Capítulo 8

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— ¿Qué fue lo que presenció en la Batalla de Hogwarts? —preguntó Hermione cuando Katie Bell llegó hasta el escritorio de testigos.
 
Katie detuvo sus ojos durante unos segundos sobre Blaise Zabini, quien le dio un asentimiento como saludo.
 
— Draco Malfoy, Theodore Nott y Blaise Zabini salvaron muchas más vidas de lo esperado durante la madrugada del tres de mayo —Katie respiró unos segundos y comenzó a contar con detalle todo lo que experimentó ese, día desde el momento en que encontró a Malfoy, hasta el segundo reencuentro con él y Hermione Granger—. Después me separé de ellos junto a Blaise Zabini, ambos nos cubrimos las espaldas en los duelos que se dieron dentro del Gran Comedor. Es una infamia que alguien diga que los acusados no lucharon por el mundo mágico ese día.
 
Seguido de eso el juicio se extendió por otra hora más, en ese lapso las esperanzas comenzaron a reavivarse dentro los Slytherin. Pues, de entre las curiosas personas ocultas en la oscuridad que Draco revisó momentos atrás, comenzaron a descender las caras conocidas que lucharon junto a ellos durante esa batalla.
 
Draco no logró ocultar su sorpresa cuando vislumbró vagamente a las hermanas Greengrass, quienes respondieron al llamado de Granger, ¿qué hacían ellas entre el jurado?
 
— ¿Y qué nos asegura que no se cambiaron de bando por conveniencia? Harry Potter sobrevivió una vez más más a Voldemort, la mitad de la victoria era a favor nuestro —vociferó Kingsley cuando pasó el último testigo.
 
El cansancio estaba impregnado en el ambiente.
 
Draco Malfoy cada vez era menos consciente de lo que pasaba a su alrededor. Apenas lograba mantenerse despierto, el dolor otra vez alcanzaba niveles prohibidos, pero no iba a ceder ante estos. Sabía que ese juicio era clave y jamás habría otro momento donde pudieran contar con la valentía de Granger.
 
— ¡Sus vidas nos los aseguran! Faltaba la mitad de la victoria, una mitad que de no recibir la ayuda de Draco Malfoy, Theodore Nott y Blaise Zabini, se hubiera cobrado la vida de testigos como Anthony Goldstein, Cho Chang, Dean Thomas, Katie Bell, Daphne Greengrass, Astoria Greengrass, Hannah Abbott, y de la mitad estudiantes mayores de Hufflepuff que se negaron a atestiguar —Draco apenas percibía a Hermione cuando pasaba cerca suyo, de no ser por la firmeza de su voz olvidaría en qué lugar se encontraba— Me atrevo a decir que por cada mortifago que ellos derrotaban, aseguraban las vidas de otros tres magos de nuestro bando.
 
— Me alegra que lo mencione, pues la ejecución de la maldición asesina también equivale a Azkaban —Hestia Jones golpeó la mesa del estrado perdiendo los estribos. Kingsley volteó a verla molesto.
 
Para muchos era casi imposible soportar el hecho de que Hermione Granger tenía razón y habían tardado tres juicios en descubrirlo.
 
— ¡Con mucha más razón exijo la libertad de los tres! Los acusados presentes sacrificaron parte de su alma para salvar vidas —Hermione caminó alrededor de Malfoy, minutos atrás se dio cuenta de que este último comenzaba a desfallecer y debía evitar que el resto se diera cuenta o podrían suspender la sesión— ¿Tienes usted idea del envenenamiento que implica el uso de esa maldición? Las secuelas mentales son terribles y aún así han tenido la osadía de mantener a dos de ellos dentro de los confines de Azkaban.
 
— ¡Es una maldición imperdonable! —La jefa del Departamento de Seguridad Mágica se puso de pie incapaz de soportar más a aquella bruja ignorante de sus actos.
 
— ¡Y el fuego se debía combatir con fuego, señora Jones! La conservación pura de nuestros espíritus no nos podría servir de haber ganado Voldemort —Hermione se invitó sola a subir al escritorio de los testigos. Hestia Jones intentó detenerla, pero Shacklebolt le hizo un ademán para detenerla a ella en su lugar.
 
» Soy uno de los nombres utilizados para el plan de restauración del mundo mágico ¡Soy Hermione Jean Granger! ¡Máxima heroína de la Segunda Guerra Mágica! Soy miembro de lo que hoy se conoce como el Trío de Oro, responsables de la búsqueda y destrucción de los horrocruxes de Tom Riddle. ¡Y estoy aquí por que los héroes que acusan de criminales salvaron mi vida! Debería considerarse un hecho lamentable y catastrófico para este juzgado el perder a un miembro tan valioso como yo, que dejó todo por la sobrevivencia de los presentes.
 
El silencio se apoderó de la habitación por décima vez, solo se oía el respiro furioso de Hermione. Hestia Jones miró al ministro en busca de ayuda, pero este ultimo de pronto parecía sobre pensar sus decisiones pasadas.
 
— ¿Da fe de su palabra? —preguntó el incapaz de continuar ignorando las pruebas.
Hestia Jones tuvo que agarrarse del estrado para no desfallecer, Kingsley comenzaba a dejarse convencer. De seguir así en los siguientes juicios, presentaría su renuncia.
 
— Revisen mis recuerdos —respondió Hermione.
 
— San Mungo dice que sus recuerdos fueron distorsionados —refutó.
 
— Los Sanadores de Bulgaria han dicho lo contrario —Hermione dio un asentimiento a Ginny Weasley, quien se acercó por la espalda a Shacklebolt y le tendió varios pergaminos—. Las distorsiones que se encontraron en mi mente no son más que alucinaciones provocadas por el uso de magia de sanación antigua, misma por la que me declararon inestable mentalmente y la razón por la que me inhabilitaron como testigo. He sido tratada en Bulgaria, mi mente ha sido restaurada y no quedan más que los verdaderos recuerdos y hechos de lo que presencié. Llamo Harry Potter y Ron Weasley, máximos héroes de la Segunda Guerra Mágica, a confirmar los hechos.
 
Los ojos de todo el juzgado se posicionaron en los mencionados, quienes se pusieron de pie, ambos portando túnicas rojas, y dieron un asentimiento bajo la mirada hostil de los interrogadores. No había acción con tanto peso, Harry Potter se había convertido en la glorificación de un Dios después de la guerra, su palabra y la de sus amigos más allegados casi tendía a ser ley.
 
Sin embargo la jefa del Departamento de Seguridad Mágica sonrío con triunfo, había hallado una falla al argumento de la señorita Granger.
 
— ¿Está usted consciente de que el uso de magia antigua es un delito en contra de todas las normas y leyes del Wizengamot? —preguntó.
 
— Sí, señorita Jones. Aún así me encuentro actualmente habilitada para servir como testigo.
 
El Ministro de Magia dio un asentimiento a los Aurores y el jefe de ellos se acercó en seguida hasta el estrado del tribunal. Hermione bajó de su lugar y se plantó frente al Auror entregando su mente. Enseguida manos desconocidas tocaron su sien y se sumió en una dolorosa donación de sus recuerdos a través de un simple susurró de "Legeremens".
 
— Granger —susurró Malfoy apenas audible. Era incómodo escuchar los quejidos que hacía Hermione mientras se encontraba inconsciente reviviendo los momentos del pasado.
 
Muchos comenzaron a darse cuenta del estado de Draco Malfoy, si el juicio no terminaban en los próximos minutos todo estaría perdido: lo suspenderían y jamás habría otro momento en donde lograrían estar tan cerca de convencerlos.
 
El Auror por fin soltó a Hermione y ella se tambaleó ligeramente, Ginny Weasley bajó hasta ella y convocó un hechizo para atraer un banco pequeño y ayudarle a sentarse.
 
— El testimonio es verídico —afirmó el jefe de los Aurores. En la sala entera de escucharon alaridos con dramática sosrpresa, pues aquella información solo eran rumores a voces, algo sin confirmar.
 
— ¡No olvidemos el testimonio de Neville Longbottom! —recordó la señora Jones aprovechando que Hermione seguía recuperándose del allanamiento mental.
 
— ¿Qué? —Preguntó Blaise—. En los tres juicios pasados no hubo ningún testimonio de Neville Longbottom.
 
Draco comenzaba a cerrar los ojos, de repente se preguntaba que era lo que hacía en ese lugar y quiénes eran las personas que lo rodeaban, ¿qué hacía él con cadenas?
 
— Me temo que encontramos hechos en sus recuerdos durante un juicio pasado reciente, donde delata al señor Theodore Nott como partícipe de la batalla en favor de Tom Riddle —respondió Percy Weasley con fingido pesar—. Logramos observar como al iniciar la batalla de Hogwarts a la media noche, Theodore se batió en un duelo con Neville Longbottom y su padre logró aturdir nuestra víctima. Pido al señor Nott que niegue los hechos.
 
Hermione logró ponerse de pie ligeramente mareada. Casi intentó sacar un argumento debajo de la manga, pero el amigo de Malfoy no colaboró.
 
— Estaba en riesgo. Mortifago o no; era mi padre. Es el deber de un hijo protegerlos —Theo miró con el ceño fruncido a Neville, parte del apoyo que habían ganado a lo largo de las horas se volvió quebradizo.
 
— Señor Ministro —Hermione intentó pedir la palabra.
 
— Creo que hemos escuchado y revisado los suficientes testimonios, pruebas y recuerdos. El Wizengamot debe tomar una decisión —vociferó mirando a su alrededor—. Llamo al diálogo y al justo razonamiento en esta sala durante los próximos cinco minutos. Posteriormente daré un veredicto.
 
La expresión de Hermione se volvió trágica, de repente escuchó su corazón latir galopante, presa del pánico con el miedo de haber arruinado todo.
 
El ministro hizo un pequeño círculo con el subsecretario y la Jefa del Departamento de Seguridad Mágica. Los brujos en los bancos del jurado comenzaron a hablar entre ellos, solo se oían susurros.
 
Hermione se permitió observar a Malfoy, quien estaba al borde de un colapso. Su cabeza ya comenzaba a ladearse hacia un lado. Entre el público, su madre, quería correr hacía él.
 
Ella aprovechó la distracción de los Aurores cuando comenzaron una pequeña reunión con su jefe. Discretamente se acercó hasta Malfoy, quien nuevamente parecía un ente moribundo como los días que pasó inconsciente.
 
Draco percibió la cercanía de alguien, pronto un aroma a chocolate inundó sus sentidos. Logró recordar que se encontraba en un juicio. Sus párpados casi terminaban de cerrarse, sería un largo desmayo, pensó.
De pronto una mano liviana y reconfortante posó sobre su hombro. Una extraña corriente descendió desde ese lugar hacia todo su cuerpo, sus sentidos despertaron y sintió como si hubieran vertido sobre él otra de las pociones de San Mungo. Sus ojos dejaron de cerrarse y comenzó a despabilar. Observó a su alrededor recordando quien era y qué hacía allí.
 
¿Qué hechizo lanzaron sobre él?
 
Por reflejo levantó una de sus manos y atrapó la mano ajena antes de que se alejara, cuando levantó la vista se encontró con los cálidos ojos miel de Hermione Granger. Ella no pudo esconder su sorpresa, ambos se miraron durante breves segundos que parecieron eternos.
 
Hermione se alejó antes de que alguien más se diera cuenta, como el Ministro o Ron Weasley, por ejemplo. Lo cierto era que a excepción de los miembros del jurado, los interrogadores y los Aurores; todos lo habían visto. En especial Narcissa Malfoy.
 
— Pido a los miembros del jurado —prosiguió Kingsley Shacklebolt al pasar los cinco minutos—. Que levanten las manos si encuentran a los acusados culpables de todos los cargos.
 
— ¡Recuerda, Potter! Todos ustedes están vivos por él, bastó una palabra mía para salvar este mundo —Narcissa se levantó de su lugar incapaz de soportar más la situación. La señora Zabini trataba de silenciarla jalando de su cuerpo—. ¡No puedes quitarme a mi marido, y ahora a mi hijo!
 
— ¡Orden en la sala! —gritó el ministro. Un Auror se acercó hasta el lugar de las madres para asegurarse de que no hicieran otro escándalo.
 
Harry Potter concentró su atención en mirar fijamente a la señora Malfoy, casi inexpresivo.
 
Draco, ahora en mejor estado, recorrió sus ojos por todo el jurado con la rapidez que logró emplear para contar las manos levantadas. Sintió un martilleó en la cabeza cuando dio con cincuenta y dos manos en el aire. Las últimas dos que contó fueron las de Hestia Jones y Percy Weasley. Estaban perdidos.
 
— Los que encuentran inocentes a los acusados —pidió por protocolo.
 
Cincuenta y uno. Los tres Slytherin se sorprendieron de encontrar entre los que optaban por su liberación a Harry Potter, Ron Weasley, Ginevra Weasley, Luna Lovegood y todo aquel Gryffindor que fuera amigo de Granger. Quizá también algunos Hufflepuff y uno que otro mago adulto.
 
Solo Neville Longbottom apoyó la decisión de culpables, pues aunque creía en la inocencia de Malfoy y Zabini, estaba seguro de que Nott mentía. Con lamento se obligó a sentenciar a los tres solo por uno.
 
Draco sabía que allí no había nadie que creyera en ellos más que Granger, y en realidad eran para ella las manos que se alzaban. Solo por ella. Y si tal vez Longbottom hubiera hecho lo mismo, todo sería diferente. Pues aunque que el ministro de magia, bajo miradas juzgadoras, voto a su favor; eran minoría.
 
— Como Kingsley Shacklebolt, ministro de magia, declaro culpable de todos los cargos a los acusados —La sentencia retumbó en cada rincón oscuro de la sala número diez.
 
Hubo pocos aplausos, que fueron tapados por los gritos desgarradores de la señora Malfoy y la señora Zabini. Ginny Weasley tuvo que sostener a Hermione para no permitirle desfallecer.
 
Draco observó minuciosamente a cada uno de los magos y brujas que tenía en frente, la oscuridad  terminó de apoderarse de él, así que no contemplaba excepciones, ni siquiera con aquellos que votaron por su liberación. Todo lo que veía era rojo, odio, y venganza. Jamás podría olvidar aquella humillación, su madre tuvo que revelar su más grande dolor con la esperanza de lograr su libertad. Todo había sido en vano.
 
— Por el poder que el Wizengamot me ha conferido, me dispongo a dictar la sentencia.
 
La mitad despiadada de los que se encontraban en el lugar miraban con anchas sonrisas, las serpientes serían sacrificadas y muy pronto las voces clamarían por sus nombres. La otra mitad agachaba la cabeza, tenían misericordia con las madres y el esfuerzo de Hermione Granger; más no con ellos.
 
Draco giró a mirar los rostros de sus amigos, quienes luchaban por mantener su orgullo a flote y no mostrarse derrotados. Pero sabía que por dentro que habían conservado la esperanza por demasiado tiempo y esta vez el golpe era fuerte. Ellos no debieron esperar por él.
 
— En base a las pruebas y testimonios presentados de la parte ofensiva y defensiva —prosiguió Kingsley—. Sentencio a los acusados a diez años en la máxima prisión de Azkaban.
 
Hermione se soltó de Ginny, retuvo las lágrimas que amenazaban con escapar y comenzó a caminar lentamente con esperanza hacia el estrado. Narcissa Malfoy calló y esta vez ella obligó a la señora Zabini a calmarse para oír con más atención.
 
— En base al criterio que se me permite utilizar en este juzgado, aludo al otorgamiento del perdón por el arrepentimiento de Draco Lucius Malfoy, Blaise Orfeo Zabini y Theodore Miles Nott, durante la Batalla de Hogwarts —La sala se llenó de chillidos de indignación, Ginny Weasley sonrío y tocó la espalda de su amiga, quien parecía no creer que lo que escuchaba—; mismos que nos permitirían contar con su ayuda y evitar más víctimas fatales de los enfrentamientos.
 
— ¡Señor Ministro! —Hestia Jones levantó un dedo acusatorio, pero Kingsley Shaklebolt la ignoró.
 
— Por las razones mencionadas, reduzco la pena en prisión a cinco años. Con apelación a libertad condicional para Draco Lucius Malfoy y Blaise Zabini al cumplir dos años de su sentencia. Fin del juicio —El Ministro procedió a dejar el estrado de interrogadores mientras Hestia Jones se interponía en su camino haciendo aspavientos de indignación.
 
— ¡Theodore Nott también merece libertad condicional! —gritó Blaise intentando levantarse pero las cadenas lo retuvieron.
 
El ministro de magia lo ignoró al igual que a Hestia Jones.
 
 
Hermione respiraba  permitiendo un par de lágrimas escapar, sus amigos la observaban contentos por ella y agradecidos con quienes salvaron su vida; según ellos logró la justicia perfecta. Muchos allí creían que había crímenes que, sin importar la ayuda brindada, debían pagar.
 
Los Aurores se acercaron hasta los acusados y obligaron a cada uno a ponerse de pie mientras juntaba sus manos detrás de la espalda. Los tres mantenían sus rostros inexpresivos, no había emoción para ellos que sea obligatoria de mostrar ante esa gente.
 
Draco levantó sus ojos hacia las gradas donde se encontraba su madre, esta última ya se apresuraba a bajar para poder despedirse a tiempo de él.
 
Granger se interpuso en el camino del Auror que llevaba a Draco, los fríos ojos grises de aquel enfermo repararon en su expresión. Había una sonrisa que luchaba por tirar de los labios de aquella chica y nada en esa noche le pudo ocasionar tanto asco.
 
— ¿Estás feliz con la sentencia? ¿Es lo justo para ti que paguemos por algo que jamás quisimos hacer? —espetó con expresión despectiva mientras la miraba de pies a cabeza.
 
— ¿Qué? Malfoy, yo no...
 
— Eso buscaban desde el principio, ¿cierto? Los grandes y compasivos héroes de Hogwarts conceden el perdón a la escoria sobrante de Voldemort. Lo puedo leer en el profeta —sonrió malicioso, el odio terminando de consumir su ser—. Prefiero la sentencia completa que esta humillación.
 
— ¡Hice todo lo posible por los tres! Jugué mi libertad por ustedes, por ti —respondió indignada, las lágrimas se aproximaban de nuevo—. Vine aquí con las esperanzas rotas, la sentencia que planeaban darles no se compara a esta, tú no tienes idea de lo que sucede allí afuera...
 
— ¡Por que pasé cinco meses inconsciente por ti también, Granger! ¿Te vienes enterando? —reprochó furioso. El Auror tiraba de él hacia la salida y Hermione los seguía—. ¿Para qué? Para despertar encontrando a mi padre y mis amigos en Azkaban. De haberlo sabido...
 
— ¿Qué, Malfoy? ¿Me habrías dejado con Avery? —reclamó dejando ir las lágrimas.
Draco jamás le contestó la pregunta.
 
El Auror se detuvo nuevamente, la señora Malfoy y la señora Zabini se habían cruzado esta vez. Los amigos de Hermione bajaban veloces a socorrerla de los gritos del cruel Malfoy.
 
— ¡Mi niño! —sollozó Narcissa abrazando a Draco. Hermione detuvo al Auror cuando intentó separarlos—. Solo serán dos años. Solo serán dos años. Solo serán dos años —repetía mientras acariciaba todo su rostro, la boca de su hijo aún tenía sangre seca y el golpe en la mandíbula empeoraba.
 
¿Cómo podría dormir? Aquel muchacho era apenas una persona viva, en cualquier momento las rejas de Azkaban iban a consumirlo hasta la muerte, pues su recuperación apenas había iniciado hace unos días.
 
— Madre —Draco requirió toda su fuerza de voluntad para no romperse frente a ella, quien seguía repitiendo las últimas palabras—. ¡Mamá! —gritó obligándola a reaccionar—. No olvides tomar las pociones, no olvides las visitas al Sanador. Recuerda que tu hijo y tu esposo volverán pronto; no puedes olvidarlo. Los elfos te ayudarán...
 
— Mi hijo y mi esposo volverán pronto —repitió.
 
Solo Draco sabía de la inestabilidad emocional de su progenitora, lo peligroso era dejar que la soledad la envolviera en la depresión otra vez, recordándole la época donde los mortifagos se quedaron con ella mientras su marido estaba encerrado en Azkaban y su hijo bajo amenazas en Hogwarts. La historia se repetía, y esta vez era peor; el tiempo sería más largo y el lugar al que los enviaban era el mismo para padre e hijo.
 
— Adiós, mamá —dijo Blaise a su izquierda despidiéndose de su madre también.
 
Draco observó con pena al tercer Auror que esperaba cerca de las puertas con Theodore Nott, quien miraba cabizbajo maternales.
 
Theodore no tenía siquiera la oportunidad de salir dentro de dos años, sino dentro de cinco. Si un día lo dudó, ahora podía confirmarlo: se encontraba solo en ese mundo. Nadie iba a abogar por él como lo hicieron por sus amigos, nadie lo extrañaría o lloraría por su ausencia. No tenía padres y sus acciones del pasado siempre iban a perseguirlo.
 
— Cuida de tu padre allí dentro —suplicó Narcissa y Draco apenas logró asentir. Su madre le dio un beso en la mejilla antes de dejarlo marchar.
 
La señora Zabini y la señora Malfoy se unieron en un consolador abrazo, con la agonizante sensación de que sus corazones se iban con sus hijos.
 
— Malfoy —llamó Hermione una última vez, sintiéndose horriblemente incapaz de hacer algo más por él. La confirmación de haberle fallado a su salvador era como clavarse mil veces la daga que Bellatrix Lestrange usó en con ella en las torturas.
 
Draco Malfoy jamás volteó a mirarla, cruzó las puertas de la sala número diez como un nuevo prisionero de Azkaban.

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Hermione Granger Y La Maldición Malfoy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora