Capítulo 19

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El corazón de Draco se apretó mientras el Sanador Dickens le mostraba las imágenes dolorosas. La negativa que había pronunciado ante el Señor Tenebroso resonaba en su mente, y luego, como un cruel contraste, la figura indefensa y profanada de su madre apareció en la escena. Los recuerdos eran como cuchillos afilados, cortando su alma.

El Sanador Dickens retrocedió, horrorizado por la intensidad de los recuerdos compartidos. Draco se tambaleó, sintiendo cómo la realidad se desvanecía. El dolor en su cabeza era insoportable, como si hubieran incrustado un cuchillo en su cerebro y luego lo hubieran retirado bruscamente. El mundo giraba, y él luchaba por mantenerse en pie.

Cuando logró abrir sus ojos en este presente, su rostro estaba pálido y agotado por esfuerzo requerido para echar fuera al intruso.

Draco se preguntó cuántas veces el Sanador había presenciado tales escenas. ¿Cuántos pacientes habían compartido sus pesadillas más oscuras? Las suyas debían llevar la delantera, pues aquel hombre mayor, arrojado en el suelo, tenía la mirada de las mil yardas en su semblante.

Draco había considerado buscar ayuda mágica para borrar esos recuerdos, pero su madre estaba atrapada en su propio infierno. La maldición Cruciatus había dejado cicatrices profundas en su mente, y cualquier intento de borrar los recuerdos podría romperla por completo. Los Sanadores habían advertido sobre los peligros de la magia del olvido en el caso de esa mujer.

Draco se aferraba a su deber filial. No podía borrar los recuerdos, pero podía estar allí para su madre. En las noches oscuras, cuando los fantasmas del pasado la atormentaban, él estaría a su lado. Compartirían el peso de la memoria, juntos.

— Usted no tenía derecho a... —Los ojos de Draco destilaban un odio pocas veces visto; estaba al borde de un colapso. Incluso sentía que las palabras adecuadas para dirigirse al individuo se le escapaban—. Usted... —Draco se levantó tambaleante, sacudiendo la cabeza en un intento desesperado por recobrar la compostura.

Los mataría; era una promesa siniestra, alimentada por el deseo de venganza que ardía en su pecho.

— ¿Qué hiciste? —preguntó Weasley acercándose—. Solo eran los recuerdos del presente, no es un trabajo difícil —reprochó aludiendo a que la invasión mental fue un fracaso.

Ahí estaba, la instrucción no implicaba indagar en los recuerdos antiguos. Sin embargo, el Sanador Dickens se apartó de los objetivos generales, lo que lo convirtió en blanco de sospechas.

— Logré ingresar, solo hubo un choque de barreras —respondió poniéndose de pie de inmediato, borró cualquier emoción compasiva de su expresión.

— Eso solo sucede si es una mente muy cerrada o si es un oclumante —acusó su jefe—. Es el traidor —levantó su varita hacia el hombre que luchaba por recuperar su vigor y no permitir más humillaciones.

Hermione Granger Y La Maldición Malfoy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora