Capítulo 9

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Los dementores fueron desterrados después de la guerra, y ahora los Aurores gobernaban Azkaban. Incontables, por supuesto. Lucius Malfoy perdió la cuenta de ellos después de ilusamente contarlos para sopesar la oportunidad de escapar. Era imposible, concluyó.

Nadie podía negar que había un significativo cambio, pues los Aurores eran personas y no iban a consumir sus vidas hasta dejarles sin ningún rastro de felicidad. En el mejor de los casos, no se volverían locos después de un par de años encerrados en ese lugar. Los Aurores solo dejarían que se destruyeran entre ellos mismos para hacer espacios a los futuros criminales, algo menos decadente que una muerte lenta por la locura y la miseria.

Los Aurores, por mucho menos espeluznante, eran tan silenciosos como los Dementores. Bastaba con que no intentaran huir, controlaran las masas, o la familia de los reos tuviera el suficiente dinero para sobornar. Entonces podrías sobrevivir.

— ¡Basta, por favor, basta! —Las súplicas de Lucius Malfoy resonaban en la fortaleza de Azkaban mientras sacudía las rejas, detrás de las que estaba.

Durante los primeros meses no entendía por qué sus compañeros solían hacer bromas sobre que era su deber ir a socorrer al prisionero que llegó a finales de octubre.

Solo se oía el seco sonido de los golpes que le propinaban, jamás algún alarido de dolor. De vez en cuando, en el más profundo silencio, podías llegar a escuchar algo parecido al crujido de las ramas al quebrarse. Quizá entonces, con algún hueso roto, el prisionero número 0722 dejaría escapar un grito que ahogaría en los labios antes de darle la satisfacción de mostrar dolor ante su compañero de celda.

Lo único decente de toda la fúnebre situación, era que los Aurores de vez en cuando los sacaban de su celda para llevarlos a caminar en hileras a un patio enorme dentro de los muros. Aquel patio solo aparecía cuando lo convocaban. Si algún prisionero se portaba mal, dejaban encerrada a toda la planta a la que pertenecía sin ningún acceso al patio.

Así que durante un tiempo, por un disturbio que ocasionó el compañero de celda de Lucius, él no vio aquel patio por un largo periodo. Estaba feliz, si era sincero, así evitaría cruzarse con más mortifagos que no desaprovechaban la oportunidad de golpearlo hasta dejarlo al borde de la muerte. Los Aurores siempre miraban hacia otro lado cuando había una pelea, y solo interrumpían cuando alguien agonizaba.

Un día, por fin, lo sacaron de su celda a caminar al patio. Lo extraño fue que muchos de sus hostigadores pasaron de él, pensó que por fin lo habían dejado en paz. Todos estaban concentrando su odio en el recién llegado: el prisionero 0722. Él no tuvo el menor inconveniente, ya no sería el saco de boxeo de magos que se comportaban como muggles.

Después de un par de meses comenzó a pensar que él prisionero 0722 debió de ser un traidor peor que él. No había día donde lo dejaran en paz, era increíble la vitalidad que poseía para seguir respirando después de tanta violencia y dolor.

Hermione Granger Y La Maldición Malfoy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora