Décima Ronda: Parte 3

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Julio César miraba a Artemisa con total superioridad, aunque él también estaba herido, el hecho de observar a la diosa agarrándose el corte profundo mientras derramaba algunas lágrimas le daba una profunda satisfacción, y seguro que todos los humanos finalmente le respetarán como siempre debió haber sido.

"¿Estás llorando? No te preocupes, señorita diosa, yo me encargaré de detener su agonía" Dijo Julio César mientras preparaba su espada para cortar su cuello, en especial la yugular, tenía pensado hacerlo así y que ella pensase que tenía pensado apuñalar, pero sorprendentemente Artemisa dio unos ágiles saltos hacia atrás para esquivar un posible estocada de su rival.

"¡Artemisa logra ponerse a salvo por el momento! ¿¡Quién logrará aumentar las heridas de su rival!?"

El emperador romano observaba como Artemisa seguía agarrando su abdomen herido con una mano mientras alzaba la cabeza y miraba con odio a su enemigo.

"¡Eres la peor escoria que he visto! ¡Acabaré contigo!" Dijo con unas lágrimas todavía saliendo de sus ojos mientras dejaba su herida y sacaba su arco.

Julio César preparó su espada bumerán para cortar las flechas y de paso intentar terminar la ronda de una vez por todas, pero no fue así, Artemisa comenzó a retroceder mientras huía nuevamente a una zona más boscosa.

"¡Que sepas que tu corte es peor que mis heridas! ¡Morirás antes que yo!" Gritó el emperador romano, ¿Era cierto eso? Ni siquiera él lo sabía, pero así podría impacientar a su rival sin necesidad de entrar en la boca del lobo, aunque era cierto que tampoco podía quedarse sin hacer nada o podría sufrir otro aluvión de flechas, en este momento estaba replanteando sus opciones sobre lo que debería hacer.

"¡Artemisa se vuelve a esconder a una zona más profunda del bosque!"

En el balcón griego, Apolo observaba todo con el ceño fruncido pero también con un rostro de preocupación por su hermana.

"¿A dónde va? ¿Acabará desangrándose?" Preguntó Ares con los ojos abiertos mientras miraba al dios del Sol, quien se encogió de hombros.

"No tengo idea, quizá trata de mantener las distancias con su oponente y atacar desde la lejanía con sus flechas" Teorizó Apolo mientras Ares parecía asentir con la cabeza ante la información dada, quizá fuera eso.

Todos observaban a través de las pantallas que Artemisa se había posado en la rama de un árbol en la otra punta de donde se encuentra Julio César, el hecho de que tenga expuestos los senos ya no avergonzó a nadie, sino que los dioses miraban con curiosidad cómo podría salir su representante de esta situación.

"¿Por qué todos sois así?" Preguntó para sí misma Artemisa en un susurro mientras arrancaba un poco de la tela que quedaba de su traje y la envolvía alrededor de su herida abdominal, no pudo evitar emitir un leve gemido de dolor ante eso pero lo soportó y continuó hasta hacer el nudo completo.

Mientras hacía eso se preguntaba la razón de que todos los hombres con los que se cruzó acabaron siendo malvados y ruines con ella o sus amigas, incluso el hombre al que más estimaba, su padre Zeus, acabó traicionando su palabra por su lujuria, unas pequeñas lágrimas salieron de sus ojos al recordar a su mejor amiga Calisto, todavía se atormentaba por no haberla escuchado.

(Flashback, bosque profundo de Grecia, hace varios milenios)

Era una noche de luna llena, y aunque las favoritas de Artemisa eran las de luna menguante, cuando Selene le dio el atributo de la Luna vio la belleza del gran círculo en todas sus fases, y todo adornado por las estrellas que parecían adornar aún más el maravilloso cielo nocturno.

"Otra vez" El Segundo RagnarokDonde viven las historias. Descúbrelo ahora