenamiento a su cuerpo, para que nadie más la observara como una pequeña bruja frágil. Los resultados se pronunciaban en las curvas que desarrollaba en los lugares justos, empezando a dar el aire de una adolescente del pasado a punto de convertirse en mujer.
Debajo de la túnica de Granger se pudo apreciar un vestido entallado de mangas largas y escote en V, que cubría hasta las rodillas. La tela era de charmeuse, al parecer, pero eso no fue lo que escandalizó a todo el juzgado; sino el color del vestido.
Cuando Malfoy observó la brillante tela verde se obligó a tragar duro en lugar de remojar sus labios. Nunca en su vida imaginó que la desaliñada chica de cabello enmarañado podría lucir como una digna descendientes de las casas más antiguas de magos sangre pura.
El ministro en cambio había preferido dejarle la túnica puesta a la cara femenina de la revolución. Habían brujas allí afuera aspirando a ser como Granger, la nacida de muggles. Sería contrariado el verla portar el color verde Slytherin representativo del mal.
— Me temo que el hecho de que este juicio fuera programado sólo hace tres horas tiene que ver con la situación. Le ofrezco una disculpa... —respondió con aparente vergüenza mientras entregaba su varita y la túnica roja.
— No se preocupe, acepto sus...
—... Por la mediocridad de los empleados del Ministerio para envair una simple carta —dijo completando su oración. La sala se llenó de ahogos de indignación.
Malfoy no pudo evitar dar un bufido para tapar la carcajada que retuvo en el último segundo. En Hogwarts todos decían que Granger no era más que una sabelotodo come libros, cuando en realidad era más una bruja rebelde, obstinada a destruir con su inteligencia si alguien se atrevía a irrumpir en su paz o si eso llegara a significar el logro de algo justo. Ella podría ser la Ministra de Magia perfecta, pensó.
— Usted no tiene la culpa, claro —Hermione juntó sus manos, era palpable su enojo e inconformidad. Solo ella sabía lo que el Ministerio le había hecho pasar en el último tiempo y no perdería la oportunidad de tomar la revancha— Sin embargo ahora que está a cargo sabrá escoger mejor a sus empleados.
No odiaba a Kingsley Shacklebolt, sabía perfectamente que ese hombre también estaba lidiando con las hienas recién aparecidas al poder. Sin embargo tenía parte de la culpa, y tenía que existir la manera de hacerlo reaccionar.
Hermione siempre escogería el escarmiento verbal como una buena forma para lograr sus cometidos, por supuesto.
Draco comenzaba a entender el porqué de la captura tan inusual y hostil en su contra. Probablemente planeaban darles un juicio sin defensa, que no duraría más de media hora y pronto estarían en Azkaban. Algo extraño sucedía allí.
— Por supuesto, señorita Granger —La expresión descompuesta del ministro dejó entrever que dio en el blanco. Este hombre la miró con nuevos ojos—. Lamentamos tal inconveniente hacia usted, apenas me informaron esta tarde que el señor Malfoy llevaba despierto una semana.
"Si la señorita Granger se hubiera dignado en hacerle una visita al señor Malfoy; lo sabría", pensó Draco.
— Claro, y lo mejor fue traerlo de inmediato —dijo con aparente obviedad.
"Si al menos habría asomado la cabeza en San Mungo, en uno de los tantos días que llevo despierto; sabría de mi deteriorado estado moribundo", pensó Draco otra vez.
— Entenderá que no debe haber ningún tipo de piedad, paciencia o compresión con este tipo de criminales.
— Eso lo veremos en este juicio —En lo alto de los bancos del jurado, Harry Potter y Ron Weasley deseaban poner una cinta en los labios de Hermione. Ginny Weasley, por el contrario, tenía ganas de aplaudir cada que su amiga abría la boca.
La esperanza estaba en que el nuevo ministro de magia no se dejara llevar por los otros funcionarios; sino por la justicia. La parte racional del jurado sólo eran pocos, la mayoría se había dejado consumir por el ego y la gloria. Ahora estaban más preocupados por no dejar que el mundo olvide sus nombres, y la única forma de hacerlo era encerrar hasta al más mínimo sospechoso partidario del lado oscuro, de esa forma mantendrían a las masas clamando por ellos.
— Ahora, si me permite, este tribunal está reunido aquí por los prisioneros presentes; más que por sus preocupaciones —indicó Kingsley, las risas de quienes los rodeaban apoyaron su comentario.
Hermione se removió incomoda, mientras Draco sintió enormes ganas de invocar un ejército de inferis para atestar el lugar. En el peor de los casos quedaban vivos solo los dos.
— Se los ha traído ante la Junta de la Ley Mágica por el principal cargo de:
» Formar parte de los seguidores de Tom Marvolo Riddle, el mago más tenebroso de todos los tiempos, quien impulso a la reconquista sangrienta del Mundo Mágico mediante la opresión a través de secuestros, asesinatos y torturas; mismos que determinaría la Segunda Guerra Mágica.
Hermione regresó sobre sus pasos y se plantó junto a los asientos de los acusados. Un Auror le ofreció una silla, pero ella lo ignoró olímpicamente y eligió estar de pie.
Draco tuvo que envidiar su fuerza y coraje, él apenas ponía hablar por lo débil que se encontraba. Solo se dedicó a observarla, e ignorar a la masa de imbéciles que los rodeaban.
— Draco Lucius Malfoy —resonó su nombre entre las oscuras paredes. Se obligó a dejar de mirar a cierta bruja y regresó su vista al ministro mientras enarcaba una caja de manera despectiva—. Se le acusa de:
» Formar parte del sequito más allegado a Tom Riddle, denominados mortifagos. Poseer la marca tenebrosa. Ser cómplice del asesinato de Albus Dumbledore. Ceder a los Carrow el control del colegio Hogwarts de magia y hechicería. Ser cómplice de las torturas llevadas a cabo en la Mansión Malfoy. Liderar las horribles misiones encomendadas por Tom Riddle. Y, finalmente, participar en la batalla de Hogwarts en favor de la toma de poder para Tom Riddle.
Quería hablar, gritar y explicar cómo sucedieron en realidad las cosas; pero apenas podía articular palabras, el dolor comenzaba a apoderarse de su cuerpo nuevamente. Se negó a pedir ayuda y adoptó una postura despreocupada para disimular su malestar.
— Theodore Miles Nott —prosiguió el Ministro. Todos escuchaban atentos, los ojos juzgadores sobraban en la sala— Acusado de:
» Formar parte de los seguidores de Tom Riddle. Cumplir muchas de las horribles misiones encomendadas por mortifagos. Ser partícipe de los castigos en contra de los nacidos de muggles en los terrenos de Hogwarts. Y, finalmente, participar en la batalla de Hogwarts en favor de la toma de poder para Tom Riddle.
Theodore estaba más atento a Neville Longbottom, quien lo observaba con aparente odio desde los bancos. Para complacerlo le dedicó una amplia sonrisa.
— Blaise Orfeo Zabini —Shacklebolt carraspeó antes de vaciar en su boca el contenido de una copa que se encontraba en su podio— Acusado de:
» Formar parte de los seguidores de Tom Riddle. Ser partícipe de los secuestros realizados por mortifagos. Y, finalmente, participar en la batalla de Hogwarts en favor de la toma de poder para Tom Riddle.
El estruendo de las puertas al abrirse volvió a oírse en la sala, esta vez Draco no volteó a ver de quien se trataba. Dos mujeres subieron las gradas de la izquierda, hasta que se posicionaron un poco cerca del jurado y aparecieron en el campo de visión de los acusados. Se trataba de la señora Malfoy y la señora Zabini.
La sala entera miraban con expresiones despectivas a ambas mujeres, algunas brujas se cuchicheaban cosas a los oído sin ningún tipo de discreción. La mayoría se esforzaba en hacerlas sentir igual que los criminales en medio de la habitación.
Draco sabía que poco se podía hacer con la espesa oscuridad que comenzaba a apoderarse de su alma. Desde que vio a Granger entrar trataba de mantenerse imparcial, de no dejarse llevar por el odio; pues había alguien dispuesta a abogar por su nombre y el mundo no debía estar perdido aún. Sin embargo era difícil, él nunca logró soportar las humillaciones y era un dardo en el orgullo lo que hacían con sus padres.
— Estos cargos constituyen una violación al decreto del Párrafo...
Draco dejó de escuchar al Ministro, su vista comenzó a nublarse y tuvo que cerrar los ojos. Otra vez todo daba vueltas a su alrededor. Al volver a abrirlos descubrió a su madre mirándolo con lágrimas, a punto de levantarse y armar un escándalo para que alguien lo socorriera. Él negó con la cabeza y ella en contra de su voluntad obedeció.
El Ministro seguía leyendo un montón de pergaminos donde estaban escritas cada una de las leyes que habían roto y el daño que provocaron; pero evitando mencionar la ayuda que habían brindado.
— ¿Cómo se declaran los acusados? —preguntó finalmente.
— Inocentes —respondió Hermione.
Blaise y Theodore dieron un asentimiento en apoyo. Draco apenas podía mantener la cabeza en su lugar, de repente tenía ganas de acostarse en el suelo y dejar que la muerte vuelva por él. Dolía demasiado.
— Me temo que tengo en mi poder ciertas declaraciones que afirman lo contrario —contradijo el subsecretario del ministro, Percy Weasley. A continuación se puso unas gafas de medialuna dispuesto a leer los papeles que residían en sus manos—. Me permito mencionar algunos de los más destacados.
» El señor Ollivander afirma haber visto a Draco Malfoy liderar la misión de su secuestro en conjunto con los carroñeros y Blaise Zabini. Por otra parte la mitad de los afectados nacidos de muggles que asistieron a Hogwarts durante la catástrofe, afirman que Theodore Nott fue parte de las sesiones de torturas hacia ellos. Otro tercio de victimas afirman que durante sus secuestros eran llevados a la Mansión Malfoy, donde Draco Malfoy hacía de testigo sobre si los mismos eran partidarios de Harry Potter y se dice que empleó la maldición "Cruciatus" en algunos.
— Los acusados presentes actuaron bajo las amenazas de Tom Riddle en contra de sus familias, cada uno era sometido a la maldición "Cruciatus", de igual forma, cuando se negaban a sus órdenes. Para mantener la lealtad de los mismos utilizaban la maldición "Imperius" —prosiguió Hermione mientras caminaba alrededor de la sala mirando fijamente a Percy Weasley.
Decidió ignorar a Malfoy nuevamente, no podría seguir defendiendo a nadie si estaba más enfocada en el estado de salud de aquel rubio.
— Al igual que todas la víctimas fatales de Voldemort, señorita Granger. Mucho de los que descansan en paz y de los héroes que hoy nos acompañan fueron sometidos a crueles torturas, vieron morir a sus familias y jamás se cambiaron al lado oscuro —Shaklebolt recorría con la mirada a los miembros del Wizengamot, invitándolos a afirmar sus hechos.
— No crea que no lo intentamos —dijo Blaise, la indignación marcándose en su voz—. La última vez que traté de escapar de los mortifagos, torturaron y mataron a mi padrastro en venganza. A donde quiera que fuéramos podrían encontrarnos, me cansé de pedir ayuda al ministerio. Ese auxilio siempre se me era rechazado al relacionarme con ellos. De todas formas salía mal, en todas partes había infiltrados, tarde o temprano él sabría lo que tratábamos de hacer. Mi único delito es intentar mantener con vida a mi madre.
— Yo no pude salvarla —interrumpió Theodore de pronto—. Mi madre murió a manos de Voldemort cuando trató de huir conmigo. Sólo tenía catorce años. No conocí otra forma de vida, la única persona que quedó a cargo mío fue mi padre y él se mantuvo fiel a ellos para que el siguiente no sea yo.
Había madres en el lugar, mismas que dejaron de mirar tan despectivamente a la señora Malfoy y la señora Zabini. De repente se ponían en lugar de aquellas familias.
— Sin embargo —Interrumpió el subsecretario Weasley—. En uno de los cargos se acusa a Draco Malfoy de poseer la marca tenebrosa. Tom Riddle sólo le concedía ese "honor" a sus más cercanos y fieles seguidores. Ni siquiera su madre porta tal cosa, lo cual fue fundamental para su liberación. No hay defensa que ayude a Draco Malfoy, este mago tenebroso jamás habría puesto su confianza en alguien de quien dudaba.
— Mi padre fue encerrado en Azkaban —Draco se obligó a abrir la boca, su voz era casi un hilo débil que apenas mantenía firme—. La marca tenebrosa se me fue dada como castigo a mis padres porque sabían que fallaría a las órdenes de Tom Riddle. El mismo día que me negué... —Draco calló por un momento, no seguiría si su liberación se trataba de tener que manchar el nombre de su madre.
— Llamo a Narcissa Malfoy, madre del acusado, a dar su testimonio de los hechos —prosiguió Hermione. Draco sintió un escalofrío recorrer su espalda.
— Granger, no —pidió en un ahogó, su pecho se encogía. Desgraciadamente notó que su madre y ella se miraban con una complicidad muy seria.
Ya lo habían planeado, quizá en el tiempo que Granger tardó en llegar se encontró con Narcissa para hacer algún tipo de acuerdo. O quizá estuvieron elaborando todo aquello por meses. Entonces, ¿por qué su madre reaccionó tan mal cuando la mencionó?
No hubo mucho que él pudiera hacer, muy pronto su madre se sentó en un escritorio improvisado que el ministro conjuró cerca del jurado.
— Señora Malfoy, ¿Draco Malfoy aceptó poseer la marca tenebrosa con goce y por voluntad propia? —preguntó Hermione.
— No —Draco trató de levantarse e impedir que siga hablando, pero las cadenas lo retuvieron—. En ese entonces Lord Voldemort había tomado posesión de mi hogar. El día que decidieron hacer la iniciación de Draco, traté de esconderlo. Me atraparon, por supuesto, y mi hijo continuó negándose a sus órdenes. Pronto me tomaron a mí como objeto de torturas y... múltiples violaciones para obligarlo; quisieron evitar que algo así sucediera en un futuro.
» Lo enviaron a Hogwarts con la misión de matar a Albus Dumbledore; con la específica amenaza de que por cada minuto que él se retrasara en llevar a cabo esa misión, yo estaría sufriendo día tras día todas las torturas que mi hijo presenció. Draco nunca más dudó en obedecer cualquier orden, jamás se permitió fallar porque no había otro tipo de salida para nosotros.
Draco y su madre se miraron fijamente durante la confesión, recordando el dolor del pásado y los fantasmas que los atormentarían por siempre.
Narcissa Malfoy no se permitió sollozar, las lágrimas caían silenciosas mientras ella mantenía la frente en alto; dejaría allí su buen nombre con tal de defender a su único hijo.
En la sala número diez dejaron de oírse murmullos, de repente un silencio sepulcral se asentó en el lugar. No había espacio para alguna mujer indiferente al testimonio de la madre de Draco Malfoy. La compasión se habría camino en algunos corazones, las brujas más viejas miraban con nuevos ojos a los acusados, nuevamente imaginando a sus hijos en lugar de ellos.
Kingsley Shacklebolt apenas pudo dar un asentimiento a la mujer, ella se adelantó a abandonar el escritorio y caminó hasta el lugar donde la señora Zabini la esperaba. Pocos notaron que ambas se tomaron con fuerza de la mano.
— Contrario a lo que se cree, señor ministro. Los acusados no perdieron la oportunidad de cambiar de bando cuando se les presentó la oportunidad el día de la Batalla de Hogwarts —Hermione tomó el mando de la situación, aunque su voz ya no era tan autoritaria. Su expresión y tono comenzaban a adquirir más calma.
— Ya hemos tocado este punto, señorita Granger. Me temo que no hay las suficientes pruebas y testigos...
— Las hay, señor Ministro. El hecho de que hayan decidido ponerse una venda en los ojos para no buscar, no significa que no haya pruebas. Las hay, y muchas —Caminó una vez más hasta estar frente al jurado, sus ojos juzgadores pasaron sobre personas específicas—. Algunos ex estudiantes que se encuentran entre el jurado están vivos gracias a los acusados presentes. Les pido que lo nieguen ante mí esta vez.
— Revisamos en los recuerdos de la escribiente Hannah Abbott, y todo lo que encontramos es a tres mortifagos lanzando la maldición asesina a diestra y siniestra —Hestia Jones agudizó su voz indignada.
— ¿Qué hay de los recuerdos otorgados por Ginny Weasley y Luna Lovegood? —preguntó volviendo a alterarse.
— No fueron suficientes. En estos, sólo se podía observar al señor Malfoy arrodillado, incapaz de pelear —alegó Percy Weasley.
— ¿Qué hay de los testimonios de las hermanas Greengrass? —Hermione caminaba alrededor del podio del Ministro, como un león furioso de encontrarse cautivo. En cualquier momento atacaría.
— Es de nuestro conocimiento que los mortifagos tienen estima hacia la casa Slytherin y protegerían a cualquier miembro de la misma —obvió Kingsley.
— ¿Qué hay de Katie Bell? —Los miembros del jurado se miraron ligeramente confundidos entre ellos.
Hestia Jones sonrío victoriosa antes de responder:— La señorita Bell se encuentra recuperándose de las secuelas de la guerra en Irlanda.
— Me complace anunciar que se encuentra mejor y ha regresado para declarar —Hermione Granger les dedicó una amplia sonrisa, y esta vez caminó hasta el lado derecho del jurado, se plantó allí observando las figuras ocultas en los últimos bancos.
Una bruja salió de entre las sombras y se abrió pasó bajo las atónita miradas del resto. Las expresiones de los interrogadores del juicio se volvieron un poema descompuesto por preocupaciones, las cosas empezaban a pintar mal para ellos.⊱───────────•───────────⊰
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Hermione Granger Y La Maldición Malfoy
FanficCuando la madrugada se asomó sobre la Batalla de Hogwarts, Draco Malfoy decidió traicionar a Lord Voldemort. Y al final de la contienda, aquel mortifago salvó la vida de la máxima heroína del mundo mágico; Hermione Granger. Harry Potter ganó, la gue...