Capítulo 23

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Habían pasado cerca de veinte minutos, quizás más, ya había perdido la cuenta. Sin dudas eran los minutos más largos en la vida de Eunbi, el miedo y el vacío que se habían instalado en su estómago se resistían a irse hasta que alguien saliera y le diera alguna información de Yerin.

Que alguien le dijera que su omega estaba viva y bien. Que la dejaran ver a su bebé. Lo necesitaba tanto como necesitaba respirar.

Estaba sola en esa puerta, tal como la habían dejado. Esperando. Del otro lado, su hermosa omega estaba sufriendo quien sabe cuánto y tampoco sabía nada de su bebé. Los necesitaba a ambos, los quería ya, ahora. Eso era lo único en lo pensaba.

Los segundos en que los que Yerin lo había sostenido en sus brazos y como Sunoo se calmó, fueron los más impresionantes de su vida. Amor puro y en cantidades abundantes, perfección en todo su esplendor.

Eunbi  no pudo mirarlos con nada más que no fuera amor rebozando en su corazón y escapándose en forma de lágrimas.

—Srta. Hwang  —una enfermera murmuró, y Eunbi  levantó la vista automáticamente,  ansiosa por algún tipo de información. —Necesito que me acompañe, su bebé la está esperando para ser vestido —le dijo amablemente.

Eunbi asintió, con un nudo en la garganta. —¿Y Yerin? —preguntó, mientras seguía a la enfermera.

— La están llevando a una habitación, enseguida va a venir la doctora a hablar con usted — murmuró, pasando a un sector más privado — pero está bien, si eso es lo que necesita saber — le dijo.

Eunbi  al fin respiró. Esas eran las palabras que más había necesitado escuchar en su vida.

Llegaron a una habitación donde estaba otra enfermera y una pequeña cuna donde estaba Sunoo. Eunbi tragó saliva. Estaba limpio, con las manos cerca del rostro en pequeños puños y en una de las muñecas Eunbi  leyó " Hwang Sunoo " en una pequeña pulserita blanca. Se derritió de amor por enésima vez en el día.

—Sunoo la está esperando para que lo vistan — dijo alegremente una de las enfermeras. Eunbi  la miró con pánico.

—¿Yo? — preguntó con miedo en la voz.Ellas rieron y asintieron. —¿Es usted la mamá, no? —Inquirió una y ella asintió.

—Es mi bebé —dijo con orgullo en su voz y en los ojos —solo tengo miedo de hacerle daño — susurró, acercándose a la cuna y pasando un dedo por la tersa piel del pecho descubierto de Sunoo.

Una de ellas, trajo consigo la ropita que habían dejado preparada para este momento. —Una mamá nunca le va a hacer daño a su bebé —le comentó ella.

Sunoo estaba desnudo con un pañal cubriendo su pequeño cuerpo, tapado a penas con una manta. Por suerte, dentro del lugar no hacía nada de frío.

Eunbi recibió otro pañal de recién nacido y con indicaciones se lo cambió porque en ese poco tiempo que llevaba en el mundo exterior ya se había ensuciado hacía apenas
unos minutos. Le quedaba grande, se dió cuenta, incluso siendo el más pequeño que había. Sus piernitas bailaban y Eunbi  sonrió, con lágrimas en los ojos.

Luego, un mameluco blanco lleno de ositos de colores y un pantaloncito que hacía el conjunto perfecto.

Le indicaron como debía sostenerlo y cuidarle la cabeza. Sunoo seguía tranquilo, haciendo pucheros eventualmente, cuando era movido de un lado a otro o cuando le pasaba las manos por las mangas, le cerraban los botones y  cuando le colocó cada pierna dentro de la ropa.

Eunbi se inclinó y le dejó un suave beso en la frente, que Sunoo parecía no haber registrado porque seguía imperturbable.

—Te amo  —susurró la alfa. —Eres igual a tu madre. Hermoso —tenía la voz cargada de emoción.

BURDEL - Sinrin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora